martes, 10 de diciembre de 2013

Por caminos de cabras: FalcoTrail 2013

El año pasado ya estuve interesado en esta carrera, que se celebra en la localidad murciana de Cehegín,aunque al final me decidí por el asfalto y por repetir participación en el Maratón de Castellón. Este, y tras consultar diferentes crónicas de participantes, decidí apuntarme. Era una buena forma de concluir "la temporada", la prueba nº 10 de larga distancia del año: 8 maratones y 2 ultras. 

En principio, un trail fácil, con mucha pista, desnivel muy asumible (se hablaba de unos 1.600 +)... una "relaxing curse por la montaña", vamos. Cuando se abrieron inscripciones y se conocieron algunos cambios, consulté a la organización y me contestaron que cambiaba algo el circuito pero que era corrible en un 85%, que sólo tenía dos cuestas difíciles, etc. Así que como ya tenía la idea hecha,  me apunté.


Pero al parecer las críticas del año pasado, en algunos sectores, fueron grandes: eso no era una carrera de montaña y cosas así. Y los miembros organizativos fueron cambiando la idea original y concibiendo un maratón que en el mundillo es lo que se llama "duro de cojones". 6 subidas (un par llevaderas, 3 de gran dureza y una imposible), creo que en torno a los 2.500+ o algo más, muy técnica en subidas y bajadas, en algún punto más que peligrosa, bellísima, fascinante, inolvidable. 

El jueves, previa parada en Caravaca de la Cruz para dar un pequeño paseo (siempre quise ser un caballero Templario, por supuesto), llegaba a Cehegín para instalarme en la antigua estación, hoy convertida en albergue, que era el punto de salida y llegada. Allí conocí a algunos chavales del grupo senderista Los Tractores Reactores, de Pilar de la Horadada, municipio de Alicante casi en la frontera ya con Murcia. Más que amables, me dijeron que me fuera con ellos a la charla técnica y después ya cenamos juntos hablando de unas y otras pruebas. Me convencieron: si logro dorsal, me tendrán en Cartagena para correr la Ruta de las Fortalezas. 

El animado perfil
Ya en la charla técnica, además de hacernos alguna foto con "Super-Paco", pudimos recibir los últimos avisos sobre la dureza del recorrido. En principio, hasta el km 21 se mantenía el recorrido del año anterior aunque cambiando tramos de pista por sendas; a partir de ahí, todo cambiaba y donde hubo terreno de pista casi llano, ahora aparecían 3 subidas más: con mucho desnivel y técnicas. Avisaban, entre otras cosas, de puntos de evacuación (metiendo el miedo en el cuerpo, vamos), los vehículos y algo que no entendí bien sobre el vértigo. 

Conseguí dormir bien y sobre las 6.30 del viernes despertaba. Café para combatir el frío, intenso a las primeras horas de la mañana, y preparado. La idea, hacer una carrera auto-homenaje, tranquila, disfrutando y no romperme un brazo, idea esta que fue convirtiéndose en no romperme brazo, pierna y crisma a medida que los kilómetros pasaban. Los 3 primeros de rodaje, para entrar en calor, por la Vía verde y pronto llegábamos al primer escollo de la mañana. 

Esta primera subida es asequible, de 1,5 kms aproximadamente, aunque tras un pequeño descenso vuelve a subir algo más. La gente ha corrido mucho por la Vía Verde y ahora se pone a andar, sin intentar correr lo más mínimo, por lo que se forma un tapón y hay que tener paciencia. El descenso se realiza por sendas y senderos y dejo pasar a quien me lo pide. Tras un pequeño tramo en llano, afrontamos la segunda subida, el As de copas. También de 1,5 kms la parte inicial, pero que ya se va a una pendiente media de ... 23% y entre las rocas. Hay algunos puntos en los que hay que ayudarse con las manos. Una vez arriba, cresteamos durante un par de kilómetros más: duras las subidas, difíciles las bajadas.

Nada más iniciarse el descenso llegamos al primer avituallamiento, km. 13,5 (el previsto del 8,5 no estaba colocado). El sol ya ha hecho acto de presencia y, aunque en zonas entre árboles hace fresco, me quito de varias prendas: fuera gorro y chaleco, cambio de guantes gruesos por unos más transpirables. La tercera subida es la más larga pero también la más llevadera: el Pico del Aguila, punto más alto de la carrera (1.184 metros) lugar por el que pasaremos más tarde de nuevo. Son casi 6 kms, pero por sendas pedregosas en las que se puede correr casi todo el tiempo. Aquí paso a bastante gente, pues voy con mi ritmo de carrera lento pero constante.

Algún pequeño bache en el firme
En la cima, kms 21, nuevo avituallamiento: vino, migas y diferentes viandas más para quien quisiera. Isotónico, agua, barritas y azúcar en forma de gominolas para mí (son las cosas que digiero mejor). Se inicia un descenso poco técnico seguido de un tramo más o menos llano que nos cambia desde una sierra a otra. Nuevamente reponemos fuerzas antes de afrontar lo más duro del día. Miro hacia arriba... y en lo alto de un peñasco hay puntitos de colores: ¡corredores! ¿Hasta ahí hay que subir? Pregunta retórica, desde luego.

La subida al Campanario, no tiene más de 700 mts lineales; lo malo es que son verticales. Los últimos 400 metros acumulan una pendiente media del 34% y aquí no puede hablarse de senda ni sendero: esto ya consiste en trepar entre las rocas ayudándose de las manos en casi todo momento. Sin embargo, me noto bien y que subo sin excesiva fatiga. El único momento delicado es cuando se me ocurre mirar hacia atrás y veo la caída: ahora comprendo lo que decían en la charla técnica del vértigo (y me acuerdo de Ray). También se me vienen a la mente las películas de Tarzán: siempre había una escena en la que pasaban por un desfiladero y un pobre portador caía al vacío. 

Finalmente llegamos arriba... para, posiblemente peor, iniciar el descenso. Hay un tramo de cresteo en el que el precipio está a ambos lados (me da por pensar que un tropezón me hace rodar hasta la salida otra vez), pero después transcurre buena parte entre pinos, con lo que uso la táctica de ir de árbol en árbol (como aquellas ardillas que lograban cruzar la Península hace siglos, qué pensativo estoy). Logro el objetivo de no caerme y una vez abajo, sin descanso, a subir de nuevo. La siguiente subida, la quinta, es más humana: sólo 1,3 kms más o menos, al 20%. Hay que ayudarse de las manos en algún punto, pero después de lo anterior, se lleva hasta bien. Charlo con otro corredor al borde de un barranco y le digo que me siento muy bien, que acabo entero: ya conozco mi cuerpo tras tanta paliza. 

La cómoda bajada del Campanario
El descenso comienza peligroso pero luego se torna más llevadero seguido de un tramo llano que nos devuelve a la primera sierra para afrontar la última cima de la carrera. En el tramo llano, como va siendo habitual por relajarme un poco tras la tensión de las bajadas... al suelo. La raíz que me persigue en todas las carreras. Afortunadamente, no es grave y sigo corriendo sin problemas. En este último escollo, primero subimos poco a poco y luego aparecen los 600 metros finales al 22%, aunque con un pequeño descansito. En los metros últimos, los más duros, al subir entre los peñascos, improviso una agresión al medio ambiente en forma de rodillazo a una roca. Esta no se queja en exceso, yo sí. Sin embargo, dolor inicial y nada más.

Sano, salvo y hasta contento
Tras hacer cumbre, nuevo descenso por roca suelta y a afrontar los 4-5 últimos kilómetros (la carrera se fue hasta los 43 largos), ya por terreno ondulado pero por caminos, riachuelos y sendas, con pequeños toboganes que a estas alturas no parecen tan pequeños... pero terreno cómodo. Me sorprendo solventándolos todos sin necesidad de andar y pasando a gente. Un km final de Vía Verde y meta, con bastante animación. La alegría hace que me ponga a hacer un poco el tonto, que me lo he ganado. Tiempo final, 6h13'01". Contento y sin muchas heridas de guerra.

El FalcoTrail es una carrera brutal, preciosa, con una organización extraordinaria. Montaña en estado puro, buscando sendas, senderos o la ausencia total de los mismos frente a la pista forestal; la complicación frente al terreno fácil. Una carrera, en fin, muy exigente, al alcance de no toda la gente y que tiene poco que ver con esas carreras "por montaña" que venden ahora algunas grandes marcas, destinadas a mucha gente y que se desarrollan por caminos de 3 metros de ancho, al 2,5% de desnivel y con alguna piedra y charco que esquivar cada 4 kilómetros.

La señalización perfecta y la gente que participó en la gestación de la prueba, en líneas generales, majísima. Seguro que se convierte en prueba de referencia. Y quién sabe si toca repetir. Me ha demostrado, además, que aunque no sea mi terreno, también puedo hacer (y disfrutar de ellas, incluso) un papel digno en carreras técnicas. Alguna más caerá, aunque 2014 comenzará sobre asfalto.

Gracias a los miembros de la organización que leyeron esta crónica y corrigieron mi confusión en el nombre de las cimas. Con detalles así... tengo que volver sí o sí.

martes, 26 de noviembre de 2013

Vuelta al Mediterráneo: Media Maratón de Benidorm

Después de haber realizado este año dos Maratones Atlánticas (A Coruña y Oporto) tocaba volver a correr cerca del Mediterráneo, Benidorm. Ciudad que, por cierto, me encanta desde noviembre a mayo y que intento no pisar en el resto de meses: cosas de ser un tipo poco sociable. Además, al tener por allí algunas buenas amistades, siempre les digo que bajaré a correr y así podemos vernos. Aunque el tiempo pasaba...


Con esta media maratón, que antes se hacía conjuntamente con una prueba de 42,195 kms, había tenido una relación de amor/odio. Estuve a punto de bajar a correr la maratón un par de años y al final me decidí por otra prueba. Hace 5 años, cuando ya sólo se disputaba la media, bajé a correrla: un incendio en la Sierra hizo que las fuerzas de orden público no pudieran garantizar la seguridad de la carrera y no se celebró. Unos meses más tarde, ya en sus actuales fechas, se celebró y yo estaba escayolado, por lo que no pude participar. 

Hace un par de años se volvió a celebrar el maratón y coincidió con el de Florencia, al que estaba apuntado. Ahora sólo se corre la media y este año tampoco estaba prevista. Este día, Ray y yo llevábamos pensando buena parte del año en correr la media maratón de Córdoba. Pero por abandono, por ir dejando pasar el tiempo, el día después de Oporto, al ir a apuntarnos, ya estaba el cupo cubierto. Así que buscamos una alternativa y eligió esta. Por supuesto, yo no quería pero tampoco opuse mucha resistencia.

Así que llegado el día, reloj a las 5 de la mañana y en dirección a la playa. Sobre las 9 ya estábamos por ahí, con tiempo para tomar un café, recoger el dorsal que Javier nos tenía preparado (mil gracias), saludar al gran Andrés Astrua y hacernos alguna foto. Cuando habíamos pasado por Chinchilla, -3º; allí, mañana soleado y el termómetro que se fue hasta casi los 20º a mediodía. A las 9.30 la salida de un 10 kms y media hora más tarde la media maratón. 

La carrera merece mucho la pena, la verdad. Inicio y final junto al Ayuntamiento, parte final del paseo marítimo, subida hasta las afueras de la ciudad, vuelta para recorrer el centro con el grupo ya estirado, visita a la otra parte de la ciudad (la cercana al Bali), recorrido completo del Paseo Marítimo y vuelta al lugar de partida. Alguna subidita, sobre todo en el km 11 y el final en cuesta. 

La verdad es que disfruté bastante, quizá porque a pesar de llevar un ritmo ligero (para mí, claro está) no fui forzando en casi ningún momento, lo que me hizo ir atento al recorrido y llegar algo sobrado. Organización muy buena, la verdad, donde debe resaltarse la importancia de que el circuito esté totalmente cerrado al tráfico. Lo peor, la salida; como siempre, por culpa de la gente. Baste decir que me coloqué 8 minutos antes (una media de unas 1.300 personas) y estuve al lado del globo de 1.50 para quedar luego dentro de los 75 primeros. Batalla perdida la de intentar educar a la gente...

Así que tras la salida, esta vez necesité 1,5 kms aproximadamente para poder correr bien, tras ir en zig-zag adelantando a los que se habían colocado más adelante de lo que deberían haber hecho, incluido un grupo de corredores de un equipo de la provincia de Ciudad Real (algunos en clasificación aparecen con 1.47 y estaban cerquita del que ganó en la salida). Pero bueno, pronto se pudo correr y ya puse un ritmo uniforme para ir pasando los kilómetros. 


El paso por el centro, la parte antigua, resultó bastante emotiva. Luego, sobre el 11, vino la principal cuesta, dura la verdad; pero en la bajada de la misma, una imagen preciosa: desde la loma, la visión del mar. Yo seguía adelantando gente y cómodo, así que todo el recorrido del paseo marítimo iba mirando el mar, saludando a la gente (bien la animación, casi más británica ya que son muy dados a las carreras) y disfrutando. Correr en un día magnífico con la visión de la isla, no tiene precio...

El final en subida lo aproveché para hacer "el indio": saludos por aquí, por allá, el avión, un salto, etc. algún segundo arriba o abajo tampoco lo considero importante... y más cuando se me había olvidado el chip en casa. Finalmente, 1h24'17" en meta. No me importaría repetir esta carrera y así saludo a las amistades que allí tengo, que por una u otra razón estaban fuera. El único lunar en la jornada: una verdadera lástima.


El viernes que viene vuelve la montaña y una prueba que se antoja durisima: el Falco Trail. Maratón en la zona de Cehegín (Murcia). Esperemos que el tiempo acompañe.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Corriendo por el Duero: X Maratón de Oporto

Fue en la Expo de la Maratón de Sevilla, en febrero, cuando Ray empezó a plantearse hacer el de Oporto. La verdad es que llevaba años planteándomela, pero siempre acababa eligiendo otra opción. Esta vez, aunque aparecieron otros nombres en el camino, algún mes después de A Coruña decidimos que nos apuntaríamos. Si habíamos estado en Galicia y "sobrevivido" a la experiencia, podíamos ir igualmente en coche al norte de Portugal. Más tarde se nos unieron Ramón y Cristina (y su peque, Julia) a la expedición.


El viernes a las 6 de la mañana salíamos  Ray, Marisa, sus cuatro hijas y yo hacia Oporto y unas 8 horas después llegábamos: lo justo para instalarnos en el hotel, dar una vueltecita previa a la comida y descansar un poquito. Por la tarde, paseo para recoger el dorsal y conocer la columna vertebral de la ciudad como centro de ocio: la calle Santa Caterina. Un poco de pasta para ir cargando hidratos y a descansar. 

El sábado, tradición manda, aunque el día se presentara lloviendo. En primer lugar, un trote por la ciudad, al que se apuntó Ray. Unos 6 kilometrillos muy tranquilos, en los que fuimos a ver el Estadio de Das Antas, donde juega el Oporto (más tarde pasaría por el del Boavista, con recuerdo al gran Edwin "Platiní" Sánchez, incluido). Una ducha y un buen desayuno después, esta vez ya en solitario, a patear la ciudad, con chubasquero y gorra bohemia para hacer frente al clima: buena temperatura, pero a veces llovía delicadamente y otras veces con fuerza. Como era de esperar, a los 20 minutos estaba calado.

Carlos en plan "Lonely Planet"
Había estado en Oporto unos 15 años antes. Es una ciudad con aspecto antiguo tendende a decandente, es decir, parece no demasiado cuidado aunque guarde su extraordinario encanto. No llega al extremo de la caótica y maravillosa Nápoles, eso sí, donde también he tenido la fortuna de hacer un maratón. Por supuesto, disfruté de una maravillosa mañana: Boavista, Avenida de los Aliados y alrededores, paseo cercano al Duero, zona del Palacio de la Bolsa y la Estatua del Infante Enrique, la espléndida zona de la Ribeira, clásico paso a la zona de las "caves" por el puente de Luis I (zona baja) y, tras pasar por el mirador regreso por la zona alta... bueno, más de 4 horas a un buen ritmo da para mucho. 

Por la zona de la Estación me encontré con el gran Javi, el Siete, un burgalés universal. Por supuesto, había venido a correr, así que tomamos un café para que yo entrara en calor y nos fuimos a pasear un poco para hablar de maratones. Tras contar carreras pasadas y futuras, cada uno siguió su camino. Yo había quedado en comer con Ray, Ramón y sus familias. Un poquito más de pasta, un café y sobre las 18.00 me retiraba al hotel a leer y descansar. Como siempre que salgo a algún maratón, especialmente en el extranjero, las piernas cansadísimas de tanto andar, aunque a estas alturas de la película, 3, 5 o 7 minutos no me van a apartar de lo mágico que resulta pasear por una ciudad. Lo que sí noté es un gemelo con una molestia que asocié a posible amago de agujetas de haber subido algunas escaleras duras. 

Vista de Oporto desde "el otro lado"

El día de la carrera estaba ya despierto pero disfrutando de esos minutos ultra-satisfactorios en los que crees que nunca sonará el despertador cuando se escucha un toc-toc en la puerta, seguido de un "Carlos". Pienso que algo ha podido ocurrir, pero cuando veo la hora, lo comprendo. Me levanto, abro, veo a Ray y suelto un "venga, que son las 6.30, que te has equivocado de hora" y cierro. Desventajas de cambiar de franja horaria. Sobre las 7.00, me tomo un plátano y una barrita, noto la fibra intestinal en modo festivo y alegre y me visto. Ahora sí, a las 7.30 voy en busca de Ray, un par de cafés y vuelvo a ser reclamado para la "intestinal party". 

Sobre las 8.00 de la mañana salimos del hotel para el lugar de la salida, el Pabellón Rosa Mota. Primero trotamos un poco y cuando vemos ya filas de gente dirigiéndose al mismo lugar, nos unimos a ellas. Allí encontraremos a Ramón. Buen ambiente en la salida en una mañana de clima magnífico: soleada, con una pequeña brisa (se notará por la zona cercana al mar). Se dan cita 3 carreras: maratón, Family Race (16 kms) y una muy popular de unos 5 kms. Pero los del maratón salen en primer lugar. No me sitúo muy delante porque todavía no tengo pensado cómo quiero hacer la carrera. 

Circuito
El circuito es bastante atractivo. Los primeros kms transcurren por Ronda Boavista (una de las principales arterias de la ciudad) y alrededores. Sobre el 6 se pasa por la zona de meta, junto al parque da Cidade pero en dirección contraria, comprobando que luego tendremos que concluir con una subidita. Sobre el 7 se llega al paseo marítimo que es la principal zona donde transcurre el maratón. Oporto es una ciudad con muchas cuestas y es la única forma de evitar que el perfil no sea un infierno. Así que primero se corre en dirección a la desembocadura del Duero, para girar en una rotonda y hacer unos 11 kms junto al mar hasta el famoso puente de Luis I, que nos permite cruzar a la otra zona de la ciudad (Vila Nova de Gaia). 

Una nueva rotonda, a la altura del km 27, hace que volvamos sobre nuestros pasos, con el circuito a veces dividido por conos y la mayoría no, cruzándonos con otros corredores, hasta el km 40,5, donde subimos la cuesta antes enunciada y afrontamos la recta final, en el parque. Es bastante llano, con alguna subidita concentrada en los accesos a los puentes y los últimos kms, aunque lo más duro puede considerarse ese kms del 40,5 al 41,5. Correr junto al Duero y el mar tiene un gran encanto y destacaría alguna otra zona como la que nos lleva por la zona de la Ribeira, entre los puestos de vendedores, o el paso del puente. 

Tras el pistoletazo de salida, a los 200 metros se toma la primera cuesta, dura, y se crea un pequeño atasco. Como siempre, porque si vas a hacer 3.30 o 4 horas, no te puedes poner junto al globo de 3 horas: porque vas a hacer tapón, por sentido común y, fundamentalmente, por EDUCACIÓN. Pero nada. Excepto en los países del norte de Europa, esto siempre ocurre, aunque quizá no en la medida que en España. Una vez que las piernas entran en calor, y por lo favorable de los primeros kilómetros, me voy por delante del globo de las 3 horas. Con tanta montaña, tanto maratón y casi nada de preparación específica, puede considerarse un suicidio, pero (pienso/miento) ya podré regular. El paso por la media, muy rápido, 1h28' y pocos segundos. 

Las sensaciones no son malas, aunque sufro en exceso con las zonas de adoquinado. No voy a poder doblar, ni mucho menos, pero vamos a ver qué puedo hacer en la segunda media. De todos modo, he bajado un poquito el ritmo voluntariamente. Al pasar al otro margen del río, km 25 o 26, además de las molestias del adoquín, la flora intestinal me recuerda que hoy estaba de día de fiesta. Al principio sigo confiado en que se pase, pero tras algún kilómetro veo que el dolor y la incomodidad van en aumento. Estamos ya en el camino de vuelta hacia la meta y yo buscando un lugar apropiado. Bueno, que esto parecería una crónica de mi buen amigo "el corraliego": sólo decir que lo encontré y tuve que hacer un alto en el camino.

El maratón 36
On the road again, el globo de las 3 horas, que antes venía detrás de mí, ahora se veía por delante, bastante por delante. En un primer momento intenté ir aproximándome, pero pronto comprendí que no iba a poder adquirir fácilmente el ritmo anterior. Así que lo mismo me daba hacer 3.01 que 3.05, por lo que me propuse disfrutar los últimos kilómetros. La cuesta la pasé como si nada y me recreé en la recta final, saludando a la gente, aplaudiendo, haciendo el avión por aquí, etc. Hay unos 200 metros que la gente hace un pasillo y pasas entre ellos, al menos cuando yo crucé por ahí. Finalmente, por mi reloj 3h03'03 y más que contento. Además, físicamente muy, muy entero. Recibí con una gran sonrisa la medalla y fui a esperar a mis compañeros. 

En la espera me puse a animar a unos y a otros, entre ellos al Siete. Unos minutos después, allí estaba conmigo. El tío es un amante del maratón, tanto, que empezó a chocar la mano a todos los corredores que pasaban, animándoles, diciéndoles cosas. Así estuvimos hasta que pasó primero Ray y después Ramón. Luego, pequeño problema de logística; cuando al fin nos encontramos, foto, rápidas impresiones y nos fuimos al hotel a duchar. 8 horas después, y ya dentro de ese estado en el que en ninguna posición estás bien, llegábamos a casa. La experiencia, majestuosa.

Oporto es un buen maratón. Circuito atractivo, animación en algunos puntos, muy bien cortado al tráfico. Buen precio y dieron medalla, dos camisetas (una de algodón y otra, preciosa, técnica) y botella de vino. En líneas generales, los portugueses, o con los que dimos, muy amables. Lo peor, quizá el adoquinado: sobre todo en la zona junto a las bodegas, en el otro margen del río. También que hay que tener en cuenta que si no se ponen conos en todo el circuito, irrumpimos en el otro lado como si nada, y que creo que las bebidas isotónicas hay que ponerlas desde el principio para ir reponiendo sales.

Pero el notable se lo lleva de forma holgada. Ahora, vuelta a la montaña, el Falco Trail, el 6 de diciembre. En Enero tocará Tarragona y en Febrero otro maratón entre amigos, el de Cobeña. Estos tres, eso sí,  los haré tranquilos.







lunes, 7 de octubre de 2013

Maratón Alpino Al-Mudayma

Para este otoño-invierno habíamos decidido adoptar un guión nuevo, basado en hacer muchas menos carreras pero un maratón cada mes (aunque la media de Córdoba está en la cabeza). Así que 3 semanas después de correr el de pista de Membrilla, a ritmo más fuerte de lo que había pensado en un momento, nos íbamos (un casi-engañado Ray y yo) a la montaña. El objetivo, el Maratón Alpino de Al-Mudayma, que tiene su salida y llegada en Almudema, una pedanía de Caravaca de la Cruz. Era una prueba que tenía en mente desde hace tiempo porque te proclamaban "centurión" (y una foto me hice con los dos que custodiaban la salida y meta).

Admirable la organización, el trato dispensado, la inmejorable señalización de la prueba y la satisfacción de ver cómo un pueblecito pequeño se vuelca, en su totalidad, con la prueba. Desde los ancianos hasta los niños, todos. Llegamos el viernes sobre las 20.30 (la prueba era el sábado), recogimos el dorsal, asistimos a una breve charla técnica y nos dieron una cena de pasta incluida en el precio de la inscripción, al igual que el desayuno y la comida post-carrera. Tras charlar con miembros de la organización sobre su carrera y otras, nos fuimos a dormir.

El maratón constaba de unos 2.200 metros positivos (según mi GPS y creo que más cerca de estos que de los 2.000 anunciados por la organización) y recorre las montañas y sierras cercanas a la localidad. Su punto más alto es de 1.137 metros, la llamada Sierra de las Cabras. Se divide en 2 partes más o menos diferenciadas. La primera media es bastante rápida, con subidas asumibles a pesar de la dureza y descensos en buena parte técnicos. La segunda es muy, muy dura. Con dos ascensiones casi criminales (la mencionada y la del Juego de Bolos) y un último cortafuegos a ascender en el km 37.

 Había 4 modalidades: maratón para corredores, 1/2 maratón carrera, 1/2 maratón senderistas y maratón BTT. Este tenía algún kilómetro más, correspondiente al rodeo que hacían para no coronar cumbre en las principales dificultades. Estos eran los más numerosos y nosotros los que menos participábamos (140). En total, más de 1.300 personas, todo un hito para este pueblecito, donde también se celebra un triatlón de media distancia. 

A las 9 de la mañana se daba la salida a nuestra carrera. El primer kilómetro es de transición, por caminos; aquí ya se coge senda, que será la tónica de la carrera: tan solo unos 500 metros de asfalto y poco camino o pista forestal, la imprescindible para ir de una sierra a otra. Como he dicho, la primera parte de la prueba se caracteriza por subidas fuertes, por terreno irregular y descensos técnicos (algunos de ayudarse puntualmente con las manos): especialmente el del Alto de la Ermita. En el km 20 se sube al Alto del Torreón de la Jorquera, un antiguo puesto de vigía. Aquí es el punto de salida de la media maratón y al llegar al mismo segundos antes de que se dé la salida, los que están preparados nos hacen un pasillo y animan. Emotivo.

A este punto he llegado bien, intentando llevar un ritmo cómodo. Sí noto, sin embargo, que llevo la musculatura un poco tensa, especialmente los gemelos. He decidido salir con zapatillas de menos agarre y más ligeras y mochila; lo primero quizá un error, lo segundo un acierto porque el día es excesivamente caluroso (estarán cerca los 30 grados al mediodía). Desde ese momento comienzo a pensar si el estado de los músculos no tendrán que ver con principios de aviso de una posible deshidratación.

Lo emotivo del pasillo humano que me habían hecho los corredores de la media se convierte en una prueba mental cuando empiezan a pasarme. Además, sus primeros kilómetros son cuesta abajo, por lo que salen desbocados hasta los del furgón de cola. Allí me pasa todo el mundo. Y en el kilómetro 23... todo cambia. Llega la subida a la Sierra de las Cabras, con sus 3 partes. La primera, dura pero aguantable (tipo cortafuegos), que termina en un descansito. La segunda, entre árboles, de 1 km al 12%; sin senda, bosque a través para arriba. La tercera, la peor. Entre rocas, en 500 metros se salva un desnivel de 195: casi un 40%. Aquí intentamos avanzar como podemos algunos del maratón ya mezclados con los de los 21 kms y los primeros senderistas que pasamos. 

Cuando se corona, vienen 2 kilómetros de toboganes incómodos, entre pedregales que dificultan el correr. Esto da paso a una bajada muy técnica (con media al 20%) seguida, sin respiro, por el ascenso-escalada al Juego de Bolos: otra pared entre rocas. Empiezo a notar mucha fatiga muscular, los gemelos con dolor cuando tengo que forzar la pisada para subir por las piedras. Me acuerdo, instintivamente, de aquellos que hablan de carreras por montaña cuando van por pistas forestales, de impecable firme y con rampas de 500 metros al 2,5%. Cuando se acaba la primera pared comienza un cresteo donde prima el descenso pero salpicado de cuatro duros toboganes.

En el primer tramo de la bajada, por una senda muy fácil comparada con lo que hemos pasado, por relajarme y por el cansancio... tropiezo y al suelo. Me levanto rápido, tengo ligeras heridas y sólo un problema: no me puedo mover por los calambres. Terribles, nunca los he tenido así. Un corredor se interesa por mi estado, está unos segundos conmigo y le digo que siga, que estoy bien. Pero no puedo ni andar. Intento estirar pero tampoco lo consigo. Al rato, hago otra intentona y el dolor parece que amaina y puedo continuar, con mucho cuidado, el descenso.

Y llega el primer cresteo y el más duro, también entre rocas. Y ahí me quedo, en mitad de la cuesta paralizado por los calambres. Intento estirar el gemelo de cualquier pierna y me duele insoportablemente la parte de delante de la misma; si estiro el abductor, el flexor de la cadera me hace gritar de dolor. Una senderista, parece que entendida, me pregunta si estoy bien. Le contesto, lógicamente, que no, que me he caído y que estoy destrozado por los calambres. Me replica, mirándome las piernas, que parecen deformes, que intente estirar. ¡Estoy en mitad de una cuesta y casi no puedo ni mantenerme en pie! La sombra de la retirada se cierne, claramente, sobre mí. Sin embargo, tras unos minutos, me armo de valor (y, por supuesto de dolor a cada paso) y sigo trepando.


Machacado, consigo llegar al final y, en vez de pararme, vuelvo a trotar cuesta abajo por un terreno cómodo para soltar las piernas. Milagrosamente, aunque voy a ritmo lento, el cuerpo va recuperando la movilidad. Los gemelos, en las subidas, se resienten un poco, pero el cuerpo parece responder de nuevo. En el avituallamiento del 33 me bebo 2 vasos de isotónico y otros dos de agua y relleno la camel back hasta arriba. La siguiente subida por pista la hago sin parar de correr. A pesar de haber bebido en todos los avituallamientos, creo que era deshidratación.

Ya no miro el reloj. Iba para estar en torno a las 5 horas y ahora sólo pienso en poder acabar la prueba. Pero he vuelto a coger ritmo en el trote y ahora me sorprendo pasando a gente de la media y a senderistas. Llego así al Alto de Derramadores, otro de los buques insignia de la carrera. Un corto y duro cortafuegos que no me resulta excesivamente duro, quizá por el infierno padecido con anterioridad. Desde aquí, algún tobogán pero casi todo bajada. Cada vez me encuentro mejor y voy incrementado ritmo, como si no hubiera ocurrido percance alguno. 

La entrada en el pueblo, con alfombra verde, animadoras, speaker... y en subida. Llego lleno de barro, con las rodillas y un codo ensangrentado, pero exultante de alegría por haber terminado. 5h27'59". Nadie dijo que fuera fácil ser centurión.

Espero a Ray, que hace un excelente tiempo para su debú en maratón de montaña y nos hacemos una foto legendaria. Menos de un mes para Oporto. El único punto negro, muchos de los participantes que no comprenden lo que significa "no arrojar basura ni desperdicios al monte". Un reguero de cáscaras de plátano, envases de geles o glucosa, plásticos de barritas e incluso botellas de agua (cogidas de un avituallamiento) por casi todo el recorrido constituyen el único punto negro de esta extraordinaria carrera.


lunes, 16 de septiembre de 2013

I Maratón Benéfica en pista

Como casi siempre, una serie de coincidencias se dieron para que acabara haciendo esta fabulosa carrera. A principios de año, por eso de cambiar, me había interesado por hacer la maratón en pista de Ceutí, aunque luego descarté la idea sustituyéndola por otra prueba. Cuando corrí, en julio, la Maratón Misteriosa organizada por el gran Javi Sanz, el sábado Idoia me informó de que un amigo suyo (y a semejanza de una ocurrencia ya materializada por ella misma) tenía pensado realizar organizar una. Al día siguiente, Antonio Huerta, al recordar que yo era de la provincia de Ciudad Real, me lo volvió a mentar. Aunque tenía casi decidido correr el 15 de septiembre una maratón de montaña, me gustó la idea.
 
Joaquín Lozano, de la localidad de Membrilla, para celebrar su cumpleaños maratoniano de 42 años y 195 días (aunque hay quien afirma que debería ser la parte proporcional del año) correría las 105 vueltas más 195 metros en la pista de su localidad. Yo, a Joaquín, lo conocía de vista únicamente, aunque me gustó la propuesta. Además, quería ceder todo el dinero recaudado (5 euros de inscripción) a la Asociación Española Contra el Cáncer. Y esto acabó de decidirme. Tengo una amiga que lleva meses luchando contra la maldita enfermedad y, enseguida, se me iluminó la bombilla de mis escasas luces.
 
Lo correría en su honor, además de hacerlo en el de el magnífico corredor popular al que estaba dedicado, Leo Condés, fallecido a causa de la misma. Por lo tanto, haría mi propio homenaje dentro de otros dos (a Condés y al propio Joaquín en su cumpleaños). Sería una muestra de solidaridad y apoyo a ELY, esa mujer que quizá cometió el error de tener sentimientos a la vez que se movía en unos círculos donde sólo tiene sentido el dinero; de que le gustara la poesía en un entorno deshumanizado. Después de diversos problemas, o a causa de ellos, la penúltima parada de su lucha por ser ella misma es también una lucha contra el cáncer.
 
Así que le propuse que yo terminaba esta carrera a cambio de que ella luchara por ponerse bien. Sí, una tontería de chiquillo, quizás; pero volcando toda mi ilusión y esperanza. Por supuesto, de lo que tenía previsto realizar como homenaje (intentar hablar con ella en la última vuelta, por ejemplo y alguna cosa más) nada llevé a cabo por razones que no vienen a cuento.Si las cosas salieran como las pienso, no sería yo. Pero siempre recordaré ese momento sobre el km 30 en el que el incansable speaker comentó que, por la razón que yo corría, estaba seguro de que llegaría bien a meta. No pude evitar emocionarme.
 
Quizá por enfrentarme a un maratón diferente, lo cierto es que volví a notar una inquietud que no recordaba antes de alguna carrera. Quizá desde el regreso tras mi "pequeño" accidente, suceso que no quise meter en el currículo que pasé a la organización para no preocuparlos en exceso. Además, un resfriado me asaltaba los días previos, leve pero molesto, que también contribuyó a no tenerlas todas conmigo. El sábado por la tarde salíamos para Membrilla, Ray y yo. En principio, mi fiel compañero de carreras iba a hacer una distancia sobre la media maratón. Y es que Joaquín lo había dispuesto de tal forma que todo aquel que quisiera pasar un buen rato (y colaborar con la causa)corriera o anduviera la distancia que quisiera.
 
Así que Ray, como entrenamiento de calidad, iba a acompañarme aproximadamente la segunda parte de la prueba, donde tenía fijado bajar algún minuto de 1.45, para así aproximarme a un tiempo total de 3.30 o algo menos. Ya lo he dicho: si las cosas salieran como las pienso, no sería yo. Al llegar allí, fuimos saludando al resto de corredores. En un principio, 9 más el organizador. Se sumaba la familia de Leo Condés, que por relevos haría la prueba y llevaría el número 1 (gran detalle de Joaquín, por cierto). Entre los participantes, varios ineludibles como Idoia, Javi Sanz, Javi Martín o Antonio Huerta, con los que había coincidido en Segovia (en La Misteriosa). Además, la participación de lujo, aunque con lesión, de Eva Esnaola, hermana de Idoia y ultra-atleta de elite. Y el sorpresón... Santos Llamosas.
 
 
Santos acababa de recibir el beneplácito del médico para volver a correr un maratón tras dos años de lesiones que han incluido una prótesis en la cadera. Es una de las referencias (o "la" referencia), con más de 250 maratones corridos a sus 54 años. Capaz de hacerse un 2h45' en 10, 12 o más semanas seguidas, además de contar hace algún tiempo con marcas excelsas. Sólo dos corredores que no conocía (Emilio, de Madrid, y un genial y altísimo cordobés)y nos acompañaría un conocido de Joaquín, muy veterano, que trotaría de vez en cuando y andaría el resto del tiempo pero que tomaría la salida con nosotros y concluiría junto al último corredor. Al final también recorrió algo más de 30 kilómetros.
 
Entre charla y charla inicial, el bueno de Ray me negó dos veces... pero no tres cuando le pregunté si no quería hacer el recorrido completo, ya que estaba allí; además, un mes antes se lo había planteado y yo sabía que los días siguientes le daría vueltas a la cabeza. Otro para la causa. Y lo mismo le ocurrió a Javier Ayuso, que con la Madrid-Segovia prevista para el fin de semana siguiente, pensó en la locura de hacerlo entero por el ambiente (finalmente fue juicioso e hizo unos 20 kms). Los organizadores (Manuel Jiménez también debe contarse aquí, el speaker) nos explicaron brevemente cómo se harían las cosas. Habría una salida controlada, tendríamos cada uno nuestro avituallamiento privado (mil gracias al encargado del mismo), la forma de contar las vueltas, etc. 
 
 
El resto de participantes se incorporaría media hora después, teniendo la posibilidad de correr al principio, descansar e incorporarse luego al final para acompañarnos en los kilómetros más difíciles. Es decir, no había reglas. Bueno, nosotros teníamos una: media vuelta al principio y luego otras 105 más, en una pista de asfalto durísimo en la que por suerte hay una especie de alfombra de césped que al final fue la salvación para todos, pues los gemelos notaban el duro firme. A las 20.00 se daba la salida y las primeras 13 vueltas fueron de presentación. Cada vuelta estaba dedicada a un corredor, que se adelantaba unos metros y era presentado al público a través de la lectura de parte de su currículo atlético (para varios se hubiera necesitado un 5.000 más que una vuelta). A un ritmo de calentamiento, a más de 5'km, entre charla y charla, se nos pasó volando la primera media hora.
 
Tras esto, un amplio grupo fuimos incrementando el ritmo, todavía en plena conversación, a la vez que la pista se llenaba de gente que cubriría la distancia que le apeteciese. La verdad es que por esto último y por alguna otra cosa, no se me hizo demasiado pesado este maratón. Ver a padres con niños de 5 años dando alguna vueltecita, a amigos jóvenes y mayores, a otra gente andando, animándose unos a otros... los kilómetros pasaban rápido. Y, también, porque el ritmo se había ido animando y pronto pasamos a 4.30'km (sobre el 10-12) para acto seguido todavía bajar más. A esas alturas, la verdad, es que yo ya había pensado que por solidaridad con la persona a la que dedicaba esto, no podía "darme un paseo de 42,195 kms": iba a exigirme, no del todo pero quizá más de lo necesario en un evento como este. Quería "sufrir" un poco.
 
 
Así que cada uno fue cogiendo su ritmo y en cabeza nos quedamos 4 corredores, ya rodando en ritmos entre 4'10 y 4'15 km/h (el equivalente a tiempos que te permiten bajar de 3 horas en el maratón). Cuando Javier Ayuso decidió poner un poco de cabeza a su septiembre atlético y descolgarse un poco (suerte para la Madrid-Segovia), un destacado corredor veterano local que había entrado a hacer unos kilómetros y el sobresaliente Santos Llamosas, nos quedamos delante. Había momentos que en pista se podían contabilizar más de 50 personas. Al tener que pasarlos, dábamos algún pequeño acelerón, así que alguna vez miré el ritmo y hubo algún kilómetro por debajo de los 4', aunque siempre intentaba controlarlos. Si pinchas en un maratón como este, no puedes esconderte.
 
A las 2 horas de carrera y tras acompañarnos durante hora y media, el corredor local (también llamado Joaquín)se despedía de nosotros. Santos, que cuando le preguntaba decía que la cadera iba bien: poco después me dijo que siguiera, que él bajaría un poco el ritmo. Le dije que era un honor haber compartido tantos kilómetros con él y así lo sigo sintiendo. A partir de aquí, y ya con la pista muy despejada de acompañantes, "me quedaba solo". Escuchaba a la gente animar, te dices algo con los compañeros a los que pasas, Manuel ameniza el recorrido a través del micrófono, hago bromas con el chico que está encargado de ir accionando las cartulinas de las vueltas (que empezó a las 105 y que a estas alturas ya está por la 38 y bajando) y con el hombre del avituallamiento... pero solo.
 
Sobre el km 34 ya sé que no va a haber muro ni nada parecido. He estabilizado el ritmo y sé que el tiempo va a ser bueno, y si contamos esos 45' "de relax" iniciales, yo diría que hasta muy bueno para mis posibilidades y las características de la prueba. Los últimos kms se hacen pesados pero no más que en otra maratón en la que marchas fuerte. Al ver el 10 en las vueltas, sonrío; y cuando me quedan 6 y Manuel dice que una serie, lo vuelvo a hacer. La última vuelta, al catálogo de grandes recuerdos. Todavía con ritmo fuerte, animado por los de dentro y fuera, me acuerdo de ELY y mascullo algo parecido a "ahora te toca tu parte del trato: no puedes fallar", en recta de meta me acerco a chocar la mano de los miembros del Club Atletismo Membrilla, que estaban aplaudiendo esperando mi llegada, y hago un último sprint de unos 20 metros que me permite, según mi reloj, concluir en 3h04'58". Y con una segunda media con pocos segundos por encima del 1h28'.
 
 
 Impensable, pero ya sabéis que si las cosas salieran como las pienso... no sería yo. Mi enhorabuena a Joaquín y también a Manuel (que acabó emocionado), al Club Atletismo Membrilla y a AECC por esta iniciativa curiosa y maravillosa que han tenido. Y por la forma en la que la han gestionado y organizado. Incluso bolsa del corredor y medalla (además de caja de melones y sandía que me costó llevar al coche); pero sobre todo, la ilusión y amabilidad mostrada por cada uno de los que aportaron algo para que esto saliera hacia adelante. Eternamente agradecido.

martes, 23 de julio de 2013

I Maratón Misteriosa

La primera vez que supe de Javi Sanz fue cuando realizando búsquedas sobre maratones, hace ya años, me encontré con su blog, Javi Sanz: coleccionista de maratones. Por supuesto, como muchos otros, quedé maravillado con el historial que tenía, resultando difícil no liberar la mente e imaginarte corriendo por algunos de los lugares que él describía. No voy a esconder que parte de lo que he hecho después en el mundillo atlético lo debo a este descubrimiento, así como al hecho de conocer luego a otros amigos suyos (Quique, David...). Con el tiempo, eso sí, me he dado cuenta de algo importante: Javi podría haber corrido en los lugares en los que lo ha hecho y en muchos más, pero lo que realmente le envidio es la calidad humana que atesora y que minimiza esa extraordinaria vitrina repleta de medallas de finisher.

El grupo, mirando a dos cámaras
Posiblemente no lo haga pero podría correr una maratón en Buenos Aires, incluso clandestina como él hizo por un River vs Boca; pero ni en cinco vidas sería un tipo parecido a él. Así que, como el tango: "si  tú me dices ven, lo dejo todo". Siempre que sea para esto de correr una maratón; si es para recoger la siembra a lo mejor me invento una excusa. Ya he dicho que no soy tan buena persona. Bueno, voy a ser franco (con minúscula, desde luego): tenía la idea de correr en julio una maratón especial, pues puse ilusión en un proyecto de hacer algo similar en otra ciudad de Castilla León. Cuando esto no funcionó, pensé en una en mi localidad,  para hacer con algún amigo que quisiera, de la que tenía hasta tres recorridos. 

Pero fue entonces cuando Javi Sanz decidió sacar adelante esta idea de la Maratón Misteriosa, a la que tardé segundos en sumarme. En principio sería para la segunda mitad de julio, con lo que descansaba un poquillo de Peñalara. Como su nombre indicaba, pasaba el tiempo y nada sabíamos; sólo que la idea seguía en pie. No ha sido hasta algo menos de dos meses antes cuando se decía que nos apuntáramos los que estuvieran interesados y se confirmaba el día 21 de julio. Y seguía el misterio. Después apareció el recorrido, que al parecer era durillo. De durillo, una vez que lo pasé a wikiloc y vi el desnivel, pasó a duro. Y al hacerlo sobre el terreno, quedó calificado de manera definitiva como "duro de cojones". Perdón por la expresión, pero fue la más usada. De justicia reconocer que, además, es precioso. 

A grandes rasgos, puede describirse de la siguiente manera. Se parte de Trescasas, la localidad donde vivía la familia del organizador y donde tiene una maravillosa Casa Rural (http://www.casadeltiotelesforo.com/). Tras una vuelta por el pueblo, se toma la carretera que lleva a Segovia y una vez en la parte baja de la misma se sube hasta el Alcázar y la Plaza Mayor, descendiendo hasta el Acueducto. De aquí se toma la calle que desemboca en la carretera de La Granja y que en unos 7 kms lleva a esta. Se toma la carretera de Valsaín hasta llegar a un restaurante donde se da la vuelta para volver sobre nuestros pasos. Nuevamente en La Granja, se recorren los jardines antes de tomar la carretera que une San Ildefonso con Tres Casas, donde en el mismo lugar de inicio, concluye. 

Uno de los monumentos señeros del maratón
No queriendo que se le fuera de las manos, el número de participantes fue de 24, debido a una baja de última hora. Además, alguno tenía pensado hacer sólo una parte del recorrido, por lo que los que concluimos la prueba fuimos 21. En entrevista radiofónica previa, el organizador había afirmado que bastantes de los apuntados eran "maratonianos empedernidos". Él mismo completaría su prueba de esta distancia nº 74, pero había algún corredor con más de 100 en sus piernas (Antonio Huerta y Javi Martín). Algún ultramaratoniano como Miguel Campos y rostros habituales de carreras de larga distancia como Idoia Esnaola (la única fémina), el gran Javi Muñoz o Teo.

Plaza Mayor y Catedral, un punto del recorrido
 También los representantes de dos foros: el de Carreras Populares, del que Javi Sanz es el "presi" (con José Manuel, Angelín y Gerardo) y el de Forofos del Running con Marengo, Rapha, Cheve, Jorge y Patxi, al que "engañaron" para hacer más distancia de la media que tenía prevista (al final hizo 30... llegando directo del trabajo). Amigos del anfitrión (como el fenomenal José Luis y Antonio)  y de unos y otros completaban el elenco. El bueno de Ray, que este año está llevando a cabo cosas que hasta hace poco hubiera calificado de imposibles de haber pensado en ellas, era nuevamente "engañado" y también nos honraba con su presencia y la de su familia. Así que el sábado visitamos Segovia y La Granja y, de paso, anduvimos por parte  del recorrido (yo era uno de los matchmakers de la carrera) para no perdernos al día siguiente. Por cierto,  la ciudad nos recibió igual que la dejamos a mediados de marzo cuando corrimos la media: lloviendo. Afortunadamente, tras un par de grandes chaparrones, el cielo, aunque amenazante, nos dejó disfrutar de la ciudad. 

Tras las presentaciones y saludos, una buena y abundante cena y a descansar. Al día siguiente, desayuno a las 6 horas y a esperar al resto de participantes. La carrera comenzaba a las 8 y Javi volvía a sorprender con unos dorsales personalizados (perdón, Calducho) que le habían regalado. No había avisado a las autoridades, por lo que había que ir con cuidado con el tráfico. En principio, se formarían 3 grupos, que responderían más o menos (tirando a más, por dureza del recorrido y temperaturas previstas) a 3h30, 4 horas y 4h30'. Avituallamientos cada 5 kms con agua y, a partir del 25, isotónicos. Aquí hay que agradecer la ilusión de la familia y amigos de Javi, así como a las mujeres de algunos de los participantes que también aportaron su granito de arena (al igual que Marisa con las fotos). Y mención especial, cómo no, para Luis Barba y Marga, dos anfitriones (maravillosos) más.

Momento de la salida con Agustín al fondo
La salida, sorpresa y lujazo, era dada por Agustín Fernández, campeón de España de Maratón en 1974, quien todavía sale a correr y que me dijo era natural... de Herencia, pueblo a 23 kms del mío. Tras alguna consulta, vi que la mayoría de la gente se concentraba en el grupo de las 4 horas, prácticamente quedando solo para las 3h30 prevista. Aunque me vi tentado de hacer como aquellos corredores que se ven en los mundiales de atletismo que atacan en el km 1 y se van solos para luego desfallecer, se trataba de disfrutar; y en grupo y charlando con unos y otros, se pasa mejor (aunque sé que también hubiera disfrutado de lo lindo a lo "corredor ecuatoriano", como diría Javi Martín). Por lo tanto, se formaron dos grupos desde el principio y fuimos, entre charla y charla, recorriendo los primeros 10 kilómetros, casi todos ellos de bajada, con destino a Segovia.

Al llegar a los arrabales de la impresionante ciudad, comienzan los primeros y duros repechos. Tras un pequeño descenso, afrontamos la subida que nos llevará primero al Alcázar y de aquí a la Plaza Mayor. Junto con Rapha, el chaval originario de Francia que da carácter internacional a la prueba (y que viene, el animal, de correr un maratón de montaña con salida y meta en La Granja... el domingo anterior) encabezamos la carrera, aunque pronto se nos une Teo. Un placer correr por el centro de Segovia, prácticamente sin tráfico y a una hora en la que los turistas comienzan a moverse; nos regodeamos, por tanto, bajando en dirección al Acueducto.

Desde aquí, la carretera se empina nuevamente. Cuando salgamos de la ciudad para coger la carretera y disfrutemos de un llano seguido de una pequeña bajada, el grupo vuelve a unirse. En este momento transitamos por el carril bici y ya se va hablando menos. Pronto vuelve la subida, que se agudizará acercándonos a San Ildefonso. Cheve, resfriado (y con 3 maratones en 5 semanas o una brutalidad así) y Rapha, con los que habíamos hecho un pequeño grupo en la subida Teo y yo, se quedan unos metros. En el avituallamiento del km 25, ya se han hecho más grupos. Mi compañero empieza a acelerar el ritmo, aunque casi todo el tiempo vamos charlando. Recuerdo que aquí fue donde me perdí en el Gran Trail de Peñalara.

Tras hacer el recorrido de ida y vuelta (con una cuesta por camino que repetimos porque Teo dice "que es más bonito") a la Pradera de Valdehorno, entraremos en lo que es la Granja y sus jardines. El personal está a la sombra y se sorprenden cuando entramos los dos con nuestros dorsales y a buen ritmo (no ponen ninguna queja). El paso por aquí es estremecedor, entre fuentes, árboles... y terribles cuestas. Cuando llegamos al Estanque (o El Mar) respiramos y comenzamos la bajada. Le digo a mi compañero que aunque demos un poquillo de vuelta, si quiere podemos ir por un sitio que sale al Palacio. Está de acuerdo, por lo que debemos subir y bajar escaleras, pero los sentidos lo agradecen. Cuando salimos, la mujer que está encargada de vigilar la puerta de los jardines nos saluda y anima.


Estamos sobre el km 33 y ya tomamos la carretera que lleva de San Ildefonso a Trescasas. Al principio bajamos un poquillo, pero en el avituallamiento del 35 comienza lo peor ("el repecho de cojones", que dijo Luis Barba mientras nos ofrecía agua e isotónicos). La verdad es que es un repecho y algo más, porque cuando crees que has superado el tramo de mayor inclinación, sigues subiendo. El tiempo ha respetado, incluso ha llovido sin haber nubes, pero ya hace bastante calor (30º, aproximadamente) y no hay sombras. Para rematar, Teo no hace nada más que acelerar y me va a hacer hasta forzar más de lo que tenía pensado. Cuando llegamos al cruce con el pueblo, el final abierto. Se había previsto que según como fuéramos de kilometraje (o de fuerzas) se daría una vuelta o se iría recto a meta. Como vamos bien, recorremos otra vez el inicio, como se tenía previsto. Entramos juntos en 3h41'.

Mientras reponemos fuerzas, van llegando los compañeros (cada uno casi habiendo realizado un final), charlamos y se van dando un bañito reparador. Yo espero a que llegue Ray. Entre el  finisher previo y él hay un tiempo un poco elevado, por lo que me quedo para que su familia (Marisa y las  niñas) no se preocupen: es otra cosa si la gente va pasando cada pequeños intervalos. Finalmente llega pletórico, saludando desde la distancia. Cuando Julio y Gerardo llegan en 5h35', reciben una de las ovaciones más emotivas que recuerdo, por parte de todos los participantes y ayudantes. Julio, también inconsciente, sólo había corrido una maratón anteriormente y vino a esta "persuadido" por su amigo Gerardo. En este tipo de pruebas, como en el Boedo o "locuras maravillosas y necesarias" así, es donde realmente te haces maratoniano, donde corres casi en soledad.

Aunque la carrera había sido gratuita, recibimos camiseta conmemorativa y un bonito trofeo (para guardar imperdibles), que se unen a la simpatía y hospitalidad de la organización. El final de fiesta, para los que pudieran quedarse, es una comida donde me castigo con cordero. Sólo espero que haya alguna edición más, para volver a reunirme con amigos y para que algún lesionado, como Angelín o Patxi Mechas, puedan concluirla. Cuando uno ya hace una cantidad respetable de pruebas de larga distancia, corre mucho tiempo solo, en asfalto y montaña, y llega un momento en el que se adapta bien a la distancia (cosa diferente a dominar este potro salvaje y desbocado que es la maratón, más aprecia este tipo de pruebas frente a otras multitudinarias. Mi siguiente maratón, respondiendo a una invitación realizada en el curso del fin de semana, posiblemente sea en pista de atletismo.


Gracias a todos por hacerme copartícipe de este fin de semana y especialmente a Javi Sanz por ir a contracorriente de los tiempos ingratos en los que vivimos.



martes, 2 de julio de 2013

Gran Trail de Peñalara 60 K

Llegaba la hora del Gran Trail de Peñalara, que podía ser considerado como la prueba objetivo de la temporada. Por ser la de mayor distancia a la que me voy a enfrentar este año (y que he afrontado hasta la fecha) y por su dureza. Apuntado desde que abrieron inscripciones el día 1de Enero, 450 plazas que vuelan, la acumulación de kilómetros había estado dirigida a este trail. La verdad es que se ha convertido en cita de culto en sus tres modalidades (60, 80, y 110 kms) y referencia obligada del ultratrail. 


Mi preparación, incluso, fue algo mejor que de costumbre para pruebas por montaña, aunque vivir en plena zona llana sigue siendo un lastre para esto. Desde el 28 de abril, 2 medias maratones llamadas de montaña pero rapidísimas y con poco desnivel, el Trail de Alcoy (48,5 kms) y 3 tiradas de aproximadamente 25 kms en la zona de Valdehierro (Madridejos). Eso sí, debo reconocer que en cuanto a fondo, estoy como nunca y en esas tiradas me notaba con bastante fuerza para subir cortafuegos y similares.

El viernes a las 12 de la noche salían los corredores del GTP 80 y el GTP 110 (Andrés y Celso, dos de los integrantes del equipo que hicimos Alcoy entre ellos) y poco después un Cross Nocturno de 10,2 kms iniciático y con un carácter bastante popular. El gran Juanlu me hacía el favor de recoger el dorsal, con lo que durmiendo en Madrid, sólo tenía que levantarme a las 5.15 para llegar a Navacerrada con tiempo para tomar el autobús que nos llevaba a Rascafría, lugar de la salida. Allí encontré a otro fenómeno: Pedro de las Heras. A Pedro, Peri (a quien subiendo Peñalara  llamé Peti, aunque lo raro fue que pudiera hablar en ese momento), lo conocí en junio del año anterior en los 100 de Corricolari, donde yo hacía la mini de 34 kms y tuve el placer de hacer buena parte de mi recorrido junto a él y hacerle así como de liebre en esa primera parte de su carrera. Buscando por la red no había conseguido dar con él, hasta que hace unos meses  me encontró. 

Pedro es un fenómeno, con un nivel muy superior al mío aunque coincidimos, eso sí, en la forma de percibir diferentes aspectos del atletismo popular. Así, en los momentos previos, intercambiamos impresiones. Los dos (cada uno en su nivel) sabíamos que estábamos más que capacitados para terminar la prueba, pero que la incertidumbre es realizarla no ya en un tiempo determinado, sino en unas condiciones adecuadas. Y es que, aunque parezca mentira, hay gente que se apunta a estas pruebas con una preparación realmente insuficiente. Vi a gente que seguro es incapaz de hacer un maratón en asfalto sin tener que pararse varias veces; lógicamente, sus prestaciones en este terreno y estas distancias no pueden ser mejores y sí  peores, por lo que convierten el evento en una continua marcha. Las organizaciones lo saben, necesitan participantes, los tiempos para terminarlas son generosos.

Llegando a Claveles
De estas y otras cosas departíamos cuando se dio la salida, puntual, a las 8.15. Pronto comenzábamos la primera ascensión, que nos llevaría al Puerto del Reventón. Tras salir del pueblo (y ver al genial Gerardo, que participaba en los 80 kms) tomamos una especie de camino que desemboca en una senda que cruza un robredal. Esta ascensión es asumible, aunque pronto empezamos a pasar a gente que comienza a andar (si ni siquiera se asumen estas primeras rampas, esto puede ser un día de campo y no una carrera, la verdad). De aquí se sale hasta una pista, con zonas bastante empinadas pero en la que se puede correr. Aunque me quedo un poco atrás cuando bebo agua, terminaré alcanzando a Pedro. Así, de un tirón, llegamos al primer avituallamiento y poco después al primer control (sobre 1h13'). Decido llenar de líquido el cameback, aunque lleve un poco más de peso, no me quiero quedar sin combustible.

Junto a un chaval de Sevilla, los tres afrontamos la parte dura (y bellísima, con la visión de toda la comarca) del recorrido. Hay zonas de tener que andar, pero uno u otro, cuando se puede correr, comienza a hacerlo, imitándolo los demás. Estamos por encima de los 2000 metros y pasamos por el Puerto de los Neveros (cruzando, lógicamente un nevero escurridizo) y el Risco de Claveles. Esta subida, entre roca granítica  parece no acabarse y hay zonas en las que directamente se trepa y hay que ayudarse de las manos. Aquí voy con cuidado, se me escapan los compañeros y también me adelanta algún corredor más, entre ellos Kike (Dragon), con el que hablo un tramo. Es la zona más técnica. De aquí, a Peñalara, el punto más alto de la prueba: 2.429 mts (2h24' y km 18 o así). Sorprendentemente, igual que en toda la zona desde el Reventón, hay gente animando en la cima.... y entre ellos Jesús y Alberto. Extraordinario y emotivo.

Coronando Peñalara, con neveros
A partir de este momento se inicia una dura bajada, técnica. Primero, por una zona "libre", sin senda, entre piedra. Luego, por una especie de senda repleta de eses y con piedra suelta. Ante todo, prudencia, lo que hace que sean 4-5 corredores los que me pasen. Sin problemas, es algo asumido. Cuando llegamos a un chozo que me había indicado Kike (Chozo Arangüez), concluye lo más peligroso. Quedan unos 6 kms hasta La Granja de descenso: no por una alfombra, pero más o menos cómodo. Al llegar al pueblo, todas las personas con las que te cruzas te animan, desde los bares y terrazas se oyen aplausos... en la plaza  está el segundo avituallamiento. Me he bebido casi todo el líquido que llevaba y es que, a pesar de una ligera brisa, el calor y los kms, 29 ya, están empezando a dejarse notar. 3h31' y esto parece que acaba de empezar.

Pequeño descanso, con agua e isotónico, un trozo de plátano y otro de barrita (mecánicamente lo haré en cada uno de los 4 avituallamientos) y para adelante. Al salir de la localidad me guío por los dos corredores que van delante mío y de pronto uno se para: no hay balizas. Nos reunimos los tres que nos hemos extraviado y planteo volver hacia atrás. Uno de ellos dice que él conoce la zona y que nos lleva al encuentro con el trazado correcto. Tras casi 15' de incertidumbre, de tiro por aquí o por allá y cosas así, finalmente bajamos hasta un río y vemos corredores. Respiro aliviado, aunque pronto comprendo que hay que buscar un paso para cruzar al otro lado, por donde transcurre la carrera. Un compañero anda desabrochándose las zapatillas cuando el otro se mete directamente, con el agua hasta las rodillas y lo cruzo. Instintivamente le imito. Los siguientes kms iré escuchando un ruido similar al de los zombies en el vídeo Thriller de Michael Jackson, pero no hay nada como el calor para secar. El error: no habíamos cruzado un paso de cebra.

Aunque debo ir pasando a algún corredor que venía por detrás antes de La Granja, no ha sido mucho lo que hemos perdido, aunque hayamos hecho bastante más de un 1 km añadido y parándonos de vez en cuando para decidir. Ya tranquilo, es el momento de disfrutar. Por delante, unos 12 kms que llevan a la Casa de la Pesca. Los primeros 8 o 10, en ligero ascenso, circulan al lado del río Eresma, donde la gente está de picnic, jugando o bañándose. Por los caminos y sendas nos cruzamos con paseantes, ciclistas que nos ceden el paso (casi, pero no siempre) y nos animan. En los últimos ya comienzan las rampas, aunque más o menos asumibles.  En la mencionada Casa de la Pesca, sobre el km 40, está el tercer avituallamiento. 5h02' de carrera... y 20 kms por delante.

La sorpresa viene en la segunda parte de la subida. Difícilmente olvidable la subida a Fuenfría. Serán 4 kms o así, nada técnicos, pues es un camino más o menos transitable... pero infernal. Una rampa durísima, y otra tras otra, que invitaban a parar... no ya de correr, que no se podía hacer, sino de andar. El calor, una mosca que se cebó en mí y decidió acompañarme... y parecía que venía un llano y nada. Atroz, de lo peor  que he tenido que sortear en una prueba; y eso que hice una "pasada" a otro corredor, que directamente se paró en mitad de la cuesta. Finalmente, exhausto, empiezo a escuchar ruido: debe ser una buena señal. Unos minutos después veo el control y me pongo a gritar junto a los chavales que empiezan a animarme. Ni me paro en la fuente, quiero olvidarme cuanto antes de ese
tramo. Unos 5 kms en 45'.
Valle de la Fuenfría
Subiendo había pensado que quizá había pinchado. Sin embargo, pronto me veo corriendo con fluidez de nuevo por la Senda de los Cospes. Es el momento de afrontar el Camino Schmid. De aquí hasta Navacerrada unos 6 kms por senda, con toboganes, a veces picando hacia arriba, a veces hacia abajo. Nuevamente te cruzas con senderistas, ciclistas... que aplauden y te dedican algún comentario. Menos algún momento muy puntual en el que, fruto de la fatiga, hay que andar en alguna rampa más severa, sigo corriendo y afrontando la mayoría de los toboganes sin problema. Que no sin esfuerzo, por supuesto. Cerca ya de Navacerrada, hay gente animando en las últimas rampas y me sorprendo a mí mismo manteniendo el trote. "Ya está, una hora y en meta", me grita toda una campeona como Belén (Díez). Tras pasar el control, 6h33', empiezo a hablar con uno que está grabando y me sigue. Hay un pequeño descenso hasta el avituallamiento, en Navacerrada, que me viene de lujo. La gente desde las terrazas de los bares se pone a aplaudir cuando llego y yo, respondo con gritos y gestos. La hormona de la felicidad disgregándose por la sierra madrileña. 

Esto no ha acabado, sin embargo. Después de comer algo y rellenar la mochila de líquido (cada poco tiempo debo ir bebiendo, pues el cuerpo lo pide), uno de los últimos escollos: hay que subir hasta el Paso del Emburriadero. Otro kilometrillo para arriba que a estas alturas resulta durísimo y en el que tengo que alternar correr con andar. Y sólo queda bajar. Alegría pero no tanta, porque vaya bajada. Empezamos por senda con piedra suelta y con el agravante de que a estas alturas, los reflejos son escasos y el cansancio muscular grande. Después, entramos en la zona de pedregal. "Una pista, mi reino por una pista forestal", pienso. Y al final, creo ver un voluntario que me dice algo que no logro entender, pues creo que incluso el oído ya empieza a fallar. Creo entenderle a la izquierda y 4, que pienso que kilómetros. 

Me animo y acelero el paso cuando finalmente salgo a la anhelada pista. Más adelante un nuevo control (el de la Barranca) y los voluntarios que me animan y me dicen que ya está hecho, que me quedan 5 kms. Lógicamente, no me cuadran las cuentas. Pero nuevamente las endorfinas salen a relucir y cuando la gente con la que cruzas te anima (una constante en toda la carrera) les respondo y agradezco. Alcanzo a otro corredor al entrar en el pueblo, este de los 110 kilómetros y tras una pequeña confusión en el trazado (por otro maldito paso de cebra), afrontamos de charla los últimos metros hasta la plaza de la localidad, lugar de la meta. Es la hora de comer y no hay mucha gente comparado con el ambiente de dos horas después, pero la entrada bajo el arco final me resulta emotiva. 7h42' de esfuerzo. Nunca pensé que podía hacer un tiempo así. Además, y aunque al final bailó un puesto, posición nº 14. Algo todavía más impensable.

Con un fuera de serie
Me abrazo con Pedro, que ha quedado ni más ni menos que el 8º. Al menos tuve la suerte de hacer unos kms con él, más de un año después, y de que me "inmortalizara" subiendo a Claveles. Después de ducharme a saludar y hablar con  conocidos finishers: Marek en los 110, Alberto, Paco, Kike, Juanlu...Celso y Andrés, a quienes no pude ver por meterme en el coche antes de que la pereza me envolviese, también acabaron con nota el largo.

Disfrutando del  estado de forma

El GTP 60 es deslumbrante, precioso, apasionante y duro. Pese a ello, considero que bastante corrible en gran parte del recorrido (si se ha preparado, claro está) lo que lo hace, a mis ojos, muy atractivo. Posiblemente, en este tipo de pruebas, aquí me plante. Es decir, no me motiva hacer pruebas de más kilómetros si prácticamente los que se añadan no van a ser como los que he hecho aquí: andando lo imprescindible. A mí lo que me gusta es correr y el mundo del trail en España ha crecido tanto que se puede elegir.  Cada uno... conozco a gente que dice que todas las cuestas las hace andando para estar más fresco. De momento, yo no lo concibo así. En un futuro, quizá. No lo descarto.

Para finalizar, agradecimientos a todos los amigos, con Juanlu y Pedro a la cabeza. Y destacar una organización perfecta y el agradecimiento a voluntarios y espontáneos, a quienes no conocías, que te animaban cuando te cruzabas con ellos, haciendo más llevadero el esfuerzo.