miércoles, 1 de febrero de 2012

Naranjos, olivos, palmeras y caos: Maratón de Marrakech

Destino turístico cada vez más importante, Marrakech es una ciudad que causa en el visitante europeo una mezcla de fascinación y estupor. Si el mismo fin de semana del año pasado había corrido en  Nápoles, en 2012 íbamos a dar una vuelta de tuerca y descubrir que todavía hay lugares en los que correr que son más caóticos que la ciudad italiana. Al menos desde nuestra perspectiva.

El viernes a mediodía, el grandioso trotamundos Quique y yo salíamos de Madrid con rumbo a Marrakech (otro vuelo con Ryanair que transcurre sin problemas) y llegábamos a la ciudad africana en menos tiempo (ni 2 horas) de lo que dura el café por convenio de cualquier piloto de Iberia. Cogimos un taxi, un mercedes de esos de hace 30 años, y nos plantábamos en Le Place du 16 novembre para recoger el dorsal en una de las 5 tiendas que allí estaban plantadas. Además, tuvimos la ocasión de escuchar a un grupo de música local de quienes los integrantes de los Stones podrían ser hijos tardíos. El hecho de que empezara a llover y de no estar acostumbrados a esta clase de "armonía" hizo que saliéramos de allí y buscáramos el hotel.

Llegamos al mismo, el Golden Turip Farah, enclavado en la zona conocida como Hivernage. Cuatro estrellas no españolas: buen estado, amplio buffet, con zona de piscina, restaurantes, situado a un km de salida y meta... y con muy buen precio, al menos en esta época. Ya se adivinaban algunos corredores entre los clientes y el sábado llegarían muchos más, entre ellos de varios clubes marroquíes. Salimos a cenar (a un italiano, pues la comida autóctona por precaución no llegó hasta después del maratón) y a realizar un primer contacto con la ciudad para quedar sorprendido con todo el centro de la misma: la plaza Jemaa El Fna. Grandiosa y caótica: su mercado nocturno (puestos de comidas), sus "dentistas", sus encantadores de serpientes, sus "guías desinteresados"... sin duda es el viejo Marrakech, el genuino, el que se sitúa dentro de las murallas como si fuera un ghetto y que contrasta  con "el nuevo", que es el formado por las mansiones de millonarios y los campos de golf y con otro barrio donde se situaba nuestro hotel. La Ville Nouvelle es el barrio pudiente: "a la europea", con edificios más altos y nuevos, bancos, restaurantes, el Teatro Real. Aquí todo es "royal"; como corresponde a una dictadura (disfrazada o no), el culto a la personalidad está presente por todas partes.

El sábado desayunamos y fuimos a la Welcome Race, una carrerita que, siguiendo el ejemplo de otros grandes maratones, permite "calentar motores" de cara a la jornada del día siguiente. 3 kilómetros cerca de la plaza donde recogimos el dorsal, que hicimos junto corredores del centro-norte de Europa y varios marroquíes jóvenes que se lo tomaron en serio. Tras terminar, comenzaba una carrera de niños. Después continuamos la visita a la ciudad, con la mala fortuna de que cerca del Palacio Royal Quique quiso hacer una foto a las murallas que lo "protegen" y desde una de las garitas comenzaron a gritarnos y a hacer aspavientos: o está prohibido o nos tomaron por agentes del Mossad. Por supuesto, nos quedamos absortos con ese centro de la ciudad: alimentos como la carne expuestos al público y al sol; calles estrechas en las que en un metro circulan motos, bicis, algún carromato y peatones, todo sin control aparente alguno; los laberintos de las mil y una tiendas del zoco...

Casi a las seis de la tarde concluyó la caminata y, tras descansar en el hotel, volvimos al centro para comer algo de pasta y ver la liga española en Al Jazeera. Una paliza, pero tengo claro que siempre que voy a cualquier ciudad, más vale disfrutarla y recorrerla que hacer 5 minutos menos en la carrera del día siguiente.

LA CARRERA
El domingo por la mañana hacía algo de fresco, lo que hizo que saliéramos del hotel abrigados y como no había dónde dejar la bolsa, tuve que volver al mismo. La salida de la media maratón, que corría Quique, se daba a las 8:30 (algo más de 3.500 llegados a meta, algunos con tiempo superior a ¡4 horas!) y la de la maratón media hora después, por lo que dada la cercanía de aquel no hubo problemas (unos 700 finishers en la maratón). Cuando volví a las inmediaciones de la salida, me permití el lujo de calentar en una calle aledaña junto a otros 3 corredores, a alguno de los cuales creo que le fue muy bien en la carrera. Por cierto, los tres eran del mismo país: Kenia. Es lo que tienen los maratones pequeños.

Dos minutos después de las 9 de la mañana se daba la salida a la prueba de 42,195 kms. Tras un pequeño embotellamiento debido a que la gente tiene la manía de colocarse mucho más delante del lugar en el que debe, a los pocos metros se pudo correr. La carrera suele transcurrir por avenidas anchas y largas (larguísimas), bajo la vigilancia de policías y militares y la mirada (ante todo de sorpresa) y ánimos de la población del lugar. Recorre diferentes lugares pero evita, con buen criterio, el centro de la urbe. Y casi en todo momento se tiene referencia visual de la impresionante cordillera del Atlas.

A pesar de mis intentos mentales de ir tranquilo, pronto empiezo a marcar un buen ritmo sobre 4'10" el km o incluso algo menos en algunos kilómetros. Será uniforme casi hasta el final, sólo resintiéndose en las subidas (suaves pero que se hacen notar) y aligerándose en las bajadas de las mismas características. A pesar de zonas de nula animación, el recorrido es atrayente. Hacia el km 5 se pasa por los Jardines de la Menara y después por una zona de olivares. Aquí ya hemos formado un grupo de esos de los chistes patéticos, grupos comunes en este tipo de carreras. En este caso, un francés venido para la carrera, otro residente aquí, un italiano, un suizo y un español (yo). Sobre el km 10 cruzamos unos nuevos y extraordinarios jardines (de l'Agdal) y después de alejarnos emprendemos vuelta por una carretera hasta el extra-radio de Marrakech. Es una zona donde puedo ver centros comerciales y distingo logos de Carrefour o Pachá. Considero que el grupo va más rápido de lo que debo ir y le dejo marchar, aunque siempre tendré referencia visual del mismo.

A la altura del kms 17 nos adentramos en las afueras de Marrakech, en una zona de suma pobreza. Los niños animan, los motoristas y sus acompañantes (ver 2-3 personas en una moto, sin casco y con bultos es de lo más normal) te pasan y jalean... por aquí, aunque ya acercándose de nuevo a la ciudad está la media maratón, que paso sobre 1h29'20", más o menos. A partir de aquí descendemos un poco y comienzo a marcar mejores parciales; aunque llega la principal sorpresa de este maratón. Circunvalamos la ciudad, al lado de sus murallas y pasamos por un par de puertas de acceso/salida a la misma. Cuando había pasado por aquí la media maratón, se había podido paralizar el tráfico durante un buen tiempo. Ahora, como ya los del maratón cruzamos con huecos importantes entre nosotros, han decidido permitir el paso. Y esto es el CAOS. Voy corriendo y las motos pasan a mi lado, por los dos flancos y en cualquier dirección; a veces miro al conductor o a algún acompañante y comienza a aplaudirme. Los guardias no pueden hacer frente al descontrol: se vuelven para decir a un coche que se detenga y se les cuela otro; incluso al llegar a un cruce hay un furgoneta en medio, con lo que tengo un pasillo de no más de un 1,5 metros para pasar entre ella y los coches que circulan en la misma dirección. Menos mal que me da paso por ahí un policía mientras que otros dos forman un cordón para retener los intentos de los motoristas impacientes para cruzar.

Son 3 kilómetros peligrosos en los que te alimentas del humo de coches y motos y en los que ha desaparecido (será imposible colocarlo por aquí, sospecho) el avituallamiento del km 20, por lo que desde el 15 hasta el 26,5 aproximadamente estaremos sin beber agua, el único líquido que se ofrece en ellos. El resto de viandas que componen estos avituallamientos (insuficientes para una maratón) son piezas de naranja y a partir del 30 dátiles. Desde el 7,5 y cada 5 hay puestos de esponjas pero no agua embotellada, la única potable en Marrakech.

El caos termina a la altura del 22,5 más o menos, donde se bifurcan los caminos de la media y el maratón. Coincidimos 3 veces con la otra carrera, de nuestro km 20 a este 22,5 por última ocasión; para ellos es el 15, lo que significa que los corredores que sobrepaso llevan ya más de 2 horas para hacer esos 15 kms. Y todavía quedan por detrás. Mujeres con velos, algún hombre con zapatos, niños de 10 años... a ratos corren, pero ya lo normal es que anden. Es la carrera de su ciudad y la hacen; también puede ser para ellos una fiesta esto del correr. Todo explica que en la clasificación de la media aparezca bastante gente de más de 3 horas e incluso alguno por encima de 4.

Verdaderamente, yo agradezco dejar esta zona. Poco a poco nos vamos alejando de la ciudad y el panorama cambia. Ahora llegamos al terreno donde existen las grandes mansiones y los complejos de golf. La gente desaparece y únicamente nos encontramos con militares y fuerzas de seguridad que vigilan la carrera y la zona y algún jugador de golf que aparece para aplaudir a nuestro paso. Y, en medio de una zona de palmeras, también recibimos los ánimos de un par de tipos que tienen un negocio de camellos. A unos y otros se les agradece. A pesar de la poca animación, a ratos hay sombra y nos encontramos con algunos kms en bajada.

Poco después del 30 cogemos una carretera que conduce a Casablanca y que tras un par de kms se adentra poco a poco en Marrakech. Aunque con otro nombre, ya no la dejaremos hasta el 42. Agobiante, no se vislumbra el final, pasan los kms pero no sabes cuándo se acabará. Para el 35 comienza a picar hacia arriba y comienzo a tener problemas para mantener el ritmo; tampoco tengo ganas de sufrir para hacerlo y si las tuviera no sé si capacidad. Así que cada km comienza a irse hasta los 4'20" o algún segundo más. Los termómetros que veo, al sol ya marcan 25º... y rezo por alguna bebida isotónica que no existen en los avituallamientos. Me queda algo de barrita energética pero soy incapaz de digerirla (e incluso tragarla) ya. Así que paciencia, que esto no puede tardar mucho; finalmente vislumbro unas vallas y un voluntario que marca hacia la derecha: es la recta final. Cruzo la meta con un tiempo bruto por debajo de 3 horas y neto de 2h59'35".

Gran experiencia este maratón, diferente a casi todos los que he corrido. Tendría muchas cosas por mejorar, especialmente lo del tráfico en ese punto; también los avituallamientos, el marcaje de kilómetros y varios más. Pero encanto le sobra: esos contrastes en el recorrido que son los mismos que existen en la ciudad, esa permanente visión del Atlas, el paso por los jardines... pero, sobre todo, sigo pensando que pese a sus defectos tiene un enorme mérito que se pueda organizar en esta parte del mundo un evento así.

4 comentarios:

  1. Enhorabuena Carlos, extraordinario maratón te has marcado. Supongo que para una persona como tú, que ya tienes hechos un buen número de maratones, la mayoría supongo del mismo tipo, asfalto de ciudad, hacer uno un poco diferente tiene que ser muy agradable, aunque lo del peligro del tráfico sí deben solucionarlo.
    Salu2

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    1. La experiencia es extraordinaria. Es otra cultura y el maratón también se aparta de lo que conocemos. El tráfico allí es terrible, aunque ellos estarán acostumbrados; pero en carrera es muy peligroso. Aun así, muy recomendabe.

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  2. Genial leerte Carlos!!!...
    Qué bien lo cuentas!.
    Se nota que a pesar del ratito de caos con el tráfico, lo disfrutaste.
    Enhorabuena campeón y a por la próxima (que ya está ahí).

    Besitos.

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    1. Qué pena que no estuviérais. Pero sabes que nos queda mucho por correr y viajar. Te encantará el de Barna, hoy por hoy ya entre los mejores europeos. Cuando lo hagas, ya quedamos y bajo un finde para hacer una carrerita de montaña de esas que continuamente tenéis por allí.

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