miércoles, 16 de abril de 2014

Desafío Sur del Torcal

El Torcal de Antequera es un Paraje Natural ubicado en el término municipal de esta localidad malagueña y caracterizado por las formas que adoptan las rocas debidas a la erosión (lo que se conoce como paisaje kárstico). Había oído hablar de él, así que cuando descubrí que se celebraba un maratón, convencí a Ray y nos apuntamos al Desafío Sur del Torcal.

Única preparación específica

El cajón de sastre (y desastre) de los últimos meses de carreras hicieron que nos presentásemos sin preparación específica: ni un día de entrenamiento en montaña. Tan sólo el Corretrail que hice 15 días antes, en Corral de Calatrava, podría definirse como tal: una prueba de casi 28 kms, con alguna que otra subida interesante aunque corta, pero que en su conjunto no llegaba a 600+. Aquí me había encontrado bien, lo que unido al gran fondo con el que cuento actualmente (hacer un maratón mensual desde septiembre tiene estas cosas), mitigaba un poco esa carencia de kilómetros de monte. 


Cartel de la prueba
El viernes por la tarde salimos para Antequera y nos recibió la localidad con una temperatura sensacional y con mucha gente, con su singular gracejo, en la calle. Bonito lugar, la verdad. Dejamos las maletas en el céntrico hotel (Plaza de San Sebastián) y dimos un paseo hasta el lugar donde la organización entregaba los dorsales. Al llegar tarde no pudimos recogerlos pero cenamos en el buffet... y de qué manera: parecía que estábamos de boda o algo similar. Tras dar buena cuenta de pasta, pizza y postre (¡pizza dulce con chocolate y lacasitos!), un café en una terraza gozando de la temperatura y a dormir. Entre la pastilla que me tomé y el cansancio acumulado en los últimos días, ni oí la alarma a la mañana siguiente. Tuvo Ray que llamar a la puerta a la hora convenida para despertarme, algo rarísimo en mí. 

Una duchita rápida, un café y un intento fallido de desayunar después (los excesos de la cena lo impedían), ya  podía considerarme persona. Así que nos fuimos para la salida, en el Centro de Tecnificación a las afueras de la ciudad. Finalmente, y a pesar del calor que se esperaba y la hora del pistoletazo inicial (que por problemas técnicos se convirtió en la clásica voz), las 10.00 de la mañana, me decanté por no llevar mochila: consideraba que los avituallamientos podían ser suficientes dadas las características de la carrera. En esta misma línea, elegí unas zapatillas de trail pero más ligeras y para terrenos de escasa dificultad técnica.
Perfil agresivo aunque de poca dificultad técnica
Especialmente en este último aspecto acerté, pues la carrera tiene pocos requerimientos técnicos. Cuenta con unos 1.650+ en sus casi 44 kilómetros de distancia, pero es muy corrible. Mucha pista forestal, senderos no excesivamente técnicos y de las dos subidas principales, una por "buen terreno" y otra ya de más dificultad en 2/3 partes (El cerro del Águila). En cuanto a bajadas, y yo bajo mal, un par de tramos más técnicos: la que llevaba hacia Fuenfría y, especialmente, la de las Escaleruelas. El resto del recorrido, para correr bastante... si se cuenta con preparación adecuada, desde luego. Y esto es algo que con el "boom" del atletismo (en asfalto y fuera de él) popular se olvida cada vez más.

A las 10.00 de la mañana y tras saludar a Javi Muñoz y a Eduardo, quienes venían de Valencia, tomamos la salida. El popular y ya mítico "SuperPaco" había venido desde su pueblo andando junto a otro corredor y ahora afrontaban la prueba. IMPRESIONANTE. Cerca de 700 personas les acompañábamos, entre corredores, senderistas y los que optarían "por la fórmula mixta". Más de 25 grados se esperaban durante casi toda la mañana-tarde, aunque luego estuvimos acompañados por una agradable brisa que facilitó las cosas. 

Subidas contenidas...
La carrera es preciosa. Los primeros  kilómetros recorren el centro de la ciudad y suben hasta la zona elevada de la misma, por el Castillo. A partir de aquí se inicia una suave y prolongada ascensión hasta más o menos el km 13, jalonada de toboganes y que nos hace rodear el Torcal a lo largo de sus faldas, pudiendo disfrutar de su visión majestuosa. Entre el km 13 y el 16 llega la primera gran subida, la de Las Escaleruelas, que nos adentrará de lleno en el Paraje Natural (del Torcal y de la Sierra de las Chimeneas, si no me equivoco). Fundamentalmente por pistas se pone rumbo a la población de La Joya (km 22), donde buena parte de la publación del minúsculo y entrañable pueblo nos recibe con efusividad. 

Tras salir del control y avituallamiento se inicia la parte de más dificultad, por las rampas y el terreno: la ascensión al Cerro del Águila. 4 kilómetros y su correspondiente bajada de cierta dificultad técnica. Desde aquí, vuelta a Las Escaleruelas, con unos kilómetros comunes a la ida, la bajada técnica de esta zona y la parte final de regreso a Antequera sin dificultad y para correr todo lo que se quiera y, sobre todo, se pueda: Cortijo Machuca, La Magdalena, el interminable Camino de las Arquillas y el descenso final hacia la meta, tras dar una vuelta casi completa a la pista cubierta del Centro de Tecnificación

Bien señalizada la prueba, con mezcla de cinta de balizar, señales en el suelo y piedras, y muchos voluntarios en los puntos conflictivos. Además, una de las pruebas donde más miembros de Protección Civil y voluntarios he visto: se nota el cariño de la gente de la zona y de los organizadores hacia su carrera. Incluso en los puntos más peligrosos, como la bajada de Chimeneas-Machuca, había gente entre los pedregales aconsejándonos por donde descender. Pleitesía para todos ellos, alma de la prueba.

... Y otras más agresivas

Respecto a mi carrera la verdad es que, sin forzar en exceso, salió bastante bien. Es un terreno adecuado a mis (torpes) caracterísiticas, mejor que los de gran exigencia técnica y eso se nota. Pronto busqué un ritmo en el que me sintiera cómodo y olvidándome de la gente que me podía pasar: tengo ya la suficiente experiencia como para no importarme correr solo los 42 kms. Las cuestas a mi ritmo constante y en las bajadas no cebarme y coger un ritmo fuerte; en las técnicas por mi pavor a una caída o esguince y en las que no lo son para cuidar la excesiva erosión de la musculatura. Así, un poco al contrario de mucha gente, que se esfuerza más en las bajadas que en las subidas, no importándole andar en  terreno fácil. 

Imagen del descenso más técnico
Así, la primera parte de la prueba la tomé como calentamiento y en la subida de Las Escaleruelas me encontré bien, con una sola rampa en la que tuve que dejar durante unos segundos de trotar. Esto me demostró que hoy tocaba hacer una buena carrera. Repostaba bien en los avituallamientos (cada 7 primero y luego cada 4 kms aproximadamente) y no me costaba afrontar corriendo los toboganes. La subida al Cerro del Águila la hice a buen ritmo, andando en los intervalos más técnicos y duros y retomando la carrera cuando la pendiente se suavizaba y daba el menor respiro. Así, cogí a un grupito que luego me pasó en la bajada, desarrollado por un riachuelo con poca agua pero que había erosionado el piso.

Sería la última vez que alguien me pasara, pues al salir a la pista para iniciar el recorrido de vuelta, la mayoría afrontaba los toboganes por pista forestal andando, lo que hacía que me marchara con mi ritmo contenido pero constante. En la bajada más técnica (de la Sierra de las Chimeneas, como he mencionado), un chaval que me había pasado varias veces y que otras tantas había sido superado por mí, a mi comentario de "adiós por dónde toca bajar" me responde "mejor, que tanta pista es más aburrido". Medio minuto después oigo un grito de dolor, un problema muscular. Le pregunto y me dice que siga, que ya viene un voluntario. Entre el calor y el cansancio acumulado, un mal posicionamiento conlleva un seguro tirón muscular. No sé si acabaría la prueba.

Llegada (ojo, cuidando la técnica de carrera y todo)
Tras el avitualllamiento del 34, el terreno presentará algún tobogán pero predomina el llano y el ligero descenso. Como realmente voy "fresco" (en la medida que se puede ir con más de 25 grados y esa distancia) iré pasando a varios corredores: no puedo esconder mi origen asfaltero. Así que poco a poco me acerco a Antequera, aunque queda rodear la llamada Torre del Hacho por el camino de las Arquillas. El GPS marca ya casi la distancia, queda bajar y a lo lejos se ven chalecos refrectantes de los voluntarios que indican que queda camino por recorrer. Intento no venirme abajo y mantener el ritmo. Finalmente, un desvío para bajar por un sendero y abajo se vislumbra el Centro de Tecnificación.

Como muestra de lo entero que marcho, en ese último descenso (con alguna piedra suelta y de terreno irregular) adelanto hasta a tres corredores. Sí, ¡yo en descenso adelantando a gente! Entro en meta marcando un tiempo de 4h29'01" y colocándome entre los 30 primeros y todo. Recupero mientras que charlo con Marisa y esperamos a Ray, quien llega con visibles ciertos signos de cansancio y de haberse vaciado. A pesar de los 400 kms que tenemos hasta allí, una carrera muy, pero que muy repetible. Por todo: paisajes, localidad, tremenda organización, cariño de la gente. 

Ahora a recuperar conveniente y rápidamente que el sábado 26, aunque a ritmo suave, toca hacer otro maratón. Nuevamente Solidario, organizado por ACREAR y a celebrarse en un circuito en Carrión de Calatrava.




sábado, 22 de marzo de 2014

Maratón Solidario de Toledo

Llevaba tiempo sin remotar el blog: desde que en Enero corrí la Maratón de Tarragona. Desde entonces no es que haya estado parado, sino que había entrado en cierta etapa de vagancia literaria. Bueno, esto no es realmente así; la verdad es que estoy escribiendo más que nunca pero embarcado en otros proyectos. De esos que casi con toda probabilidad nunca cristalizarán, pero eso es otra historia. 


Desde el punto de vista deportivo, en este "Tiempo de Silencio" (gran novela de Martín-Santos, justita película de Aranda) he corrido un par de medias y una maratón. Las medias fueron en Navas de Tolosa (tipo trail) y Salamanca y la Maratón fue la formidable mañana que nos preparó el gran Hoffmann y que sirvió para honrar la memoria de Alicia Valverde, la mujerde un forero de carreraspopulares. com. Ahora lamento no haber escrito sobre aquella Maratón de Cobeña.

Uno ya lleva corriendo años y tuvo la fortuna de hacer varios maratones multitudinarios hace tiempo, un par de ellos de 40.000 personas. Pero cada vez siento menos interés por las carreras de moda, hipersaturadas, con todos los dorsales vendidos, los que se presentan sin él, los que lo llevan escaneado para así luego robar lo que ofrezcan... vamos, que por poca vergüenza que se gaste el actual Ministro de Educación, no es el causante de muchos de nuestros males endémicos. Bueno, que me lío...

Sin embargo, siento más atracción y simpatía por esas otras Maratones cercanas, con un trato casi personalizado, en las que sueles hablar de tú a tú tras la prueba con el (o los) alma (s) mater de la misma. Pero es que, además, tengo la suerte de que estoy participando en ellas cada poco tiempo. Así fue el Maratón de Cobeña o 400 personas disputamos, entre senderistas y corredores, los 42 kms infernales y gloriosos del Falco Trail. Menor fue el número de corredores que participaron en el recorrido completo de esa maravilla que preparó Joaquín Lozano y el Club Atletismo Membrilla, aquel maratón en pista de Atletismo del que tanto disfruté. 

Y en esa línea se encuentra esa otra bendición que es el Maratón Solidario de Toledo. Llevaba años, desde que tuve constancia de la existencia del mismo, queriendo participar pero por una cosa u otra, no había podido hacerlo. Y al fin, este año, lo conseguí y superó todas mis expectativas. COLOSAL. 

El Colegio Virgen del Carmen de Toledo organiza esta maratón que comenzó corriendose en torno al Circo Romano de la localidad pero que, al estar en obras, pasó a disputarse en el vecino y clásico Parque de la Vega: ¿un maratón ahí? Sí. Ahora tiene carácter bianual y se realiza como base y apoyo de un proyecto benéfico y/o solidario (PIMPRI). Los profesores y alumnos ayudan para que todo salga bien ese día y todavía "tenían la desfachatez" de agradecernos el estar allí.

El Parque en cuestión se encuentra junto a la Puerta de Bisagra y entre los árboles se vislumbra la ciudad, lo que es otro aliciente de la carrera. Imagino que para alguien que sea de lejos, correr y luego hacer una visita debe ser de lo más placentero que exista, ya que es una localidad de inusitada belleza. Había que correr un maratón en ella y adjuntarla a una lista que reúne lugares tan atrayentes como Venecia, Florencia, París, Barcelona, etc.


La carrera consiste en 75 vueltas por el parque, que tiene un firme formado por una zona de mármol y creo ladrillo toledano (la recta principal) y el resto de tierra con alguna leve zona de gravilla. Incluso, se apreciaban una bajadita y una pequeña subida, casi imprerceptibles hasta que llevas 60 vueltas. El terreno sobre el que se corría, la verdad es que acababa por cargar bastante las piernas, pero tampoco nos íbamos a quejar mucho. Además, muchos reencuentros, pues ahí estaba bastante de "la fauna friki-maratoniana", en la que a este paso parece que acabaré entrando. Al frente dos de los más grandes: Pepe Caballer y Andrés Alañón, con más de 200 maratones cada uno. 

El maratón cuenta con una de las animaciones más singulares que imaginarse puedan. Primero, unos voluntarios (de los mayorcillos del colegio) que no paraban de gritar. Pero es que a partir de las 10.30 de la mañana iban llegando clases de niños, por turnos, que corrían en un anillo interior y después se ponían a animar como locos. Al ser los dorsales personalizados, coreaban el nombre de cada corredor y tendían las manos para que las chocáramos. Y como después venía otra clase y hacía lo mismo, las ganas de aplaudir y chillar no cejaban. Emotivo, casi escalofriante, una bocanada de vitalidad.

Respecto a la carrera en sí, poco me extenderé. A las 9.00 de la mañana se daba la salida y unas 50 personas nos poníamos a correr, cogiendo cada uno su ritmo. Algunos grupos, algún acompañante con peto que hacía unos kilómetros junto a un amiguete maratoniano y otros, desde el comienzo,  a nuestro ritmo y en solitario. Pronto me quedo sobre el 5º lugar, a una buena velocidad y a resistir y disfrutar: saludas al que adelantas, chocas la mano de los niños, etc. 

En la media maratón marco unos segundos por debajo de 1h33' y como se han retirado algunos que sólo querían correr esta distancia, me quedo el segundo. Van pasando los kms, el ritmo más o menos lo mantengo y, eso sí, empieza a hacer un calor terrible y poco usual a estas alturas del año. Los últimos kms se me resisten un poco en cuestión de ritmos, pero no se me hace pesado ni nada parecido. Finalmente, marco 3h08' y sólo ha cruzado la meta (que es lo de menos) por delante un crack como Carlos Alberto, ganador por tercera edición consecutiva. 

Toca rehidratarse y subir al podio donde autoridades (que me parecieron simpatiquísimas) y miembros del profesorado del colegio (tan majos que deberían ser clonables) departieron animosamente con nosotros. Después, duchas en el cole e invitados a comer. Y todavía, como decía antes, nos agradecen algo... Grandes también los compañeros de carrera, como el gran Rafa (Indeciso), Javi Muñoz, los gemelos de UrdaNatxo y su amigo (para el que era su último maratón) o María José.

Por cierto, la bolsa del corredor, impresionante. Aparte de alguna cosilla más "terrenal" tipo trufas (que van a destrozar mi ya poco favorecida figura) y algún detalle más, consistía en camiseta, carta de agradecimiento escrita por alumno/a del colegio y medalla en cartulina hecha también por los niños. Descomunal. Ya está colocada en la colección personal, lugar de priviliegio que caprichosamente ha recaído entre Ginebra y Nápoles. No desmerece ni mucho menos este Maratón. Por cierto, la próxima vez que venga a Toledo, espero que sea para otra "fiesta": acompañar en una completa visita a mi amiga Esther para celebrar que ha vencido al cáncer.

La Maratón Solidaria de Toledo ha sido mi nº 40. La próxima en Abril, en Antequera: regreso a la montaña. Y dados "los compromisos", creo que en Abril serán dos las maratones en las que participe.

martes, 21 de enero de 2014

Marató Costa Daurada, el primero del año

Primera carrera del año; primer maratón. Después del Falco Trail me había prometido un pequeño descanso que al final no fue completo, pues metí un par de medias maratones para cerrar el año. Eso sí, me aparté de las carreras-fiesta típicas de Navidades y no sólo por descansar. 

La Marató Costa Daurada nació en 2010 en Salou y tras dos ediciones no acabó de consolidarse. Entonces, no se celebró la siguiente (2012) y se decidió trasladarla a la vecina Tarragona contando con el patrocinio y mecenazgo de los Juegos del Mediterráneo de 2017. De hecho, el circuito será el del Maratón de dicho evento. Con esta nueva configuración se celebraba por primera vez el año pasado.

Es una maratón pequeña (493 llegados a meta), muy bien organizada, con un circuito duro, bien cerrado al tráfico y que tiene como centro neurálgico el puerto de la ciudad. Como me decía mi amigo Pat, que es de esta ciudad y al que conocí cuando corrimos el Maratón de Estocolmo: "Tarragona es lo que es". Es decir, el recorrido viene caracterizado por las condiciones de la ciudad: todo el tiempo picando hacia arriba o hacia abajo, algunas cuestas fuertes, poco urbano, etc. Pero, sin embargo, me pareció bastante acertado para contar con tanta limitación y no demasiado aburrido teniendo en cuenta que, aunque a una sola vuelta, normalmente se iba y venía por la misma vía separada por conos.

Podríamos dividirlo en dos partes. Una primera cercana al mar y una segunda que recorre la vía principal de Tarragona y algunos barrios periféricos. En la primera, se iba hasta el faro del puerto y se volvía por toda la línea de costa junto al mar para pasar por una zona de fuertes cuestas que enlazaba con la Carrer Vía Agusta, que nos llevaba a la Cala Romana donde (km 13 aproximadamente) se giraba para regresar a la zona del puerto. El primer paso por zona de meta se realizaba en el km 19,5. 


En la segunda parte de la carrera nos adentramos en el interior de Tarragona, recorremos la Rambla Nova pasando por el imponente Balcón del Mediterráneo y salimos del centro para recorrer  los barrios de Torreforta y Campclar. En este, y tras dar una vuelta a una pista de atletismo (curioso, cuanto menos) iniciamos el regreso hacia el puerto, aunque haremos una incursión en un polígono para añadir kilómetros. Cerca del km 40 se pasa a unos metros de meta pero en dirección contraria, ya que hay que dar una pequeña vuelta para completar la distancia. Si se va mal, esto puede terminar de destrozarte. Como he dicho, el final es en pleno puerto. 

Salíamos de Criptana a las 6 de la mañana del sábado y sobre las 11.30 llegábamos al párking cercano al hotel. Fuimos a por el dorsal (a 1 km nada más de allí), donde coincidí con ese leonés maratonianamente internacional que es Ángel de la Mata, que iba a por su 149 maratón y al que animaría en meta. De aquí al hotel, que como nos vio que veníamos a correr nos amplió voluntariamente el check-out hasta que termináramos y nos ducháramos (Catalunya Express, sencillo pero muy recomendable y junto a la estación). Descansamos un poco y por la tarde recorrimos la ciudad, antes de cenar junto a José Fraile y acompañantes amigo. Jose, o Hoffmann, es el organizador del Maratón de Cobeña que correremos el mes que viene.

Mi carrera fue bastante "tranquila. Tras salir un poco detrás, pronto empecé a adelantar a gente que se había colocado donde no debía, incluida una señora con pantalón largo y sudadera atada a la cintura que sin duda había querido experimentar qué se siente saliendo en los primeros lugares (primer premio a la falta de educación del día para ella). Parte de este lío también venía de una carrera paralela de 10 kms que había. Sin embargo, es de justicia decir que pronto se corría bien y que las avenidas eran muy amplias para el número de participantes. 

Me había prometido darme un respiro y no forzar en demasía aunque corriera a un ritmo ligero. Es decir, a pesar de no haber tenido preparación específica (como ya es costumbre), hacer un tiempo sobre 3h10'. pero cumpliendo la máxima de ir cómodo en todo momento. O al menos la mayor parte del tiempo. Así que pronto acomodé el ritmo sin hacer caso de grupos, gente que me adelantara o a la que alcanzara. Toda la carrera la hice solo; desde que ambas carreras se separaron sobre el km 8, e incluso antes, no corrí junto a otro corredor más de 5 segundos. 

Y la verdad es que me salió bien. Me veía cómodo en las cuestas arriba, donde superaba a gente y mantenía buen ritmo. Por la media maratón pasaba a ritmo más rápido del esperado pero con las sensaciones que buscaba: 1h 32' y algunos segundos y muy cómodo. Cuando nos cruzábamos con grupos de corredores en dirección contraria buscaba a Ray y me alegraba verlo cómodo en el grupo de 3h45' preparado para reventar su mejor tiempo. No hay misterio alguno: si entrenas más o menos bien y aparcas (dentro de lo posible) otras cosas, el esfuerzo da resultado. 


No había mucha animación, pero la gente que encontrábamos aplaudía, así como los voluntarios, que hay que decir que se volcaron. Incluso algunos miembros de las fuerzas de orden público (el circuito, vuelvo a decir, muy bien cerrado al público) también lo hacían. Además, fui cruzándome con Pat, que por lesión no pudo participar (recupérate pronto, crack) y que en bicicleta iba señalizando la posición de la primera mujer. Me preguntaba y yo le decía que lo tenía controlado, que terminaba "sobrado" (la primera vez se lo dije, convencido, en el 28). 

En el km 38 y dirigiéndonos ya hacia el puerto, decidí que era hora de esforzarse un poco. Así que si había rodado unos segundos por encima de 4'20" el km de media hasta el momento, empecé a hacerlo unos 15 segundos por debajo. Incluso incrementé el ritmo en la última recta, para marcar finalmente 3h03'15" de tiempo real.y algo por debajo de 1h31' la segunda media. Y la gran alegría del día: ver la llegada de Ray, junto a Jose, en 3h42'. Impresionante su carrera, aunque siempre le pico para que siga progresando, pues todavía tiene bastante margen (y sin matarse, que no soy partidario de cargas exhaustivas que a la larga te hacen odiar el entrenamiento). 


Me gustó este maratón, aunque no haya sido uno de los mejores que he corrido. Eso sí, se  nota que es un club de corredores experimentados el que colabora decisivamente en su organización (muy buena, la verdad). Además, uno de los que más he disfrutado por ir reservando en todo momento para al final hacer un tiempo similar al de otros en los que me vacié mucho más. Pronto, nuevos capítulos...

martes, 10 de diciembre de 2013

Por caminos de cabras: FalcoTrail 2013

El año pasado ya estuve interesado en esta carrera, que se celebra en la localidad murciana de Cehegín,aunque al final me decidí por el asfalto y por repetir participación en el Maratón de Castellón. Este, y tras consultar diferentes crónicas de participantes, decidí apuntarme. Era una buena forma de concluir "la temporada", la prueba nº 10 de larga distancia del año: 8 maratones y 2 ultras. 

En principio, un trail fácil, con mucha pista, desnivel muy asumible (se hablaba de unos 1.600 +)... una "relaxing curse por la montaña", vamos. Cuando se abrieron inscripciones y se conocieron algunos cambios, consulté a la organización y me contestaron que cambiaba algo el circuito pero que era corrible en un 85%, que sólo tenía dos cuestas difíciles, etc. Así que como ya tenía la idea hecha,  me apunté.


Pero al parecer las críticas del año pasado, en algunos sectores, fueron grandes: eso no era una carrera de montaña y cosas así. Y los miembros organizativos fueron cambiando la idea original y concibiendo un maratón que en el mundillo es lo que se llama "duro de cojones". 6 subidas (un par llevaderas, 3 de gran dureza y una imposible), creo que en torno a los 2.500+ o algo más, muy técnica en subidas y bajadas, en algún punto más que peligrosa, bellísima, fascinante, inolvidable. 

El jueves, previa parada en Caravaca de la Cruz para dar un pequeño paseo (siempre quise ser un caballero Templario, por supuesto), llegaba a Cehegín para instalarme en la antigua estación, hoy convertida en albergue, que era el punto de salida y llegada. Allí conocí a algunos chavales del grupo senderista Los Tractores Reactores, de Pilar de la Horadada, municipio de Alicante casi en la frontera ya con Murcia. Más que amables, me dijeron que me fuera con ellos a la charla técnica y después ya cenamos juntos hablando de unas y otras pruebas. Me convencieron: si logro dorsal, me tendrán en Cartagena para correr la Ruta de las Fortalezas. 

El animado perfil
Ya en la charla técnica, además de hacernos alguna foto con "Super-Paco", pudimos recibir los últimos avisos sobre la dureza del recorrido. En principio, hasta el km 21 se mantenía el recorrido del año anterior aunque cambiando tramos de pista por sendas; a partir de ahí, todo cambiaba y donde hubo terreno de pista casi llano, ahora aparecían 3 subidas más: con mucho desnivel y técnicas. Avisaban, entre otras cosas, de puntos de evacuación (metiendo el miedo en el cuerpo, vamos), los vehículos y algo que no entendí bien sobre el vértigo. 

Conseguí dormir bien y sobre las 6.30 del viernes despertaba. Café para combatir el frío, intenso a las primeras horas de la mañana, y preparado. La idea, hacer una carrera auto-homenaje, tranquila, disfrutando y no romperme un brazo, idea esta que fue convirtiéndose en no romperme brazo, pierna y crisma a medida que los kilómetros pasaban. Los 3 primeros de rodaje, para entrar en calor, por la Vía verde y pronto llegábamos al primer escollo de la mañana. 

Esta primera subida es asequible, de 1,5 kms aproximadamente, aunque tras un pequeño descenso vuelve a subir algo más. La gente ha corrido mucho por la Vía Verde y ahora se pone a andar, sin intentar correr lo más mínimo, por lo que se forma un tapón y hay que tener paciencia. El descenso se realiza por sendas y senderos y dejo pasar a quien me lo pide. Tras un pequeño tramo en llano, afrontamos la segunda subida, el As de copas. También de 1,5 kms la parte inicial, pero que ya se va a una pendiente media de ... 23% y entre las rocas. Hay algunos puntos en los que hay que ayudarse con las manos. Una vez arriba, cresteamos durante un par de kilómetros más: duras las subidas, difíciles las bajadas.

Nada más iniciarse el descenso llegamos al primer avituallamiento, km. 13,5 (el previsto del 8,5 no estaba colocado). El sol ya ha hecho acto de presencia y, aunque en zonas entre árboles hace fresco, me quito de varias prendas: fuera gorro y chaleco, cambio de guantes gruesos por unos más transpirables. La tercera subida es la más larga pero también la más llevadera: el Pico del Aguila, punto más alto de la carrera (1.184 metros) lugar por el que pasaremos más tarde de nuevo. Son casi 6 kms, pero por sendas pedregosas en las que se puede correr casi todo el tiempo. Aquí paso a bastante gente, pues voy con mi ritmo de carrera lento pero constante.

Algún pequeño bache en el firme
En la cima, kms 21, nuevo avituallamiento: vino, migas y diferentes viandas más para quien quisiera. Isotónico, agua, barritas y azúcar en forma de gominolas para mí (son las cosas que digiero mejor). Se inicia un descenso poco técnico seguido de un tramo más o menos llano que nos cambia desde una sierra a otra. Nuevamente reponemos fuerzas antes de afrontar lo más duro del día. Miro hacia arriba... y en lo alto de un peñasco hay puntitos de colores: ¡corredores! ¿Hasta ahí hay que subir? Pregunta retórica, desde luego.

La subida al Campanario, no tiene más de 700 mts lineales; lo malo es que son verticales. Los últimos 400 metros acumulan una pendiente media del 34% y aquí no puede hablarse de senda ni sendero: esto ya consiste en trepar entre las rocas ayudándose de las manos en casi todo momento. Sin embargo, me noto bien y que subo sin excesiva fatiga. El único momento delicado es cuando se me ocurre mirar hacia atrás y veo la caída: ahora comprendo lo que decían en la charla técnica del vértigo (y me acuerdo de Ray). También se me vienen a la mente las películas de Tarzán: siempre había una escena en la que pasaban por un desfiladero y un pobre portador caía al vacío. 

Finalmente llegamos arriba... para, posiblemente peor, iniciar el descenso. Hay un tramo de cresteo en el que el precipio está a ambos lados (me da por pensar que un tropezón me hace rodar hasta la salida otra vez), pero después transcurre buena parte entre pinos, con lo que uso la táctica de ir de árbol en árbol (como aquellas ardillas que lograban cruzar la Península hace siglos, qué pensativo estoy). Logro el objetivo de no caerme y una vez abajo, sin descanso, a subir de nuevo. La siguiente subida, la quinta, es más humana: sólo 1,3 kms más o menos, al 20%. Hay que ayudarse de las manos en algún punto, pero después de lo anterior, se lleva hasta bien. Charlo con otro corredor al borde de un barranco y le digo que me siento muy bien, que acabo entero: ya conozco mi cuerpo tras tanta paliza. 

La cómoda bajada del Campanario
El descenso comienza peligroso pero luego se torna más llevadero seguido de un tramo llano que nos devuelve a la primera sierra para afrontar la última cima de la carrera. En el tramo llano, como va siendo habitual por relajarme un poco tras la tensión de las bajadas... al suelo. La raíz que me persigue en todas las carreras. Afortunadamente, no es grave y sigo corriendo sin problemas. En este último escollo, primero subimos poco a poco y luego aparecen los 600 metros finales al 22%, aunque con un pequeño descansito. En los metros últimos, los más duros, al subir entre los peñascos, improviso una agresión al medio ambiente en forma de rodillazo a una roca. Esta no se queja en exceso, yo sí. Sin embargo, dolor inicial y nada más.

Sano, salvo y hasta contento
Tras hacer cumbre, nuevo descenso por roca suelta y a afrontar los 4-5 últimos kilómetros (la carrera se fue hasta los 43 largos), ya por terreno ondulado pero por caminos, riachuelos y sendas, con pequeños toboganes que a estas alturas no parecen tan pequeños... pero terreno cómodo. Me sorprendo solventándolos todos sin necesidad de andar y pasando a gente. Un km final de Vía Verde y meta, con bastante animación. La alegría hace que me ponga a hacer un poco el tonto, que me lo he ganado. Tiempo final, 6h13'01". Contento y sin muchas heridas de guerra.

El FalcoTrail es una carrera brutal, preciosa, con una organización extraordinaria. Montaña en estado puro, buscando sendas, senderos o la ausencia total de los mismos frente a la pista forestal; la complicación frente al terreno fácil. Una carrera, en fin, muy exigente, al alcance de no toda la gente y que tiene poco que ver con esas carreras "por montaña" que venden ahora algunas grandes marcas, destinadas a mucha gente y que se desarrollan por caminos de 3 metros de ancho, al 2,5% de desnivel y con alguna piedra y charco que esquivar cada 4 kilómetros.

La señalización perfecta y la gente que participó en la gestación de la prueba, en líneas generales, majísima. Seguro que se convierte en prueba de referencia. Y quién sabe si toca repetir. Me ha demostrado, además, que aunque no sea mi terreno, también puedo hacer (y disfrutar de ellas, incluso) un papel digno en carreras técnicas. Alguna más caerá, aunque 2014 comenzará sobre asfalto.

Gracias a los miembros de la organización que leyeron esta crónica y corrigieron mi confusión en el nombre de las cimas. Con detalles así... tengo que volver sí o sí.

martes, 26 de noviembre de 2013

Vuelta al Mediterráneo: Media Maratón de Benidorm

Después de haber realizado este año dos Maratones Atlánticas (A Coruña y Oporto) tocaba volver a correr cerca del Mediterráneo, Benidorm. Ciudad que, por cierto, me encanta desde noviembre a mayo y que intento no pisar en el resto de meses: cosas de ser un tipo poco sociable. Además, al tener por allí algunas buenas amistades, siempre les digo que bajaré a correr y así podemos vernos. Aunque el tiempo pasaba...


Con esta media maratón, que antes se hacía conjuntamente con una prueba de 42,195 kms, había tenido una relación de amor/odio. Estuve a punto de bajar a correr la maratón un par de años y al final me decidí por otra prueba. Hace 5 años, cuando ya sólo se disputaba la media, bajé a correrla: un incendio en la Sierra hizo que las fuerzas de orden público no pudieran garantizar la seguridad de la carrera y no se celebró. Unos meses más tarde, ya en sus actuales fechas, se celebró y yo estaba escayolado, por lo que no pude participar. 

Hace un par de años se volvió a celebrar el maratón y coincidió con el de Florencia, al que estaba apuntado. Ahora sólo se corre la media y este año tampoco estaba prevista. Este día, Ray y yo llevábamos pensando buena parte del año en correr la media maratón de Córdoba. Pero por abandono, por ir dejando pasar el tiempo, el día después de Oporto, al ir a apuntarnos, ya estaba el cupo cubierto. Así que buscamos una alternativa y eligió esta. Por supuesto, yo no quería pero tampoco opuse mucha resistencia.

Así que llegado el día, reloj a las 5 de la mañana y en dirección a la playa. Sobre las 9 ya estábamos por ahí, con tiempo para tomar un café, recoger el dorsal que Javier nos tenía preparado (mil gracias), saludar al gran Andrés Astrua y hacernos alguna foto. Cuando habíamos pasado por Chinchilla, -3º; allí, mañana soleado y el termómetro que se fue hasta casi los 20º a mediodía. A las 9.30 la salida de un 10 kms y media hora más tarde la media maratón. 

La carrera merece mucho la pena, la verdad. Inicio y final junto al Ayuntamiento, parte final del paseo marítimo, subida hasta las afueras de la ciudad, vuelta para recorrer el centro con el grupo ya estirado, visita a la otra parte de la ciudad (la cercana al Bali), recorrido completo del Paseo Marítimo y vuelta al lugar de partida. Alguna subidita, sobre todo en el km 11 y el final en cuesta. 

La verdad es que disfruté bastante, quizá porque a pesar de llevar un ritmo ligero (para mí, claro está) no fui forzando en casi ningún momento, lo que me hizo ir atento al recorrido y llegar algo sobrado. Organización muy buena, la verdad, donde debe resaltarse la importancia de que el circuito esté totalmente cerrado al tráfico. Lo peor, la salida; como siempre, por culpa de la gente. Baste decir que me coloqué 8 minutos antes (una media de unas 1.300 personas) y estuve al lado del globo de 1.50 para quedar luego dentro de los 75 primeros. Batalla perdida la de intentar educar a la gente...

Así que tras la salida, esta vez necesité 1,5 kms aproximadamente para poder correr bien, tras ir en zig-zag adelantando a los que se habían colocado más adelante de lo que deberían haber hecho, incluido un grupo de corredores de un equipo de la provincia de Ciudad Real (algunos en clasificación aparecen con 1.47 y estaban cerquita del que ganó en la salida). Pero bueno, pronto se pudo correr y ya puse un ritmo uniforme para ir pasando los kilómetros. 


El paso por el centro, la parte antigua, resultó bastante emotiva. Luego, sobre el 11, vino la principal cuesta, dura la verdad; pero en la bajada de la misma, una imagen preciosa: desde la loma, la visión del mar. Yo seguía adelantando gente y cómodo, así que todo el recorrido del paseo marítimo iba mirando el mar, saludando a la gente (bien la animación, casi más británica ya que son muy dados a las carreras) y disfrutando. Correr en un día magnífico con la visión de la isla, no tiene precio...

El final en subida lo aproveché para hacer "el indio": saludos por aquí, por allá, el avión, un salto, etc. algún segundo arriba o abajo tampoco lo considero importante... y más cuando se me había olvidado el chip en casa. Finalmente, 1h24'17" en meta. No me importaría repetir esta carrera y así saludo a las amistades que allí tengo, que por una u otra razón estaban fuera. El único lunar en la jornada: una verdadera lástima.


El viernes que viene vuelve la montaña y una prueba que se antoja durisima: el Falco Trail. Maratón en la zona de Cehegín (Murcia). Esperemos que el tiempo acompañe.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Corriendo por el Duero: X Maratón de Oporto

Fue en la Expo de la Maratón de Sevilla, en febrero, cuando Ray empezó a plantearse hacer el de Oporto. La verdad es que llevaba años planteándomela, pero siempre acababa eligiendo otra opción. Esta vez, aunque aparecieron otros nombres en el camino, algún mes después de A Coruña decidimos que nos apuntaríamos. Si habíamos estado en Galicia y "sobrevivido" a la experiencia, podíamos ir igualmente en coche al norte de Portugal. Más tarde se nos unieron Ramón y Cristina (y su peque, Julia) a la expedición.


El viernes a las 6 de la mañana salíamos  Ray, Marisa, sus cuatro hijas y yo hacia Oporto y unas 8 horas después llegábamos: lo justo para instalarnos en el hotel, dar una vueltecita previa a la comida y descansar un poquito. Por la tarde, paseo para recoger el dorsal y conocer la columna vertebral de la ciudad como centro de ocio: la calle Santa Caterina. Un poco de pasta para ir cargando hidratos y a descansar. 

El sábado, tradición manda, aunque el día se presentara lloviendo. En primer lugar, un trote por la ciudad, al que se apuntó Ray. Unos 6 kilometrillos muy tranquilos, en los que fuimos a ver el Estadio de Das Antas, donde juega el Oporto (más tarde pasaría por el del Boavista, con recuerdo al gran Edwin "Platiní" Sánchez, incluido). Una ducha y un buen desayuno después, esta vez ya en solitario, a patear la ciudad, con chubasquero y gorra bohemia para hacer frente al clima: buena temperatura, pero a veces llovía delicadamente y otras veces con fuerza. Como era de esperar, a los 20 minutos estaba calado.

Carlos en plan "Lonely Planet"
Había estado en Oporto unos 15 años antes. Es una ciudad con aspecto antiguo tendende a decandente, es decir, parece no demasiado cuidado aunque guarde su extraordinario encanto. No llega al extremo de la caótica y maravillosa Nápoles, eso sí, donde también he tenido la fortuna de hacer un maratón. Por supuesto, disfruté de una maravillosa mañana: Boavista, Avenida de los Aliados y alrededores, paseo cercano al Duero, zona del Palacio de la Bolsa y la Estatua del Infante Enrique, la espléndida zona de la Ribeira, clásico paso a la zona de las "caves" por el puente de Luis I (zona baja) y, tras pasar por el mirador regreso por la zona alta... bueno, más de 4 horas a un buen ritmo da para mucho. 

Por la zona de la Estación me encontré con el gran Javi, el Siete, un burgalés universal. Por supuesto, había venido a correr, así que tomamos un café para que yo entrara en calor y nos fuimos a pasear un poco para hablar de maratones. Tras contar carreras pasadas y futuras, cada uno siguió su camino. Yo había quedado en comer con Ray, Ramón y sus familias. Un poquito más de pasta, un café y sobre las 18.00 me retiraba al hotel a leer y descansar. Como siempre que salgo a algún maratón, especialmente en el extranjero, las piernas cansadísimas de tanto andar, aunque a estas alturas de la película, 3, 5 o 7 minutos no me van a apartar de lo mágico que resulta pasear por una ciudad. Lo que sí noté es un gemelo con una molestia que asocié a posible amago de agujetas de haber subido algunas escaleras duras. 

Vista de Oporto desde "el otro lado"

El día de la carrera estaba ya despierto pero disfrutando de esos minutos ultra-satisfactorios en los que crees que nunca sonará el despertador cuando se escucha un toc-toc en la puerta, seguido de un "Carlos". Pienso que algo ha podido ocurrir, pero cuando veo la hora, lo comprendo. Me levanto, abro, veo a Ray y suelto un "venga, que son las 6.30, que te has equivocado de hora" y cierro. Desventajas de cambiar de franja horaria. Sobre las 7.00, me tomo un plátano y una barrita, noto la fibra intestinal en modo festivo y alegre y me visto. Ahora sí, a las 7.30 voy en busca de Ray, un par de cafés y vuelvo a ser reclamado para la "intestinal party". 

Sobre las 8.00 de la mañana salimos del hotel para el lugar de la salida, el Pabellón Rosa Mota. Primero trotamos un poco y cuando vemos ya filas de gente dirigiéndose al mismo lugar, nos unimos a ellas. Allí encontraremos a Ramón. Buen ambiente en la salida en una mañana de clima magnífico: soleada, con una pequeña brisa (se notará por la zona cercana al mar). Se dan cita 3 carreras: maratón, Family Race (16 kms) y una muy popular de unos 5 kms. Pero los del maratón salen en primer lugar. No me sitúo muy delante porque todavía no tengo pensado cómo quiero hacer la carrera. 

Circuito
El circuito es bastante atractivo. Los primeros kms transcurren por Ronda Boavista (una de las principales arterias de la ciudad) y alrededores. Sobre el 6 se pasa por la zona de meta, junto al parque da Cidade pero en dirección contraria, comprobando que luego tendremos que concluir con una subidita. Sobre el 7 se llega al paseo marítimo que es la principal zona donde transcurre el maratón. Oporto es una ciudad con muchas cuestas y es la única forma de evitar que el perfil no sea un infierno. Así que primero se corre en dirección a la desembocadura del Duero, para girar en una rotonda y hacer unos 11 kms junto al mar hasta el famoso puente de Luis I, que nos permite cruzar a la otra zona de la ciudad (Vila Nova de Gaia). 

Una nueva rotonda, a la altura del km 27, hace que volvamos sobre nuestros pasos, con el circuito a veces dividido por conos y la mayoría no, cruzándonos con otros corredores, hasta el km 40,5, donde subimos la cuesta antes enunciada y afrontamos la recta final, en el parque. Es bastante llano, con alguna subidita concentrada en los accesos a los puentes y los últimos kms, aunque lo más duro puede considerarse ese kms del 40,5 al 41,5. Correr junto al Duero y el mar tiene un gran encanto y destacaría alguna otra zona como la que nos lleva por la zona de la Ribeira, entre los puestos de vendedores, o el paso del puente. 

Tras el pistoletazo de salida, a los 200 metros se toma la primera cuesta, dura, y se crea un pequeño atasco. Como siempre, porque si vas a hacer 3.30 o 4 horas, no te puedes poner junto al globo de 3 horas: porque vas a hacer tapón, por sentido común y, fundamentalmente, por EDUCACIÓN. Pero nada. Excepto en los países del norte de Europa, esto siempre ocurre, aunque quizá no en la medida que en España. Una vez que las piernas entran en calor, y por lo favorable de los primeros kilómetros, me voy por delante del globo de las 3 horas. Con tanta montaña, tanto maratón y casi nada de preparación específica, puede considerarse un suicidio, pero (pienso/miento) ya podré regular. El paso por la media, muy rápido, 1h28' y pocos segundos. 

Las sensaciones no son malas, aunque sufro en exceso con las zonas de adoquinado. No voy a poder doblar, ni mucho menos, pero vamos a ver qué puedo hacer en la segunda media. De todos modo, he bajado un poquito el ritmo voluntariamente. Al pasar al otro margen del río, km 25 o 26, además de las molestias del adoquín, la flora intestinal me recuerda que hoy estaba de día de fiesta. Al principio sigo confiado en que se pase, pero tras algún kilómetro veo que el dolor y la incomodidad van en aumento. Estamos ya en el camino de vuelta hacia la meta y yo buscando un lugar apropiado. Bueno, que esto parecería una crónica de mi buen amigo "el corraliego": sólo decir que lo encontré y tuve que hacer un alto en el camino.

El maratón 36
On the road again, el globo de las 3 horas, que antes venía detrás de mí, ahora se veía por delante, bastante por delante. En un primer momento intenté ir aproximándome, pero pronto comprendí que no iba a poder adquirir fácilmente el ritmo anterior. Así que lo mismo me daba hacer 3.01 que 3.05, por lo que me propuse disfrutar los últimos kilómetros. La cuesta la pasé como si nada y me recreé en la recta final, saludando a la gente, aplaudiendo, haciendo el avión por aquí, etc. Hay unos 200 metros que la gente hace un pasillo y pasas entre ellos, al menos cuando yo crucé por ahí. Finalmente, por mi reloj 3h03'03 y más que contento. Además, físicamente muy, muy entero. Recibí con una gran sonrisa la medalla y fui a esperar a mis compañeros. 

En la espera me puse a animar a unos y a otros, entre ellos al Siete. Unos minutos después, allí estaba conmigo. El tío es un amante del maratón, tanto, que empezó a chocar la mano a todos los corredores que pasaban, animándoles, diciéndoles cosas. Así estuvimos hasta que pasó primero Ray y después Ramón. Luego, pequeño problema de logística; cuando al fin nos encontramos, foto, rápidas impresiones y nos fuimos al hotel a duchar. 8 horas después, y ya dentro de ese estado en el que en ninguna posición estás bien, llegábamos a casa. La experiencia, majestuosa.

Oporto es un buen maratón. Circuito atractivo, animación en algunos puntos, muy bien cortado al tráfico. Buen precio y dieron medalla, dos camisetas (una de algodón y otra, preciosa, técnica) y botella de vino. En líneas generales, los portugueses, o con los que dimos, muy amables. Lo peor, quizá el adoquinado: sobre todo en la zona junto a las bodegas, en el otro margen del río. También que hay que tener en cuenta que si no se ponen conos en todo el circuito, irrumpimos en el otro lado como si nada, y que creo que las bebidas isotónicas hay que ponerlas desde el principio para ir reponiendo sales.

Pero el notable se lo lleva de forma holgada. Ahora, vuelta a la montaña, el Falco Trail, el 6 de diciembre. En Enero tocará Tarragona y en Febrero otro maratón entre amigos, el de Cobeña. Estos tres, eso sí,  los haré tranquilos.







lunes, 7 de octubre de 2013

Maratón Alpino Al-Mudayma

Para este otoño-invierno habíamos decidido adoptar un guión nuevo, basado en hacer muchas menos carreras pero un maratón cada mes (aunque la media de Córdoba está en la cabeza). Así que 3 semanas después de correr el de pista de Membrilla, a ritmo más fuerte de lo que había pensado en un momento, nos íbamos (un casi-engañado Ray y yo) a la montaña. El objetivo, el Maratón Alpino de Al-Mudayma, que tiene su salida y llegada en Almudema, una pedanía de Caravaca de la Cruz. Era una prueba que tenía en mente desde hace tiempo porque te proclamaban "centurión" (y una foto me hice con los dos que custodiaban la salida y meta).

Admirable la organización, el trato dispensado, la inmejorable señalización de la prueba y la satisfacción de ver cómo un pueblecito pequeño se vuelca, en su totalidad, con la prueba. Desde los ancianos hasta los niños, todos. Llegamos el viernes sobre las 20.30 (la prueba era el sábado), recogimos el dorsal, asistimos a una breve charla técnica y nos dieron una cena de pasta incluida en el precio de la inscripción, al igual que el desayuno y la comida post-carrera. Tras charlar con miembros de la organización sobre su carrera y otras, nos fuimos a dormir.

El maratón constaba de unos 2.200 metros positivos (según mi GPS y creo que más cerca de estos que de los 2.000 anunciados por la organización) y recorre las montañas y sierras cercanas a la localidad. Su punto más alto es de 1.137 metros, la llamada Sierra de las Cabras. Se divide en 2 partes más o menos diferenciadas. La primera media es bastante rápida, con subidas asumibles a pesar de la dureza y descensos en buena parte técnicos. La segunda es muy, muy dura. Con dos ascensiones casi criminales (la mencionada y la del Juego de Bolos) y un último cortafuegos a ascender en el km 37.

 Había 4 modalidades: maratón para corredores, 1/2 maratón carrera, 1/2 maratón senderistas y maratón BTT. Este tenía algún kilómetro más, correspondiente al rodeo que hacían para no coronar cumbre en las principales dificultades. Estos eran los más numerosos y nosotros los que menos participábamos (140). En total, más de 1.300 personas, todo un hito para este pueblecito, donde también se celebra un triatlón de media distancia. 

A las 9 de la mañana se daba la salida a nuestra carrera. El primer kilómetro es de transición, por caminos; aquí ya se coge senda, que será la tónica de la carrera: tan solo unos 500 metros de asfalto y poco camino o pista forestal, la imprescindible para ir de una sierra a otra. Como he dicho, la primera parte de la prueba se caracteriza por subidas fuertes, por terreno irregular y descensos técnicos (algunos de ayudarse puntualmente con las manos): especialmente el del Alto de la Ermita. En el km 20 se sube al Alto del Torreón de la Jorquera, un antiguo puesto de vigía. Aquí es el punto de salida de la media maratón y al llegar al mismo segundos antes de que se dé la salida, los que están preparados nos hacen un pasillo y animan. Emotivo.

A este punto he llegado bien, intentando llevar un ritmo cómodo. Sí noto, sin embargo, que llevo la musculatura un poco tensa, especialmente los gemelos. He decidido salir con zapatillas de menos agarre y más ligeras y mochila; lo primero quizá un error, lo segundo un acierto porque el día es excesivamente caluroso (estarán cerca los 30 grados al mediodía). Desde ese momento comienzo a pensar si el estado de los músculos no tendrán que ver con principios de aviso de una posible deshidratación.

Lo emotivo del pasillo humano que me habían hecho los corredores de la media se convierte en una prueba mental cuando empiezan a pasarme. Además, sus primeros kilómetros son cuesta abajo, por lo que salen desbocados hasta los del furgón de cola. Allí me pasa todo el mundo. Y en el kilómetro 23... todo cambia. Llega la subida a la Sierra de las Cabras, con sus 3 partes. La primera, dura pero aguantable (tipo cortafuegos), que termina en un descansito. La segunda, entre árboles, de 1 km al 12%; sin senda, bosque a través para arriba. La tercera, la peor. Entre rocas, en 500 metros se salva un desnivel de 195: casi un 40%. Aquí intentamos avanzar como podemos algunos del maratón ya mezclados con los de los 21 kms y los primeros senderistas que pasamos. 

Cuando se corona, vienen 2 kilómetros de toboganes incómodos, entre pedregales que dificultan el correr. Esto da paso a una bajada muy técnica (con media al 20%) seguida, sin respiro, por el ascenso-escalada al Juego de Bolos: otra pared entre rocas. Empiezo a notar mucha fatiga muscular, los gemelos con dolor cuando tengo que forzar la pisada para subir por las piedras. Me acuerdo, instintivamente, de aquellos que hablan de carreras por montaña cuando van por pistas forestales, de impecable firme y con rampas de 500 metros al 2,5%. Cuando se acaba la primera pared comienza un cresteo donde prima el descenso pero salpicado de cuatro duros toboganes.

En el primer tramo de la bajada, por una senda muy fácil comparada con lo que hemos pasado, por relajarme y por el cansancio... tropiezo y al suelo. Me levanto rápido, tengo ligeras heridas y sólo un problema: no me puedo mover por los calambres. Terribles, nunca los he tenido así. Un corredor se interesa por mi estado, está unos segundos conmigo y le digo que siga, que estoy bien. Pero no puedo ni andar. Intento estirar pero tampoco lo consigo. Al rato, hago otra intentona y el dolor parece que amaina y puedo continuar, con mucho cuidado, el descenso.

Y llega el primer cresteo y el más duro, también entre rocas. Y ahí me quedo, en mitad de la cuesta paralizado por los calambres. Intento estirar el gemelo de cualquier pierna y me duele insoportablemente la parte de delante de la misma; si estiro el abductor, el flexor de la cadera me hace gritar de dolor. Una senderista, parece que entendida, me pregunta si estoy bien. Le contesto, lógicamente, que no, que me he caído y que estoy destrozado por los calambres. Me replica, mirándome las piernas, que parecen deformes, que intente estirar. ¡Estoy en mitad de una cuesta y casi no puedo ni mantenerme en pie! La sombra de la retirada se cierne, claramente, sobre mí. Sin embargo, tras unos minutos, me armo de valor (y, por supuesto de dolor a cada paso) y sigo trepando.


Machacado, consigo llegar al final y, en vez de pararme, vuelvo a trotar cuesta abajo por un terreno cómodo para soltar las piernas. Milagrosamente, aunque voy a ritmo lento, el cuerpo va recuperando la movilidad. Los gemelos, en las subidas, se resienten un poco, pero el cuerpo parece responder de nuevo. En el avituallamiento del 33 me bebo 2 vasos de isotónico y otros dos de agua y relleno la camel back hasta arriba. La siguiente subida por pista la hago sin parar de correr. A pesar de haber bebido en todos los avituallamientos, creo que era deshidratación.

Ya no miro el reloj. Iba para estar en torno a las 5 horas y ahora sólo pienso en poder acabar la prueba. Pero he vuelto a coger ritmo en el trote y ahora me sorprendo pasando a gente de la media y a senderistas. Llego así al Alto de Derramadores, otro de los buques insignia de la carrera. Un corto y duro cortafuegos que no me resulta excesivamente duro, quizá por el infierno padecido con anterioridad. Desde aquí, algún tobogán pero casi todo bajada. Cada vez me encuentro mejor y voy incrementado ritmo, como si no hubiera ocurrido percance alguno. 

La entrada en el pueblo, con alfombra verde, animadoras, speaker... y en subida. Llego lleno de barro, con las rodillas y un codo ensangrentado, pero exultante de alegría por haber terminado. 5h27'59". Nadie dijo que fuera fácil ser centurión.

Espero a Ray, que hace un excelente tiempo para su debú en maratón de montaña y nos hacemos una foto legendaria. Menos de un mes para Oporto. El único punto negro, muchos de los participantes que no comprenden lo que significa "no arrojar basura ni desperdicios al monte". Un reguero de cáscaras de plátano, envases de geles o glucosa, plásticos de barritas e incluso botellas de agua (cogidas de un avituallamiento) por casi todo el recorrido constituyen el único punto negro de esta extraordinaria carrera.