El "reto 2011-12" llegaba a su fin. Ya en 2009 había hecho 3 maratones (Valencia, Mapoma, Estocolmo) en torno a 100 días; repetí en 2010 (Las Palmas de Gran Canaria, Barcelona, Ginebra) y ahora reincidía en la experiencia. Aunque esta vez se había introducido en la agenda más carreras que en las anteriores ocasiones: la Ruta de Carlos III (25,600 kms), 3 medias y otras 4 de distancias menores con ocasión de la Navidad. Los otros aspectos novedosos eran que una de esas maratones iba a ser de montaña y que, por fechas, se iban a hacer en algo menos de 80 días.
Así que tras Castellón (11 de diciembre) y Marrakech (29 de Enero), le tocaba el turno al XIV Maratón de Espadán. La prueba comienza y termina en Segorbe (Sogorb, también en la provincia de Castelló), localidad dotada del privilegio de situarse entre el Parque Natural de la Sierra de Espadán y el de la Sierra de la Calderona. Por el primero de ellos se desarrollaba esta maratón, que también pasaba brevemente por unos pueblos enclavados en él: Castellnovo y Vall y Almedíjar de Almonacid.
El Maratón de Espadán lo recomiendan como de iniciación. Es decir, lo definen como "asequible", "sencillito", etc. En realidad, puede no ser excesivamente técnico, se puede correr en bastantes puntos, pero es montaña y con más de 40 kms, por lo que quien oiga/lea esto y espere encontrarse con algo como un maratón de asfalto pero con cuestas se llevará un buen susto si se pone en línea de salida. Personalmente, quizá influenciado por todo lo anterior, me pareció bastante más duro de lo que imaginaba. También, mi preparación específica ha sido nula: desde la última carrera de montaña que hice el 27 de noviembre (Piedra del Yunque, cerca de Cuenca), un solo entrenamiento de montaña de 2 horas. Los recorridos sinuosos que se intentan hacer lejos de terreno montañoso específico vienen bien para potenciar piernas, pero no tienen nada que ver con este tipo de carreras.
El sábado salía a las 9 de casa y en la Almarcha me recogían Celso, Juan, Alberto (tres genios de los Runners de Barrio) y el no menos genial Juanlu. Antes de comer llegábamos a Segorbe y nos instalábamos en el aparta-hotel elegido para la ocasión, La Belluga, instalado en el antiguo molino del aceite de la localidad. Totalmente nuevo y recomendable; además, enseguida aceptaron nuestra propuesta de dejarlo al día siguiente más tarde para poder ducharnos (al final más allá de las 16.00 de la tarde). Después, paseíto para tomar el sol y refrigerio en una terraza y a comer. Por la tarde, recogíamos el dorsal y nos encontrábamos con Andrés, que venía de Alcoy. Era el particular G-6 de la aventura del Espadán, ya que el original G-7 se había venido abajo por la inoportuna lesión de otro Runner de Barrio (Diesel, al que deseamos pronta recuperación y suerte para Barcelona). Tras pasar la tarde planificando cien mil carreras y proyectando el mismo número de temores para el día siguiente, cenamos y a descansar.
El domingo nos fuimos para la salida y ya la mañana anunciaba un buen día... para hacer muchísimas cosas que no fueran correr un maratón de montaña. Lo peor es no estar aclimatado: hace 15 días en Fuencarral estábamos aproximadamente a -3ºC y ahora era cuestión de tiempo superar los 20. Unas fotos por aquí, algún conocido por allá, y las 9.00 de la mañana que llegan para los cerca de 800 corredores que toman la salida (657 lograron concluir). Se callejea un poco por la localidad, se desciende por asfalto hacia los caminos (aquí algunos ya se lían a bajar como si se viera la meta...para con la primera rampa ponerse a andar), se cruza el río Palancia y comenzamos la ascensión a Rascaña: de unos 3 kms, aunque "asumible", pese a algún que otro punto por encima del 20%.
Después, el recorrido comienza a crestear y llegamos al pueblo de Vall, donde toca reponer energías convenientemente, pues pronto comenzamos la primera dificultad importante del día, la subida al Bellido. Se trata una ascensión de 350 mts en poco más de 3 kms y donde se alcanza la pendiente máxima positiva de la carrera: 41, 39%, que yo creo ya está bien. A partir de aquí nos encontramos con un cresteo (camino de Almedíjar a Espadán) que concluye con otros 2 kilómetros duros. A la altura del 17 comenzamos el descenso del Barranco del Malo (mítico nombre), donde voy atento a no caerme y a dejar paso a los que bajan más rápido: las piernas descansan aparentemente, pero desde un punto de vista mental me fatigan en exceso estas bajadas. No desciendo bien y en estas sendas hay que tener mucho cuidado.
Casi sin descanso, terminamos de bajar y encaramos ya la subida a Espadán. Iniciando esta, con una fuerte pendiente ya,encontramos el avituallamiento de la Cueva del Estuco, es el km 21. Aunque me hubiera quedado allí, a la sombra, un buen tiempo más. Hay que seguir subiendo. Encontraremos algún tramo de aparente descanso, pero lo cierto es que en la subida se pasa de 580 a 1080 mts; es decir 500 mts en apenas 3 kms y por terreno con rocas, escalones naturales, a veces resbaladizo o de piedra suelta...bastante recorre sendas entre árboles, por lo que al menos se atenúa el calor. Cuando alguien pregunta que si se ha terminado a unos senderistas, estos contestan que casi, que unos 500 mts faltan. Lógicamente, no les creemos, lo dicen para animarnos. La nota curiosa, un grupo de jóvenes animando con flautas, un órgano y otros instrumentos; creo que ya coronamos, pero no, están a bastante distancia del pico de Espadán. El final de la ascensión se produce entre rocas y uso las cuerdas colocadas por la organización para poder coronar.
Según muchos, aquí acaba el maratón de Espadán. Lo demás es dejarse caer... ahora me río. Se inicia un peligroso descenso, especialmente el inicio (cuerdas cerca de la cumbre y zonas donde conviene agarrarse al suelo), donde está la mayor pendiente negativa: 44,45% (casi vertical, como la definiría más tarde el compañero Juan). Luego, la zona de senda que nos lleva al collado de Íbola, en la que sigo tomando precauciones pues cuando miro hacia la derecha me da por pensar, a pesar del cansancio. Aquí, ya noto que algo no va bien, porque el cuerpo me pide a gritos la llegada del avituallamiento, que con la subida se ha demorado bastante en el tiempo. Cuando llegamos a él, y dejamos atrás lo más duro del descenso, bebo bastante para intentar recuperarme, pero ando preocupado: noto como un principio de deshidratación. También saludo a Celso, que acaba de llegar al mismo avituallamiento cuando yo salgo de él. Continúo el descenso, por el Barranco de Almanzor hasta la localidad de Almedíjar, por senda y camino, y al km el cuerpo me pide con insistencia líquido de nuevo. Me preocupo, incluso, por poder terminar si voy a peor, o si acaba traduciéndose en problemas musculares graves (calambres debidos a esa deshidratación).
Gracias al mítico El Sombrilla y a Alberto por algunas de las fotos que les he cogido.