miércoles, 25 de julio de 2012

Zumaia Flysch Trail


El domingo tuve la suerte de correr la Zumaia Flysch Trail, que cumplía su cuarta edición. Fue el gran Juanlu quien nos habló hace tiempo de ella (la ha corrido desde su segundo año) y desde el primer momento me planteé hacerla en alguna ocasión: este año ha sido posible y espero que no sea la última vez. Desde 2011, la ZFT forma parte de la Copa de España de Carreras por Montaña que ahora engloba, además, a las pruebas de Cuenca, Lanzarote y Otañes.

La carrera es, sencillamente, espectacular, una de las más bellas que he corrido. Este tipo de pruebas suelen tener como denominador común lo majestuoso de los paisajes que se recorren; pero, también, la dureza. Recordemos que, para que se considere una carrera de montaña desde un punto de vista oficial, la distancia no puede ser inferior a 21 kms y el desnivel positivo acumulado menor de 1.000 mts. Asimismo, no puede tener más del 50%  del recorrido transitable para vehículos, por lo que los senderos deben primar (al menos un 1%) sobre el conjunto de pistas forestales. Dicho recorrido puede ser de baja (-1000 mts de altura en todo él), media (con algún punto entre 1.000 y 2.000 metros de altitud) o alta montaña (en algún punto se superan los 2.000 mts). Por lo tanto, desde un punto de vista "oficial" no existen las carreras de/por montaña de 11 kms y 300+ por pistas forestales. Estas tendríamos que englobarlas en el amplio mundo del trail running (en el que también entrarían las de montaña). Bueno, no quiero entrar en disquisiciones. 

Como decía, es una de las carreras más atractivas que he conocido; quizá junto con el maratón alpino de Galarleiz, la Cursa de l'Alba (majestuosa subida de Collbató al mirador de Montserrat) y alguna otra. Esto en cuanto al mundo del trail. En asfalto he tenido la suerte de recorrer el centro de Roma o Florencia, o hacer 42 kms en Ginebra, alrededor del lago Lemán y con la presencia continua e imponente del Jet d'Eau, por ejemplo. Zumaia es una localidad costera situada a unos 24 kms de Donostia, con lo que la prueba parte y termina en el centro de ella para recorrer los parajes cercanos, corriendo no pocas veces por los acantilados cercanos al Cantábrico (se llama flysch a la sedimentación que forma esos acantilados y que consiste en la alternancia de rocas duras y otras más blandas que le confieren un tono majestuoso), que entre Deba y Zumaia se encuentran protegidos.

La ZFT tiene 31,2 kms de distancia y cuenta con 1.500 metros de desnivel positivo (y otros tantos negativos). Como dato curioso, su punto más alto es de poco más de 200 mts (223), por lo que para llegar a ese desnivel uno se puede imaginar la cantidad de subidas y bajadas que la conforman, casi sin terreno llano alguno. Las cuestas suelen ser cortas (excepto la primera, que con algún falso llano es casi de 5 kms) pero pronunciadas. En resumen, igual que es un placer para los sentidos, es un suplicio para la musculatura. No es demasiado técnica (sólo una zona con barro y piedras) y las subidas son con senderos bien delimitados o por lomas de hierba.

El viernes por la tarde salíamos de Madrid Juan, Santi, Juanlu y yo en dirección a la casa rural que habíamos alquilado en el interior del parque natural de  Pagoeta. El sábado se nos uniría Jesús y para la carrera Alberto y Pepe, llegado de Lodosa. El sábado por la mañana hicimos el recorrido que por el paseo marítimo lleva desde las localidades pesqueras de Zarautz a Guetaria, patria de Juan Sebastían Elcano. Agradable trote de unos 8 kms entre la ida y vuelta al lado del mar, aunque ya nos dimos cuenta de que la humedad nos pasaría factura al día siguiente. El resto del día lo empleamos en coger el dorsal y pasear por estas localidades.

La carrera comenzaba a las 10 horas, después del tradicional, creo no equivocarme, aurresku (baile típico vasco). 500 corredores en la salida (plazo máximo) que primero dábamos una vuelta por la localidad y después "nos lanzábamos al monte". Aunque la temperatura no era excesiva, 17º aproximadamente, y el sol se encontraba oculto, cuando empezábamos la primera subida estaba ya como si me hubieran echado un cubo de agua:  los del interior no estamos acostumbrados a esta humedad. Y cuando la terminaba, más allá
del km 5, me sentía como si estuviera zambullido en el mar.

El recorrido lo tiene todo, predominando, como ya he dicho, las subidas y bajadas desde un punto de vista orográfico. En un par de ocasiones (kms. 9 y 16,5) bajamos casi al nivel del mar para desde allí ascender abrupta y rápidamente por encima de los 200 mts. En los kms 10 y 17 corremos a escasos mts del mar con vistas privilegiadas al mismo. En el km 12, en plena ascensión, llegamos al punto más alejado de Zumaia, el mirador de Mandata y tras culminar la subsiguiente subida, comenzamos a bajar y a alejarnos de la costa a través de bosques donde llega poca luz. Esto, junto a la humedad de algunos riachuelos (varios de los cuales hay que cruzar) y la existencia de rocas resbaldizas, hace que estos kms tengan bastante riesgo de caídas. En ese punto km. del 17, los terrenos abiertos vuelven a predominar.


A partir del 23, Elorriaga, el terreno se vuelve "más amable" y comenzará a predominar el descenso hacia la localidad de salida y meta. Desde luego, los toboganes no faltan, con subidas cortas pero que ya hacen excesivo daño: cerca de 2 horas y media de carrera, el sol ya pega con cierta fuerza, la humedad, el cuerpo acusa el cansancio... pero van pasando los kms y por fin llegamos a las afueras de Zumaia. Aquí voy acompañado por un chaval de la zona que me avisa de que quedan 3 rampas durísimas. Las dos primeras te llevan a una ermita entre los ánimos de la gente y me sorprendo corriéndolas sin parar, lo que indica que he guardado fuerzas (y eso que no he ido "demasiado sobrado"); después, callejeas un poco por el pueblo pero ¡vuelves a salir de él!... y allí la ves: la cruel y última subida. Tendrá (con un mínimo falso llano) unos 350-400 metros, pero fácil por encima del 25%. Así que manos a las rodillas y a intentar subir sin parar; la verdad es que es emotivo: la gente se coloca a ambos lados (subimos por una loma de hierba típica) y te anima (oso ondo, aupa) y yo intento contestar bien con palabras (aunque eskerrik asko me deja sin respiración a estas alturas) o con un leve gesto. Miro hacia adelante y todavía queda un mundo, pero la gente ahí sigue desgaítándose... recordarlo todavía me produce un escalofrío.

Pero todo acaba, así que tras multitud de esfuerzos llegamos al falso llano y doliéndome hasta el alma me animo a trotar los 50 mts finales. Desde aquí, todo es descenso. Se entra en la localidad y se busca el centro. Al lado del puerto se coge una larga calle , repleta de gente que te lleva a meta. Al primero y al último, al que tardó poco más de 2h 15' y al que completó el recorrido en 4h30', la gente aplaude igual: con verdaderas ganas, de forma ensordecedora, mientras se escucha música en euskera y al speaker en zona de meta. Allí veo a Santi (que no ha podido correr por una lesión) y poco más delante, en la curva que se toma para encarar los últimos 200 mts a Jesús (a quien una lesión que espero no vaya a más a hecho retirarse. Tienes que volver a terminarla). A buen ritmo, me sigo dando "un baño de multitudes", saludando, aplaudiendo y casi al final me marco un bailecito mientras que el speaker se ríe y se sonríe en euskera: la ocasión lo merecía, por supuesto. 3h14'20" de carrera.

Como después comentaba con el gran Alberto, esta carrera es la de la organización perfecta. Recorrido espectacular; gran animación para este tipo de pruebas: los voluntarios, los andarines que encuentras por todo el trayecto paran y se ponen a animarte, la gente de los caseríos, gente que aguarda en las cuestas más duras y ese final inolvidable; hay una cantidad enorme de voluntarios en los más de 31 kms y, junto a la buena señalización, es casi imposible desviarse del camino. En pocos sitios se viven así las carreras (dentro y fuera) como en el País Vasco.

Además, para mayor disfrute (por supuesto, no sólo atlético), la suerte de tener la compañía de lujo que enuncié al principio pero que merece volver a destacarse. Así que gracias a los 3 miembros de Runners de Barrio, Juan, Jesús y Alberto (Alberto que, además, aportó la crónica rosa con su futura boda neoyorkina con Jennifer, presente en la comida post-carrera) un club que, con el tiempo, debería convertirse en un equivalente al atletismo popular de lo que The Barbarians es al mundo del rugby. Club de ingreso selectivo, eso sí, ya que para ingresar se piden duras marcas: contar con una calidad humana excepcional. Todos los componentes (y allegados) que conozco son personas geniales. Y eso es mucho en estos tiempos... y en este planeta. Junto a ellos los fenomenales Santi y Juanlu, compañeros de más correrías y el infatigable Pepe, al que ya tenía ganas de conocer y con el que espero volver a coincidir (con más tiempo). Mágico fin de semana.





miércoles, 18 de julio de 2012

Blowin' in the wind

Hace poco más 50 años, el genial Bob Dylan componía una de las canciones destinadas a convertirse en uno de los iconos más representativos de la música popular: Blowin' in the wind. Para el 19 de abril de 1962 ya la tocó en directo en el club Gerde's y en junio era presentada en la revista Sign Out! Un mes después, en julio, se comenta que se grabó alguna versión ya en estudio, aunque el disco al que pertenece, The Freewheelin' Bob Dylan, no se editaría hasta mayo de 1963. Era su segundo disco y con el que comenzaría su leyenda, pues el primero sólo incluía un par de canciones propiedad de su autor.

Como casi todo el mundo conocerá, Blowin' in the wind se basa en una melodía popular de la población esclava, llamada No more Auction Block (o Many Thousand Gone, según otros), a la que se cambian ritmos y/o letras. Esta era una práctica  muy desarrollada en la época, no hay que llevarse las manos a la cabeza (The house of the rising sun de The Animals puede ser otro célebre ejemplo). Sin embargo, su polémica sí que tuvo. Otro cantautor de menor fama, Lorre Wyatt, había comprado una de esas revistas y la había incluido en su repertorio, por lo que cuando el disco salió a la luz él afirmó (y varios periódicos le apoyaron) que la autoría era suya y  que la había vendido. Algunos acusaron de traidor a Dylan (la primera vez y desde luego no la última aunque por otras razones), pero algún tiempo después Wyatt acabó confesando a su terapeuta la verdad: él la había cantado tras copiarla de la revista.

Su sencilla pero excelente melodía junto a una letra algo reivindicativa (aunque no referida a ningún hecho en concreto) le dio una rápida fama y con los años la ha convertido en una de las canciones más versionadas de la historia, junto a alguna típica de Navidad y Yesterday, Satisfaction', My way..... Se habla de 375 versiones. Y a esto es a lo que voy a referirme a continuación, a las versiones de este tema. Las ha habido de todas las clases y de todas las calidades y estilos; algunas impresionantes y otras  impresentables. Intentaré que primen las que no me hagan palidecer (soy muy dylaniano) pero alguna que otra "perla", como curiosidad, caerá.

Poco después de que se publicara el disco el agente de Dylan, Albert Grossman, se la cedía al trío folk Peter, Paul and Mary, que ese mismo verano la hacían subir al nº 2 de las listas en USA, popularizando definitivamente el tema.

Dentro de los círculos folk, Joan Báez se hizo la principal valedora de Dylan, presentándolo y cantando varias de sus canciones. Ambos participarían en diversas protestas y marchas reivindicativas, iniciando una relación que se extendería entre 1963 y 1965 (y se comenta que 10 años después vivieron otra historia de amor). Este año todo cambiaría para Dylan: vida sentimental (se casaría con Sara Lownds) y musical (comenzaría a usar instrumentos eléctricos y a ser tildado de Judas, literalmente en el festival de Newport). Joan hizo de Blowin' in the wind una de sus canciones de referencia ya toda la vida. Aquí en una gran versión en París a principios de los '80.

Hasta el rey, Elvis Presley, se atrevió con el tema. Esta versión es de 1966 y la adapta a su tono de voz, incluyendo cambios que la acaban haciendo atractiva. La verdad es que no es de las más conocidas y según mucha gente, tampoco de las más afortunadas. Pero yo la encuentro original.

También en 1966, otro de los más grandes, Stevie Wonder, la incluía en su disco Uptigh. Quizá me deje llevar por mi admiración por el intérprete, pero me parece una gran versión. Un Stevie Wonder, por cierto, que aquí tenía 16 años.


Una versión sorprendente que también vio la luz a mediados de los sesenta es la de ¡Marlene Dietrich! Tras abandonar el cine, excepto algún cameo posterior, después de filmar Judgment at Nuremberg (¿Vencedores o vencidos?, Stanley Kramer, 1961), la alemana se dedicó a hacer giras como cantante contando como director musical con Burt Bacharach (quejas a él, si las hay, de esos instrumentos que dan rienda suelta a la imaginación). Por lo menos, curiosa; como lo es que la gran Dietrich se atreva con la canción.

The Hollies fue una banda de Manchester que, aunque muy influenciada por los norteamericanos The Everly Brothers, acabaría convirtiéndose en uno de los destacados nombres de la British Invasion (especialmente desde la canción Bus Stop). En 1969 sacarían un disco denominado Hollies sing Dylan en el que recogían 12 temas del gran autor estadounidense. Sin embargo, no gustó ni a crítica, ni a público y fue un fracaso, lo que hizo que su siguiente disco, editado ese mismo año, fuera llamado... Hollies sing Hollies y les devolviera a la senda del éxito. Una de esas 12 versiones era "nuestro" tema. Para muchos, de las más logradas.

Como vemos, artistas de toda índole la han incluido en su repertorio. Esto ha hecho que también la canción pasara por deconstrucciones y adaptaciones a diferentes estilos musicales. Es el caso de King Curtis, el saxofonista de soul jazz asesinado en 1971 que nos dejó esta magnífica versión muy representativa de su estilo.

A principios de este año se publicaba el disco Chimes of Freedom: Songs of Bob Dylan, un disco benéfico que conmemora los 50 años de Amnistía Internacional, que con los bonus recoge 75 versiones de temas del cantante. En el mismo, Ziggy Marley hace una versión de Blowin' in the wind cercana al reggae: atrevida pero bastante interesante. En directo en The Letterman Show.

Mountain fue una legendaria banda de principios de los 70 que, con Leslie West al frente, iba a jugar un importante papel en el desarrollo del heavy metal (y hard rock). En 2007 sacaban un album de estudio, Masters of war, formado exclusivamente por versiones de Dylan. Así que, ahora, el toque heavy.

Por supuesto, el supergrupo Me first and the Gimme Gimmes, dedicado exclusivamente a versiones de clásicos, no iban a dejar pasar la ocasión de llevarla al lado salvaje y punk. Precisamente, uno de sus discos, Blow in the wind (el tercero de su discografía, editado en 2001), recoge este tema junto a otros clásicos de los 60 como All my lovin', de The Beatles.


Mucho más sosegada y en una línea cercana a Stevie Wonder, la cantante jamaiquina Ruby Turner (acompañada aquí por Jools Holland y su orquesta) hace alarde de su prodigiosa voz para ofrecernos una pletórica interpretación del tema que nos retrotrae a los grandes años de la Motown. A ritmo de soul, una grandiosa versión.


En España también hemos realizado varias versiones. La primera de ellas creo que fue de los niños  Queta & Theo, en 1964 y en mallorquín. La versión catalana, Escolta-ho en el vent que han cantado varios intérpretes y que tiene su origen en el LP Festival Folk, también ha tenido gran importancia. Y Cecilia, en un estilo más cercano a Joan Báez también la popularizó. Pero quizá la versión de más fama (sí, esto es España) es la que llevó a cabo el actual periodista de El País Ricardo Cantalapiedra, aquel "parroquia mix" que se conoce con el nombre de Sabed que vendrá. Fue tanta su influencia (y tan reducidos nuestros conocimientos) que esto ha dado lugar a alguna de las versiones más curiosas. Hay muchas, pero por ejemplo ahí va una de ellas: la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Encarnación, de la Hermandad de San Benito en Sevilla, celebra la Semana Santa de la localidad... ¡¡¡interpretando a Dylan!!!

En España también se ha hecho otra de las versiones más sorprendentes e irreverentes, aunque no sé si está reconocida. Creo que leí que la discográfica de Dylan ni la había tomado como tal, y tampoco creo que su autor fuera a interesarse a las dependencias de la fraudulenta SGAE para ver cómo dar los pasos adecuados para no incurrir en plagio o algo parecido. El Kambio Sozial, de Manolo Kabezabolo, de su mítica grabación Aversiones (2006) Aquí sí, la letra sufre alguna variación...

Resumiendo, han sido innumerables los artistas que han hecho suyo el tema de Dylan. Pero, además, puede llegar a ruborizar la calidad de muchos de ellos. Hemos visto varios, pero el listado es larguísimo: Marc Bolan (luego líder de T-Rex), Bono y U2, Bruce Springsteen, Neil Young (gran versión, por cierto), Santana, Trini López, Sam Cooke, grupos como The Bee Gees o The Kingston Trio, el italiano TAO, Chet Atkins, OV Wright, etc. Como ejemplo, un genio que compartió un LP con el propio Dylan y que, dada su voz, esta canción le venía de maravilla: el gran Johnny Cash.

Y lo mismo ocurre con ellas, en lo que influiría (como hemos dicho) que el tema fuera pronto cantado y popularizado por Joan Báez y por Peter, Paul and Mary. Podríamos destacar a Judith Durham, la voz de los australianos The Seekers, Marianne Faithfull, las chicas de All Angels, The McCrary Sisters, Dolly Parton, Alanis Morissette, Etta James, Barbara Dickson,etc. Aquí una versión "clásica" de la anglo-georgiana Katie Melua.

Y aquí termino el recorrido... aunque habrá que hacerlo con la canción original. Sí, pero no: el propio Dylan (como es muy común en él) se aleja notablemente de su propio tema, acompañado esta vez por los majestuosos Ron Wood y Keith Richards, en una versión acústica sorprendente. Hasta otra.





domingo, 8 de julio de 2012

Recuerdos del Far West: El western en 25 películas (II)

Seguimos con el personal recorrido por el mundo del western, que habíamos dejado a la mitad de lo que podríamos considerar como la década dorada del género.

13.- Los mercenarios: Vera Cruz (Veracruz, Robert Aldrich, 1954)
Nos encontramos ante un western atípico. Por un lado, quizá no debería tener esa denominación, pues se centra en plena revolución mexicana contra Maximiliano de Austria, quien había sido colocado como emperador por Napoleón III. Por otro, presenta  dosis elevadas de violencia para la época y, además, sus personajes se alejan de los característicos de estas películas: son "los buenos" pero alejados del prototipo, caracterizándose por ser cínicos, egoístas, embusteros, sin ningún sentido del honor. 
Los protagonistas (Gary Cooper y Burt Lancaster, excelentes)  son dos pistoleros que no dudan en venderse al mejor postor en un México devastado por la guerra, siendo contratados para recuperar el oro de los juaristas pero mostrando su camaleónica adaptación a las circunstancias. A destacar los secundarios llamados a tener un papel importante en el cine (y género) como Charles Bronson o Ernest Borgnine. Por cierto, se comenta que Bronson fue el que dobló las escenas a caballo, cuando daba la espalda a cámara, de... Sarita Montiel. 
La importancia de esta película, denostada en su día, es grande pues en ella está claramente la semilla del spaghetti-western que nacería en la década siguiente y con Cooper anticipando en parte el personaje que inmortalizaría Eastwood en "la trilogía italiana".


14.-El antihéroe: The searchers (Centauros del desierto, John Ford, 1956)
Una de las mejores películas del género y posiblemente el mejor papel de John Wayne (que algún rasgo tenía del personaje), narrada a modo de tragedia shakespeariana y que transcurre en el espacio de cinco años entre una puerta que se abre y otra que se cierra. Mágica, inolvidable.
Ethan Edwards (Wayne) vuelve a casa tras participar en el bando derrotado de la Guerra de Secesión. Es un personaje atormentado, solitario, quizá con problemas psicológicos (pero en el Far West esto no se estilaba), violento, racista, enamorado de su cuñada y que convertirá la búsqueda de su sobrina, secuestrada por los comanches tras asesinar a sus padres, en un modo de vida, ya que no tiene otra cosa en esta.
Imperial interpretación de Wayne y fotografía de Monument Valley difícilmente mejorable, acompasada por la música del maestro Max Steiner.
Mítica escena final.

15.- El Este contra el Oeste: The big country (Horizontes de grandeza, William Wyler, 1958)
Horizontes de grandeza se sitúa ya en años muy avanzados del siglo XIX, 1886, y fundamentalmente muestra una realidad que aún hoy, con muchos matices, se percibe en la realidad de USA: el choque de culturas entre una zona y otra. El personaje característico del Oeste es el tipo duro y rudo, forjado en un clima de violencia; el del Este se presenta como refinado, "de ciudad", educado.
Un capitán de barco retirado procedente del Este llega a Texas para contraer matrimonio con la hija de un mayor que, desde tiempo inmemoriales, mantiene disputas con un ranchero vecino. Sus modales y comportamiento, diferentes a los que imperan en la zona, harán que sea objeto de burla y rechazo por parte de casi todos. Esta antítesis se resalta, especialmente, en el enfrentamiento entre Gregory Peck (el ex-naviero) y un Charlton Heston (capataz del rancho del mayor) que por supuesto se mueve como pez en el agua en este papel, con y rifle. Ambos protagonizan una de las peleas memorables del género.
Aunque algunas veces se olvide citarlo, Wyler es uno de los grandes directores del Hollywood clásico y en grandes proyectos se encontraba cómodo (al año siguiente estrenaría Ben-Hur, por ejemplo) y demostraba toda su maestría; además, había que empezar a mover grandes producciones para luchar contra la incipiente generalización de la televisión. Western algo atípico pero espectacular, que constituye otra de las cimas del género.
La gran pelea.


16.- La guerra de secesión: The horse soldiers (Misión de audaces, J. Ford, 1959)
¿Pueden considerarse westerns las películas sobre la Guerra de Secesión (1861-1865)? Quizá técnicamente no y más cuando las principales batallas como Gettysburg se dieron en el "Eastern". Pero con Ford, Wayne, caballos y disparos el corazón dicta contestar afirmativamente. 
Misión de audaces (vaya traducción más imaginativa) narra la complicada misión de tres regimientos de la caballería de la Unión (de ahí su título original) que deben infiltrarse en territorio confederado para acabar con el nudo ferroviario que es la ciudad de Newton. La película es también un duelo entre personajes (y a escala interpretativa) entre Wayne y Holden (magníficos ambos), duro coronel y médico sensible, respectivamente; y entre Marlowe (Wayne) y Hanna (Constance Towers), furibunda defensora de la causa del Sur. 
Está dotada de grandiosas escenas como la carga en la estación, con el segumiento que se hace a la bandera confederada, el ataque de los cadetes o la carga que dirige Marlowe sólo tres minutos después de haberle sacado una bala de la pierna. Y cuenta con una inolvidable declaración de amor: "Una cosa, Hanna. Ahora que voy a dejar de ser la causa de sus sufrimientos, sepa que estoy enamorado de usted". El "duque" era mucho "duque".

17.- El héroe/el sheriff: Rio Bravo (Howard Hawks, 1959)
Pero si hay una figura mítica del género es el sheriff: todos queríamos serlo. Con su estrella que simbolizaba la ley, aunque en no pocas ocasiones eran corruptos y marionetas en manos de los prohombres de la zona. Pero el buen sheriff (tipo Wyatt Earp en la ciudad de Tombstone) es aquel que hacía prevalecer la ley por encima de todo, incluso por encima de los cadáveres de los que la infringían. Y nunca tenía miedo.
El genial Howard Hawks, uno de los grandes, sabía que los niños y mayores seguidores de estas películas conocían "este mandamiento". Así que montó en cólera cuando vio Solo ante el peligro, preguntándose cómo era posible que un hombre con la estrella tuviera miedo de 3 forajidos y recorriera la localidad buscando ayuda. Fruto de ello, unos años después de aquel, llegaba la respuesta de Hawks: Río Bravo.
Otro de los clásicos, tan conocido como atrayente. Chance (Wayne) es un sheriff que encarcela por asesinato al hermano de un rico y poderoso terrateniente de la zona. Mientras que espera que lleguen los representantes de la ley para que sea juzgado, intentarán liberarlo por cualquier medio. Como ayuda para hacer frente a todos los hombres reclutados por el prohombre, Chance sólo contará con un ayudante alcohólico, un viejo cascarrabias y un jovencito pistolero (además cantante, Ricky Nelson) . Por supuesto, a diferencia de Gary Cooper en aquel título, no necesita a nadie más, y entre medias le da tiempo a enamorarse y conquistar a una maravillosa Angie Dickinson.
Película grandiosa en todos los sentidos, con excelente interpretaciones de Wayne y Dean Martin (el gran Dino en su mejor aparición en pantalla y en la que también deja oir su prodigiosa voz) y más que eso de Walter Brennan.
En medio del fragor de la batalla, uno también puede divertirse y cantar.

18.- El fin del western clásico: The man who shot Liberty Valance (El hombre que mató a Liberty Valance, John Ford, 1962)
Si John Ford lo inició con La Diligencia, puede decirse que él se encargó de finiquitarlo (o casi) con esta imperturbable y eterna obra maestra. Se habían iniciado los años 60 y la sociedad estaba cambiando a un ritmo muy elevado. Y también el cine: los grandes artesanos empezaban a ser sustituidos por directores procedentes de la TV, cambiaba la temática, los gustos... un Ford de 65 años iba a contribuir decisivamente a derribar el mito que él mismo había ayudado a crear. Aunque hizo otro magnífico western, El gran combate, de carácter revisionista y donde la caballería, a la que había mitificado en una inolvidable trilogía (Río Grande, Fort Apache y La legión invencible) mostraba ahora sus miserias humanas para con los indios. A los niños nos pasó lo mismo, hasta algunos años después no comprendimos que cuando jugábamos a indios y vaqueros estábamos jugando a un genocidio (bueno, alguno todavía no lo habrá comprendido del todo).
Ford nos muestra a dos personajes que simbolizan dos formas de entender la vida: la clásica del Oeste y los modernos tiempos que comienzan a extenderse; la de Tom Doniphon (Wayne) y la del futuro senador Ransom Stoddard (James Stewart); la fuerza de las armas contra la ley; lo viejo y lo nuevo. Y es la segunda la que se acabará imponiendo en todos los sentidos: los nuevos tiempos, representados por Stoddard avanzan de manera impecable. Será considerado un héroe, llegará a senador y, además, se quedará con la chica (Vera Miles) que es el gran amor de Doniphon.
Wayne y Stewart geniales, al igual que los secundarios como Lee Marvin (grandioso), Carradine, Woody Strode o Edmund O'Brien. Narrada casi toda ella a través del flash-back, habría que destacar por encima de lo sobresaliente el duelo, aquella explicación de "Es el Oeste señor. Cuando la leyenda se convierte en un hecho, publicamos la leyenda" y una de las escenas de (des)amor más impactantes de la historia del cine: Doniphon, asumiendo que no podrá tener al amor de su vida, quema la casa que había construido para ellos con esas dos mecedoras en la entrada...

19.- El spaghetti western: Per un pugno di dollari (Por un puñado de dólares, Sergio Leone, 1964)
La producción en serie de westerns en Europa comienza sobre 1962, pero será a partir del éxito de esta película cuando se afiance, hasta el punto de que en España e Italia hasta poco más allá de 1975 llegaron a rodarse 500 producciones. El término que puso nombre al subgénero  fue acuñado de un modo despectivo, por su baja calidad en líneas generales y por tener la mayoría de ellos bandera italiana (también fue conocido como chorizo western el realizado en nuestro país). Aunque el propio Leone quiso desvincularse del género ("Me disgusta que todo el mundo me señale como el padre del spaghetti western. Soy el padre sí, pero de un montón de hijos de puta"), lo cierto es que nunca pudo asistir al encumbramiento de su cine. Aun hoy su nombre, junto al del actor al que inmortalizó, es lo primero que nos viene a la cabeza al hablar del SW, pero ya sabemos distinguir entre él y el resto de burdos imitadores que nacieron al provecho de su éxito; sólo Corbucci y algún director más merece ser recordado dentro del tono mediocre de calidad del subgénero.
A diferencia de los westerns clásicos, los personajes de Leone son "héroes sucios", egoístas, codiciosos, al servicio de quien más pague, sin escrúpulos (ya lo habíamos intuido en Veracruz, aunque de forma no tan extrema). Se busca resaltar lo grotesco, con primeros planos deformantes, la violencia siempre está en primer plano, rezuma la ironía... como venía a decir el propio Leone, cuando los personajes de Ford abren una ventana se preocupan por el mundo que les rodea, cuando los míos abren una ventana lo único que les preocupa es que no les peguen un tiro en la frente.
Por un puñado de dólares es la primera parte de lo que se dio en llamar "La trilogía del dólar" (junto a La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo en títulos traducidos), interpretada con el mismo poncho que usó en las siguientes por el gran Clint Eastwood ,en papel rechazado por James Coburn, y que se rodó entre Almería y Hoyo de Manzanares. En realidad, es una copia y/o remake (por lo que tuvo problemas legales) de la esencial película japonesa Yojimbo, rodada algún año antes por el maestro Kurosawa; incluso, el personaje de Joe el extranjero, es casi el mismo del mercenario interpretado de manera excelente por Toshiro Mifune, uno de los mejores actores de todos los tiempos.
Aunque considero algo superior a las otras dos producciones de la trilogía, especialmente la tercera enunciada, fue la que posibilitó todo el subgénero y la que ya encierra las principales características del mismo. Defenestrado durante mucho tiempo por la crítica, actualmente Leone ya está situado en el lugar que siempre le habría correspondido, a lo que también ha ayudado mucho (queramos o no) que las nuevas generaciones hayan leído que es uno de los referentes de Tarantino.
Y dos últimas palabras: Ennio Morricone.

20.- Historias del ferrocarril: C'era una volta il west (Hasta que llegó su hora, Sergio Leone,1968)
El Oeste no habría llegado a ser lo que fue de no haber existido la locomotora y la construcción de las vías para el desplazamiento de estas. Allí donde había parada de tren iban apareciendo las principales ciudades, que pasaban a estar bien comunicadas, no siendo necesario esos terribles viajes por desiertos o territorios de los indios (aunque estos iban siendo eliminados a medida que se expandía el ferrocarril). Son bastantes las películas que nos hablan de esto, pero a mi parecer la mejor es la que aquí nos ocupa.
Tras el éxito de la trilogía del dólar, Morricone es reclamado en Hollywood y directivos de la Paramount Pictures le convencen de que haga otra película del género antes de embarcarse en su proyecto más personal. Proyecto que no lograría concretar hasta ¡16 años después! (la prodigiosa Érase una vez en América).
Leone crea una obra maestra, con elementos del cine clásico y de "su spaghetti western", conjugando elementos como la codicia, la venganza, la maldad y la violencia. Y lo hace con un ritmo narrativo alargado hasta la extenuación, del que la primera y excelente escena es un claro ejemplo. Tenemos grandes interpretaciones con un sorprendente Henry Fonda en la piel de un tipo sin escrúpulos y desalmado,  muy alejado de su registro habitual;  un Jason Robard perfecto para el papel;  un silencioso Charles Bronson tocando la armónica; y a Claudia Cardinale, perfecta, en el cénit de su belleza. Por cierto, fue un fracaso en taquilla en USA y eso marcó el resto de su carrera, sólo 2 películas más como director y algunas más como productor hasta su prematura muerte en 1989 con 60 años. Pero nada sería igual sin (otra vez) Ennio Morricone.

21.- El western crepuscular: The wild bunch (Grupo salvaje, Sam Peckinpah, 1969)
Paralelamente al subgénero italiano (y español, en menor medida), los 60 verían desarrollarse lo que se llamó western crepuscular, que ya había tenido muestras en la década anterior y un claro referente en la mismísima El hombre que mató a Liberty Valance. El género, en USA, iba dejando progresivamente de interesar aunque todavía habría una serie de películas que brillarían en esa decadencia; no se resaltaba ya la grandeza de un tiempo, sino generalmente la inadaptación a una nueva época, la añoranza de un tiempo pasado, que en gran parte asemejaba la propia trayectoria de este tipo de cine.
Cuando se habla de él, se suele hacer referencia al excelente director Sam Peckinpah. Los personajes de este son personajes inadaptados, solitarios, los últimos vestigios de una época que ya pasó; como el propio director, que tuvo mil problemas con los estudios cinematográficos, aunque también ponía de su parte (su principal fuente de hidratación la constituían bebidas con graduación superior a 40º). En Grupo salvaje, bloody Sam, como lo llamó parte de la crítica por la violencia de sus películas cuenta la historia de unos ladrones (los "buenos" de la película) que viven a ambos lados de la frontera con México y que se verán atrapados entre tropas de caciques mexicanos en plena Revolución y cazarecompensas USA.
Peckinpah hace un uso magistral de la violencia, la cámara lenta para reflejar esta y el montaje, todo ello marca de la casa. Para esta historia de perdedores sin futuro contó con algunos de sus actores habituales (Warren Oates, Ben Johnson) y con los magníficos Borgnine y William Holden.
Trailer de esta auténtica obra maestra.

22.- El western revisionista: Little big man (Pequeño gran hombre, Arthur Penn, 1970)
Los 60, y especialmente en su segunda mitad, fueron años de cambio en casi todos los aspectos de la sociedad. Al menos, en aquellos países en los que se disfrutaba de cierto grado de libertad, quedando en intento en otros. El género, también iba  a evolucionar con los tiempos. Además de las tendencias ya citadas, apareció la que podemos llamar como revisionista,  caracterizada por cuestionar los principios motores del western clásico, en especial el papel del pueblo indio.
Flecha rota (Delmer Daves, 1950) había sido una de las primeras en ofrecer otro aspecto de los indios y durante los 50 hubo otras películas que empezaron a agitar las convicciones del género (esta y otras). Incluso, la última película del género del maestro Ford, El gran combate, había cambiado la visión sobre la población aborigen. Pero hacia finales de la década se harán varios filmes con esta temática, influidos por la contracultura y por la Guerra de Vietnam: son tiempos de plantearse que no hay nada sagrado, de golpear lo oficialmente establecido, de revisar todo lo que está aceptado sin más. Además, en no pocos casos son metáforas de ese conflicto bélico en el sudeste asiático sobre el que giró casi toda la vida político-social de USA en estos años (post que me reservo para otra ocasión).
Pequeño gran hombre nace en este contexto, dirigida por Arthur Penn y basada en una novela de Thomas Berger. Un personaje de 120 años (fenomenal Dustin Hoffman) rememora toda su vida a través de un flashback haciendo uso en todo momento de la voz en off, lo que es aprovechado para atacar, en tono humorístico (en la mejor línea del pícaro de nuestra Literatura Clásica), a todos los mitos del Oeste. Y especialmente a Custer y al 7º Regimiento de Caballería, que estaba luchando en Vietnam y usando ahora helicópteros para atacar a la guerrilla (...y arrasar poblados, pero esa es otra historia).

23.- Forajidos de leyenda: Pat Garrett and Billy the Kid (Sam Peckinpah, 1973)
Sabíamos que eran "los malos", pero en no pocas ocasiones quisimos ser como ellos. Además, el cine, en las mejores películas que giraron en torno a su vida ayudó a ese sentimiento. Billy the Kid,  Jesse James y su hermano Frank, The Sundance Kid y Butch Cassidy (especialmente para las féminas y si aparecen con los rostros de Redford y Newman)... sí, si no hubiéramos sido el sheriff, a la mayoría no nos hubiera importado atracar bancos o diligencias.
Billy the Kid creo que ha sido el "más querido" (junto a los Dalton, que también existieron, pero estos por los dibujos) y el que más veces ha aparecido en la pantalla. En 1973, y cuando ya el género agonizaba, Sam Peckinpah nos trae otra legendaria y espectacular muestra del género que, por supuesto, constituyó otro enfrentamiento con el estudio, que cortó y recortó a su antojo; en parte porque no confiaba ya mucho en estas películas y creía que un metraje extenso haría que la gente desistiera de su visionado.
Por supuesto, el director la lleva a su terreno y el forajido (Kris Kristofferson) es un hombre atrapado en el Oeste clásico que se resiste a adaptarse a los tiempos, a los que sí se acopla su "socio" antiguo y ahora al otro lado de la ley, Pat Garret (magnífico James Coburn). Cámara lenta en las escenas de acción (mil veces imitada posteriormente), grandes dosis de violencia, rezumando desencanto por todos  lados, excelente banda sonora de Bob Dylan (que también interpreta un papel) y aquella frase mágica de Billy the Kid cuando Pat le comenta que los tiempos cambian: "Los tiempos tal vez, yo no". Ese era Peckinpah.

24.- La fiebre del oro: Pale rider (El jinete pálido, Clint Eastwood, 1985)
En Enero de 1848 en Coloma, que pertenecía a una California que acababa de ser ganada a México (Tratado Guadalupe-Hidalgo) tras la guerra aunque todavía no integrada en EEUU y por tanto con un gran vacío legal, se descubría oro. Esto hizo que empezaran a llegar familias de cualquier lugar y nacionalidad en busca de posibles yacimientos, desde el solitario con su criba hasta los más organizados, y a los que se les llamó forty-niners (en referencia a que el éxodo masivo se dio en el año 1949). Era el inicio de la fiebre del oro, que posteriormente se extendería en el tiempo allí donde se dieran indicios o rumores de su existencia, y que creó todo un mundo y una mitología propias. Es en este contexto, en el del enfrentamiento entre unos pobres mineros y un tipo poderoso con más avanzados métodos de explotación donde se sitúa contextualmente El jinete pálido, aunque la película es mucho más.
Si ya en los 60 el western había disminuido en grandes proporciones su producción (Italia al margen), en los 70 este proceso iba a ir a más (desde mediada la década también en el país transalpino), hasta verse reducido a unas cuantas películas esporádicas que se daban cada cierto tiempo. Además, el terrible fracaso en 1980 de una película que podríamos incluir en el género, la excelente Heaven's Gate (La puerta del cielo, Michael Cimino, 1980), parecía firmar el acta de defunción de este. A mediados de los 80 iban a darse una pequeñísima resurrección cuando en 1985 aparezca este título y Silverado (Lawrence Kasdan, 1985) o la vacía pero taquillera Arma Joven (C. Cain, 1988), cuyo éxito permitió que algún director más se embarcara en el género en los años siguientes. Entre ellos Kevin Costner, que obutvo el éxito en todos los sentidos con el revisionista Bailando con Lobos.
Eastwood, que ya había dirigido y protagonizado en los 70 Infierno de cobardes y El fuera de la ley, mezcla en esta película elementos del spaghetti western, del que había sido su principal y mejor rostro, y de las piezas más clásicas del género. Es en realidad una especie de remake de Raíces profundas y donde destaca el personaje interpretado por el propio director que  despierta más interrogantes que el de Alan Ladd en aquella otra: un predicador que no se sabe de dónde viene ni a dónde irá, incluso si procede de este mundo, o si ha llegado en respuestas a las plegarias de una joven (toda la película tiene un marcado carácter apocalíptico).
Trailer.

25.- El testamento: Unforgiven (Sin perdón, Clint Eastwood, 1992)
La única cara visible que le había quedado al género, a un lado y otro de la cámara, desde el comienzo de la caída en la década de los 60 iba a ser la encargada de firmar "el acta de defunción". Cierto es que de manera posterior han seguido apareciendo westerns de manera esporádica, pero es tal la fuerza de esta película que puede decirse que Eastwood decidió "acabar" con él, anunciando además que sería su último filme de este género (realidad en parte, porque a mí Gran Torino me parece un western con coche en vez de caballo). Con 62 años era hora de bajarse del caballo.
Aunque había debutado tras la cámara en 1971, alternando películas en las que seguía explotando su imagen de tipo duro con otras que adelantarían su estilo posterior, sólo en 1988 con la extraordinaria Bird comenzó a gozar de reconocimiento. Y con Sin perdón se consagró, en la que conjugaba rasgos de la corriente clásica, la crespuscular e, incluso, la revisionista.
La historia del pistolero retirado que busca la última recompensa como salida a su situación económica, consciente de que su época ya pasó, que no es el mismo, pero que acaba sorprendido porque la leyenda, en el Oeste (como se dijo en El hombre que mató a Liberty Valance) puede estar por encima de la realidad, supone una visión desmitificadora de todo aquello que el director/actor representó durante casi 30 años. Y Clint se despide dejando este mensaje de forma consciente, y diciendo esto fue todo.
A destacar la fotografía sombría de interiores, y los magníficos actores de reparto (Freeman, Hackman, Harris...) que acompañan el rostro siempre hierático de Eastwood.
Trailer

Aquí concluye el repaso por el mundo del western. Lógicamente, se trata de una selección personal donde infinidad de títulos no han podido citarse, algunos de los cuáles están a la altura de los aquí mencionados (incluso alguno habrá superior). Por último, comentar que el intento más serio de revivir el género se hizo desde la pequeña pantalla, en la prodigiosa serie de la HBO Deadwood, de la que se hicieron 3 temporadas (2004-2006) con un total de 36 capítulos antes de que se anunciara su desaparición debido a los elevados costes de realización. Su calidad, a la altura de lo grandes títulos.


jueves, 5 de julio de 2012

Recuerdos del Far West: El western en 25 películas (I)

Mi infancia, como la de muchos, está asociada a la televisión (la de la uno y el UHF) y a la programación que esta nos ofrecía. En un pueblo manchego a principios de los 80 poco más había. Especialmente me aficioné a las películas; las pasaban de todo género y época, pero a los niños (y a los mayores) las que más solían marcarnos eran "las de vaqueros" o "del Oeste". Con el transcurrir de los años esta afición,  lejos de aminorar con la aparición de otras ofertas culturales y/o de ocio, fue a más.

El western, palabra que aprendimos después, nos cautivaba por toda su mitología: indios y vaqueros; caballería que aparecía en el último momento; lanzar una cuerda a la rama fornida de un árbol como sustitutivo o ejemplo de un juicio rápido; los buscadores de oro; los grandes transportes de ganado; esa sonrisa ante la aparición de "yonvaine" (pronunciación que difería dependiendo de la persona que la emitiera) aquel vaquero alto y fuerte que, en palabras de un amigo de mi padre, era "un vaquero de verdad y no como el vaquero blandengue ese" (James Stewart); lo sheriffs o marshals y los duelos en el saloon que paralizaban el sonido del piano o pianola; tantos y tantos recuerdos de una infancia que no volverá... pero que quizá podremos evocar en las películas. O, si no es posible, al menos disfrutaremos de ellas.


No me detendré en entresijos históricos, pero el género viene a recoger la esencia histórica del siglo XIX en USA, fundamentalmente por  la ampliación de territorio a base de compras y, sobre todo, guerras a partir de las colonias iniciales. Guerras con otros países (al México recién independizado le quitaron buena parte de su territorio) o con los habitantes originarios, los indios, de unas tierras que no dudaron en hacer suyas por cualquier método, acabando por confinar a los restos de esa población en reservas más turísticas que otra cosa. Y, también, guerra entre ellos: la de Secesión. Pienso que el western fue tan grande en el cine de USA porque es su historia, como si aquí hubiéramos rodado películas sobre las traiciones borbónicas de ese siglo o los continuos pronunciamientos de "espadones" y "espadines" (con el gran Espartero a la cabeza) de manera casi compulsiva.

Así que me ajustaré el sombrero para hacer un rápido recorrido por el western a través de 25 películas. Como cualquier listado, criticable. Sin forzar la mente me vienen unos 100 títulos, todos de calidad, que podríamos aumentar a 150 si me propusiera recordar (además de muchos más que no deberían citarse aquí); así que faltarán algunos míticos, otros aparecerán que, sin ser los mejores, sí tienen una gran carga significativa por una u otra razón y cuestiones similares. Alguna obra maestra como The golden rush (La quimera del oro, C. Chaplin, 1925), The Treasure of the Sierra Madre (El tesoro de Sierra Madre, John Huston, 1948) o The General (El maquinista de la general, B. Keaton, 1926)  se omiten de forma intencionada por considerar que aunque rememoran la época no recogen los elementos que podrían caracterizar al género.

3,2,1. Cámara. Acción.

1.- Los orígenes: The great train robbery (Asalto y robo al tren, E. S. Porter, 1903)
Primer western de la historia del cine, anterior incluso a la aparición de los géneros cinematográficos como tales. Película importante porque significa el nacimiento del género y por su propia contribución a un cine que estaba dando sus primeros pasos y que seguiría el camino de ficción de Mèlies frente al carácter fundamentalmente documental de sus creadores. También tiene un papel fundamental en el desarrollo del montaje como elemento técnico. Impagable su escena final con el bandido disparando a la cámara.

2.- Los años silentes: The iron horse (El caballo de hierro, John Ford, 1924)
Aunque se siguieron rodando este tipo de películas, la verdad es que no eran demasiado valoradas. Solían ser películas baratas, realizadas con cámara fija, fabricadas en serie y, en líneas generales, obra de pequeñas productoras. La película más destacada del período mudo posiblemente sea esta, donde el mítico John Ford ("My name is J. Ford and I make westerns", diría en su declaración ante el tribunal de actividades antinorteamericanas en plena "caza de brujas") comienza a desarrollar un estilo que culminaría 15 años más tarde. El caballo de hierro, es una ficción con clara vocación documental que narra las vicisitudes en la creación de la primera red ferroviaria transcontinental. Aquí, varias secuencias de la película donde ya puede verse la mano del autor.

3.- Los inicios del sonoro: The big trail (La gran jornada, Raoul Walsh, 1930)
Con la llegada del sonoro, el cine del oeste intentó adaptarse al mismo. No tuvo demasiada suerte y una serie de fracasos hizo que se desistiera de grandes producciones y volviera a caer en el mundo de películas de serie B. El título más conocido es Cimarron (W. Ruggles, 1931), superproducción que ganó el óscar de la Academia, pero la que más me gusta es esta. Cruces de ríos, luchas con los indios,  etc. en la historia de un joven vaquero que debe llevar a unos colonos a atravesar el estado de Oregón. Walsh, que luego dirigiría otras grandes obras del género (y de otros), la dirige y el vaquero es.... John Wayne, quien de aquí comenzaría a rodar hasta final de la década westerns de poco presupuesto.
Para los que les gusten los detalles técnicos, pueden observar en el vídeo de abajo que apenas existen los movimientos de cámara, sino que todo se hace mediante cambio de planos. Y es que las "cámaras-armario" de la época favorecían poco un género que debía basarse en la espectacularidad y los espacios abiertos.

4.- El inicio del western clásico: Stagecoach (La diligencia, J. Ford, 1939)
Podríamos calificar esta gran película como el acta fundacional del western clásico, el paso del género de estar poco valorado y anclado en producciones de bajo presupuesto a considerarse cine de calidad. Y esto fue posible, fundamentalmente, al encuentro de dos nombres propios que se convertirían en iconos del género: Ford y Wayne.
Basándose (sin aparecer en créditos) en una obra del autor francés del siglo XIX Guy de Maupassant, el gran Dudley Nichols escribe un soberbio guión que relata un viaje en diligencia donde se dan cita una serie de peculiares personajes, desde el jugador a la prostituta expulsada de la ciudad, desde el comerciante de licor al medico alcohólico...
Obra maestra repleta de escenas míticas como el asalto de los indios (con sus también míticos errores) con la llegada a última hora del Séptimo de Caballería (llegar siempre llega), la primera aparición de "The Ringo Kid" (Wayne) o la utilización como escenario de Monument Valley. Como siempre en Ford, gran trabajo actoral con un conjunto de excelentes secundarios (Trevor, John Carradine, Thomas Mitchell...).
Impresionante trailer de la época

5.- Épica vs realidad: They died with their boots on (Murieron con las botas puestas, Raoul Walsh, 1941)
El western es el género épico por excelencia y películas como esta contribuyeron a ello. Otra cosa es la realidad. Murieron con las botas puestas cuenta la historia, falseada,  de George Custer (un magnífico Errol Flynn) desde su llegada a la Academia militar de West Point, pasando por su participación en la Guerra de Secesión, su nombramiento al frente del Séptimo de Caballería y su muerte en Little Big Horn haciendo frente a Caballo Loco.
Los hechos ocurrieron pero no fueron así, aunque la batalla sí acabó del modo que sabemos y sólo sobrevivió en el regimiento de Custer... un caballo llamado Comanche. Además, él fue herido al principio de la batalla y contribuyó al desorden de sus tropas; algo diferente a aquello de quedarse sin balas y defenderse como último hombre con la espada como Walsh muestra en pantalla. La película alterna momentos de acción y otros intimistas. También para el recuerdo el general despidiéndose de su mujer con estas palabras: "Pasear por su lado en la vida, señora, fue muy agradable", con las que hacía referencia a la primera vez que le habló y le invitó a pasear.

6.- La ley del Oeste: The Ox-Bow Incident (Incidente en Ox-Bow, W.A. Wellman, 1943)
Sabemos que en el Oeste había sheriffs, alguaciles o jueces que intentaban impartir justicia lo mejor que podían. Pero también sabemos que en cualquier momento podía existir un "juicio exprés" de esos que solía acabar con alguien tirando una cuerda a un árbol y haciendo con esta una figura que dejaba hueco para meter la cabeza.
Una de las mejores películas sobre el tema es esta, donde asistimos, con una narración vigorosa, a los diferentes pasos con antecedentes y epílogo, incluidos, de un linchamiento. Cuenta conHenry Fonda, Dana Andrews y Anthony Quinn y se nota la mano firme del gran Wellman, que daría al género otros grandes títulos como Las aventuras de Buffalo Bill, Cielo amarillo o la mítica Caravana de mujeres.

7.- Duelos clásicos: My darling Clementine (Pasión de los fuertes, J. Ford, 1946)
La mejor forma de zanjar cualquier polémica era medirse en un duelo. No "a la europea", con testigos y esas cosas, sino dejando el whisky para salir del salón (o ahí dentro mismo), matar a quien fuera necesario y volver a acabar la botella. Quizá el más famoso sea el ocurrido (realmente sucedió) en el llamado OK Corral, protagonizado por otro de los personajes históricos recurrentes en el género: el marshal Wyatt Earp.
Ford había con alguno de los protagonistas del suceso real y aquí nos ofrece la mejor película sobre el mismo (notable es Duelo de titanes y flojas  Duelo a muerte en Ok Corral, Tombstone, Wyatt Earp, etc.). Henry Fonda interpreta al conocido sheriff, ayudado aquí por un Doc Hollyday tan inexpresivo como Victor Mature; en el bando de los Clanton, como patriarca aparece el impagable Walter Brennan.
Respecto a los duelos, una anécdota. El famoso modelo Walker Colt no se generalizó hasta casi 1860, 10 años después de su fabricación, por lo que hasta esa fecha se usarían más armas de un solo disparo. Me quedo con el cine, por supuesto.
Trailer para salas.

8.- El negocio del ganado: Red River (Río Rojo, Howard Hawks, 1948)
Otro de los temas recurrentes fue el negocio del ganado y el transporte de este; de hecho, el vocablo cow-boy es inequívoco y se hizo extensivo para cualquier tipo de la época, se dedicara a ello o no. Pistoleros que defendían al gran propietario, ladrones de ganado, movilización de grandes manadas y la espectacularidad de las mismas, son aspectos que dieron mucho juego.
El genial Hawks rueda aquí el primero de sus seis westerns, con ecos de tragedia griega, para contar el traslado de 10.000 cabezas de ganado desde Texas a Missouri. En el transcurso del mismo se darán traiciones, deserciones, ataques, enfrentamientos, etc. que confieren a esta película la grandeza que posee. John Wayne borda el papel del duro Tom Dunson y lo mismo hace el gran "Monthy" Clift en su debú cinematográfico. Por supuesto, Walter Brennan no está por debajo de ellos. Imprescindible.
9.- Historias de venganza: Winchester 73 (Anthony Mann, 1950)
El cine del Oeste ha dado grandes obras cuyo principal motor ha sido la venganza, los ajustes de cuentas por un robo o un asesinato. Este es uno de los motores principales de esta grandiosa película, estructurada en diferentes historias que siguen la búsqueda del arma que da nombre a la misma. Podríamos decir que el "actor" principal es este Winchester del cual seguimos su trayectoria, aunque nos encontramos también con esa historia de venganza.
Primero de los 5 westerns que el gran A. Mann rodó con James Stewart de los 11 que componen su fantástica filmografía y en los que sacó lo mejor del actor, aunque no daba precisamente el tipo (algo frágil y desgarbado) que imperaba en el género. A destacar también el personaje de mujer fuerte de Shelley Winters, en la línea de otra película del género que Mann había rodado ese mismo año, Las Furias, y en la que la protagonista absoluta era una mujer (Barbara Stanwyck). El western clásico comenzaba a diversificarse y modernizarse.
Trailer oficial

10.- El western psicológico: High noon (Solo ante el peligro, F. Zinnemann, 1952)
High noon ha quedado como uno de los mejores ejemplos del western psicológico, aparatoso nombre para dar a entender que ciertas películas del género iban a ir más allá de una mera acumulación de escenas de acción y que iban a mostrar historias más complejas, estudios de personajes, etc. El primero de ellos fue la propia La diligencia.
El sobresaliente y quizá ahora poco recordado Zinnemann dirigió con mano maestra este éxito inmediato, en plena década dorada del género,  desarrollado en tiempo real y en la que narra la llegada de tres criminales a una localidad para saldar cuentas con el sheriff de la misma. Este solicita ayuda pero toda la gente del pueblo acaba por "rechazar el ofrecimiento", por lo que tendrá que enfrentarse a ellos en solitario. A diferencia de la mayoría de sheriffs de estas películas, este tiene miedo y se debate entre cumplir con su trabajo y el institno de conservación (además, acaba de casarse).
En realidad es una metáfora y crítica de "la caza de brujas", pues su guionista fue procesado y tuvo que enfrentarse en solitario al tribunal al ser abandonado por varios de sus compañeros. Cuenta con un excepcional Gary Cooper y con Grace Kelly, Kathy Jurado o el gran Thomas Mitchell.
Rememoremos esa legendaria escena que nos muestra lo que es la soledad (aunque con la música del no menos legendario Dimitri Tiomkin).
Trailer

11.- La sombra del pasado: Shane (Raíces profundas, George Steven, 1953)
En el lejano Oeste (y no sólo en él) no era tan fácil dejar las armas y cambiar de vida. Varias películas giran sobre este tema, pero en la mayoría de los casos se acaba (aunque sea momentáneamente) por volver a las viejas costumbres. Aunque quizá de manera "justificada", ya que en casi todos los lugares la razón la llevan las armas y la fuerza.
Es lo que le ocurre a Shane, un hombre de enigmático pasado que llega a un valle de Wyoming donde es recibido por una familia que le da trabajo. Pero el rico ganadero de la zona ha visto limitadas las tierras de pasto por los cultivos de los agricultores (hecho socio-económico que llevó a enfrentamientos reales) y, ante la ausencia de justicia, contratará a un pistolero para que se cumplan sus designios.
Excelente película con un Alan Ladd que no puede dar más de sí, aunque sea su mejor interpretación. Un vaquero con chaqueta de flecos impolutos, cabello rubio bien peinado y que se pone a pelear con tipos que le sacan tres cabezas suele ser un lastre. Bien el resto del reparto comenzando por Jean Arthur y concluyendo por el duro Jack Palance que como "malo" no tiene rival. Inolvidable la música de Victor Young. Por cierto, los que traducían los títulos, en esta como en la anterior...

12.- La mujer en el Oeste: Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954)
El western no era el mejor género para la mujer, que muchas veces se limitaba a ser la compañera del protagonista,  la chica del saloon, etc. Sin embargo, también hay algún ejemplo de películas en las que manejan las armas como lo pueden hacer los hombres y la verdaderas protagonistas son ellas: tanto en títulos recientes (y absurdos) como en otros de la época clásica. Históricamente también hay casos como los de la magnífica exploradora, entre muchas otras cosas, conocida popularmente como Calamity Jane.
Pero por encima de todas y presentando un magnífico duelo entre féminas de carácter (incluso lo prefiero a aquella pelea de Las Petroleras entre ¡Claudia Cardinale y Brigitte Bardot!), se encuentra esta obra maestra que con un presupuesto de serie B rodó Nicholas Ray para la Republic. Con evidentes toques de cine negro, se nos narra la llegada a un saloon de Arizona de un guitarrista para amenizar las veladas. Este local está regido por Vienna que es la actual amante de Dancing Kid, antiguo novio de Emma Small. Esto hace que la rivalidad entre ambas mujeres aumente.
La película se ve aderezada, con suma maestría, por todo tipo de perdedores, represiones sexuales latentes, amores pasionales, odios viscerales, duelos difíciles de olvidar... y donde destacan las magistrales interpretaciones de Sterling Hayden (Johnny Guitar), Joan Crawford (Vienna) y Mercedes McCambridge (Emma). La música también es de Victor Young y el tema principal de este y Peggy Lee.
Recordemos esta escena memorable, con doblaje de la época.

Para S.C., el último cowboy

martes, 3 de julio de 2012

Carreras de verano y nuevos objetivos

Tocaba darse un pequeño respiro. No han sido semanas de descanso, ni mucho menos, pero sí que se ha producido un descenso de kilómetros. Además, las habituales tiradas  y/o carreras de largas distancias han sido sustituidas por típicas carreras de este tiempo. Ahora, y después de 8 semanas consecutivas poniéndome el dorsal, toca volver a acumular kilómetros de cara a la siguiente citas. Seguiremos una rutina consistente en prueba objetivo-descanso activo de 10 días-vuelta a cargar kms para la siguiente prueba. Entre medias de estas pruebas haremos alguna carrera más, desde luego, pero todo irá enfocado a ellas. En un principio, y aunque la última puede sufrir variación, los siguientes objetivos son:

22 Julio - Zumaia Flysch Trail (31,2 kms)

19 Agosto - Maratón del Río Boedo

30 Septiembre - Maratón de Varsovia

28 Octubre - Quijote Maratón (Ciudad Real)

Tras el TMT de 50 kms y el epílogo de los 34 kms de Corricolari-Aire Libre, los tres últimos fines de semana han estado dedicados a las carreras de corta distancia en localidades cercanas: CP de Arenales de San Gregorio (9 kms), 10 kms Villamayor de Santiago (9,700 o algo menos) y 10 kms Villa de San Clemente (estos sí homologados). Estas dos últimas pertenecientes al Circuito de Carreras Populares de Cuenca.

Este circuito celebra su 10º temporada y este año cuenta ya con 19 pruebas. Algunas de ellas (Tarancón, Honrubia, Cuenca...) existían con anterioridad a la formación del mismo, aunque no son pocas las que han ido naciendo a medida que iban cayendo las ediciones. Como dato definitorio está su carácter fundamentalmente "veraniego" ya que, aunque comienza a mediados de abril y concluye en septiembre, es a partir de junio cuando las pruebas se celebran semanalmente sin interrupción, casi siempre en sábado por la tarde. No sé si por esta razón, se trata de pruebas de distancias cortas: varias de 10 kms con algunos metros arriba o abajo y otras con distancias que van de los 7 kms al hectómetro. 

La única que no cumple con esta característica es la prueba estrella, la famosa y espectacular CP Hoz del Huécar, que tiene salida y llegada en Cuenca y que se desarrolla por la carretera de este impresionante paraje. Tiene una distancia aproximada de 14,850 kms y este año, para su XXV aniversario, ha reunido a casi 1.500 corredores. Las otras pruebas son mucho más modestas, y pueden congregar entre 330 y 400 corredores. Desde luego, si no hubiera circuito constituido, algunas no existirían y de hacerlo, pues aproximarse a 150 personas sería un éxito mayúsculo para la mayoría de ellas. En Cuenca, Toledo o Ciudad Real he participado en varias carreras que no llegábamos a 100 corredores y que contaban con más de 30 ediciones. Otra forma de ver las cosas. 

La conclusión es que con estos circuitos el atletismo popular se ha ido desarrollando bastante en esta zona. Los hay en Albacete (¡44 carreras!), Cuenca y Ciudad Real. Integrarse en ellos hace que una carrera garantice un número fijo de corredores que jamás tendría sin estarlo; eso sí, tienes una serie de gastos fijos y requerimientos que de otra manera podrías no tener. Pero como idea de crecimiento del atletismo popular, fantástica.

Una carrera de estas distancias se hace tan dura como uno quiera, es decir, depende del ritmo que queramos imponer: más o menos exigente. Como no suelo entrenar ritmos por debajo de 4' el km, cuando en estas carreras lo hago me siento extraño al ir forzando la máquina nada más empezar; eso sí, ninguna secuela muscular. Es más, el sábado tarde se hace la carrera y el domingo por la mañana a rodar sin problema alguno. Más o menos en las 3 carreras he podido rodar al mismo ritmo, 3'50" km sin agonizar en exceso, lo que para ser verano (en Villamayor corrimos a 36º) y mis características no está mal del todo. En esta última, el Gran Fondo de San Clemente, 38'40". 4 minutos menos que el año pasado.

Por cierto, en las dos del Circuito de Cuenca ganó el triatleta conquense José Miguel Pérez, que participará en Londres.