Fue en la Expo de la Maratón de Sevilla, en febrero, cuando Ray empezó a plantearse hacer el de Oporto. La verdad es que llevaba años planteándomela, pero siempre acababa eligiendo otra opción. Esta vez, aunque aparecieron otros nombres en el camino, algún mes después de A Coruña decidimos que nos apuntaríamos. Si habíamos estado en Galicia y "sobrevivido" a la experiencia, podíamos ir igualmente en coche al norte de Portugal. Más tarde se nos unieron Ramón y Cristina (y su peque, Julia) a la expedición.
El viernes a las 6 de la mañana salíamos Ray, Marisa, sus cuatro hijas y yo hacia Oporto y unas 8 horas después llegábamos: lo justo para instalarnos en el hotel, dar una vueltecita previa a la comida y descansar un poquito. Por la tarde, paseo para recoger el dorsal y conocer la columna vertebral de la ciudad como centro de ocio: la calle Santa Caterina. Un poco de pasta para ir cargando hidratos y a descansar.
El sábado, tradición manda, aunque el día se presentara lloviendo. En primer lugar, un trote por la ciudad, al que se apuntó Ray. Unos 6 kilometrillos muy tranquilos, en los que fuimos a ver el Estadio de Das Antas, donde juega el Oporto (más tarde pasaría por el del Boavista, con recuerdo al gran Edwin "Platiní" Sánchez, incluido). Una ducha y un buen desayuno después, esta vez ya en solitario, a patear la ciudad, con chubasquero y gorra bohemia para hacer frente al clima: buena temperatura, pero a veces llovía delicadamente y otras veces con fuerza. Como era de esperar, a los 20 minutos estaba calado.
|
Carlos en plan "Lonely Planet" |
Había estado en Oporto unos 15 años antes. Es una ciudad con aspecto antiguo tendende a decandente, es decir, parece no demasiado cuidado aunque guarde su extraordinario encanto. No llega al extremo de la caótica y maravillosa Nápoles, eso sí, donde también he tenido la fortuna de hacer un maratón. Por supuesto, disfruté de una maravillosa mañana: Boavista, Avenida de los Aliados y alrededores, paseo cercano al Duero, zona del Palacio de la Bolsa y la Estatua del Infante Enrique, la espléndida zona de la Ribeira, clásico paso a la zona de las "caves" por el puente de Luis I (zona baja) y, tras pasar por el mirador regreso por la zona alta... bueno, más de 4 horas a un buen ritmo da para mucho.
Por la zona de la Estación me encontré con el gran Javi, el Siete, un burgalés universal. Por supuesto, había venido a correr, así que tomamos un café para que yo entrara en calor y nos fuimos a pasear un poco para hablar de maratones. Tras contar carreras pasadas y futuras, cada uno siguió su camino. Yo había quedado en comer con Ray, Ramón y sus familias. Un poquito más de pasta, un café y sobre las 18.00 me retiraba al hotel a leer y descansar. Como siempre que salgo a algún maratón, especialmente en el extranjero, las piernas cansadísimas de tanto andar, aunque a estas alturas de la película, 3, 5 o 7 minutos no me van a apartar de lo mágico que resulta pasear por una ciudad. Lo que sí noté es un gemelo con una molestia que asocié a posible amago de agujetas de haber subido algunas escaleras duras.
|
Vista de Oporto desde "el otro lado" |
|
El día de la carrera estaba ya despierto pero disfrutando de esos minutos ultra-satisfactorios en los que crees que nunca sonará el despertador cuando se escucha un toc-toc en la puerta, seguido de un "Carlos". Pienso que algo ha podido ocurrir, pero cuando veo la hora, lo comprendo. Me levanto, abro, veo a Ray y suelto un "venga, que son las 6.30, que te has equivocado de hora" y cierro. Desventajas de cambiar de franja horaria. Sobre las 7.00, me tomo un plátano y una barrita, noto la fibra intestinal en modo festivo y alegre y me visto. Ahora sí, a las 7.30 voy en busca de Ray, un par de cafés y vuelvo a ser reclamado para la "intestinal party".
Sobre las 8.00 de la mañana salimos del hotel para el lugar de la salida, el Pabellón Rosa Mota. Primero trotamos un poco y cuando vemos ya filas de gente dirigiéndose al mismo lugar, nos unimos a ellas. Allí encontraremos a Ramón. Buen ambiente en la salida en una mañana de clima magnífico: soleada, con una pequeña brisa (se notará por la zona cercana al mar). Se dan cita 3 carreras: maratón, Family Race (16 kms) y una muy popular de unos 5 kms. Pero los del maratón salen en primer lugar. No me sitúo muy delante porque todavía no tengo pensado cómo quiero hacer la carrera.
|
Circuito |
El circuito es bastante atractivo. Los primeros kms transcurren por Ronda Boavista (una de las principales arterias de la ciudad) y alrededores. Sobre el 6 se pasa por la zona de meta, junto al parque da Cidade pero en dirección contraria, comprobando que luego tendremos que concluir con una subidita. Sobre el 7 se llega al paseo marítimo que es la principal zona donde transcurre el maratón. Oporto es una ciudad con muchas cuestas y es la única forma de evitar que el perfil no sea un infierno. Así que primero se corre en dirección a la desembocadura del Duero, para girar en una rotonda y hacer unos 11 kms junto al mar hasta el famoso puente de Luis I, que nos permite cruzar a la otra zona de la ciudad (Vila Nova de Gaia).
Una nueva rotonda, a la altura del km 27, hace que volvamos sobre nuestros pasos, con el circuito a veces dividido por conos y la mayoría no, cruzándonos con otros corredores, hasta el km 40,5, donde subimos la cuesta antes enunciada y afrontamos la recta final, en el parque. Es bastante llano, con alguna subidita concentrada en los accesos a los puentes y los últimos kms, aunque lo más duro puede considerarse ese kms del 40,5 al 41,5. Correr junto al Duero y el mar tiene un gran encanto y destacaría alguna otra zona como la que nos lleva por la zona de la Ribeira, entre los puestos de vendedores, o el paso del puente.
Tras el pistoletazo de salida, a los 200 metros se toma la primera cuesta, dura, y se crea un pequeño atasco. Como siempre, porque si vas a hacer 3.30 o 4 horas, no te puedes poner junto al globo de 3 horas: porque vas a hacer tapón, por sentido común y, fundamentalmente, por EDUCACIÓN. Pero nada. Excepto en los países del norte de Europa, esto siempre ocurre, aunque quizá no en la medida que en España. Una vez que las piernas entran en calor, y por lo favorable de los primeros kilómetros, me voy por delante del globo de las 3 horas. Con tanta montaña, tanto maratón y casi nada de preparación específica, puede considerarse un suicidio, pero (pienso/miento) ya podré regular. El paso por la media, muy rápido, 1h28' y pocos segundos.
Las sensaciones no son malas, aunque sufro en exceso con las zonas de adoquinado. No voy a poder doblar, ni mucho menos, pero vamos a ver qué puedo hacer en la segunda media. De todos modo, he bajado un poquito el ritmo voluntariamente. Al pasar al otro margen del río, km 25 o 26, además de las molestias del adoquín, la flora intestinal me recuerda que hoy estaba de día de fiesta. Al principio sigo confiado en que se pase, pero tras algún kilómetro veo que el dolor y la incomodidad van en aumento. Estamos ya en el camino de vuelta hacia la meta y yo buscando un lugar apropiado. Bueno, que esto parecería una crónica de mi buen amigo "el corraliego": sólo decir que lo encontré y tuve que hacer un alto en el camino.
|
El maratón 36 |
|
On the road again, el globo de las 3 horas, que antes venía detrás de mí, ahora se veía por delante, bastante por delante. En un primer momento intenté ir aproximándome, pero pronto comprendí que no iba a poder adquirir fácilmente el ritmo anterior. Así que lo mismo me daba hacer 3.01 que 3.05, por lo que me propuse disfrutar los últimos kilómetros. La cuesta la pasé como si nada y me recreé en la recta final, saludando a la gente, aplaudiendo, haciendo el avión por aquí, etc. Hay unos 200 metros que la gente hace un pasillo y pasas entre ellos, al menos cuando yo crucé por ahí. Finalmente, por mi reloj 3h03'03 y más que contento. Además, físicamente muy, muy entero. Recibí con una gran sonrisa la medalla y fui a esperar a mis compañeros.
En la espera me puse a animar a unos y a otros, entre ellos al Siete. Unos minutos después, allí estaba conmigo. El tío es un amante del maratón, tanto, que empezó a chocar la mano a todos los corredores que pasaban, animándoles, diciéndoles cosas. Así estuvimos hasta que pasó primero Ray y después Ramón. Luego, pequeño problema de logística; cuando al fin nos encontramos, foto, rápidas impresiones y nos fuimos al hotel a duchar. 8 horas después, y ya dentro de ese estado en el que en ninguna posición estás bien, llegábamos a casa. La experiencia, majestuosa.
Oporto es un buen maratón. Circuito atractivo, animación en algunos puntos, muy bien cortado al tráfico. Buen precio y dieron medalla, dos camisetas (una de algodón y otra, preciosa, técnica) y botella de vino. En líneas generales, los portugueses, o con los que dimos, muy amables. Lo peor, quizá el adoquinado: sobre todo en la zona junto a las bodegas,
en el otro margen del río. También que hay que tener en cuenta que si
no se ponen conos en todo el circuito, irrumpimos en el otro lado como
si nada, y que creo que las bebidas isotónicas hay que ponerlas desde el
principio para ir reponiendo sales.
Pero el notable se lo lleva de forma holgada. Ahora, vuelta a la montaña, el Falco Trail, el 6 de diciembre. En Enero tocará Tarragona y en Febrero otro maratón entre amigos, el de Cobeña. Estos tres, eso sí, los haré tranquilos.