miércoles, 14 de marzo de 2012

Cuando éramos jóvenes: Streets of fire

Al igual que la canción de Sabina que afirma "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver", quizá hubiera libros o películas que jamás debiéramos volver a leer o visionar. Nos llegaron al corazón o a la mente, nos maravillaron, y guardamos un recuerdo de ellas... que puede caer de su pedestal cuando las revisamos. Y, especialmente, ocurre con muchas de las películas que nos marcaron en la juventud. "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos", que decía Neruda.

Hace unos meses volví a ver Streets of fire (Walter Hill, 1984), película mítica de mi juventud que ahora se ha convertido casi en una cult-movie. Temía que se cumpliera este axioma: el de la decepción. La película, descubierta poco más allá de la mitad de los '80, causó una gran impresión en algunos de los chavales y adolescentes de la época. Su estética cercana al cómic (una de sus grandes bazas), su banda sonora integrada en el argumento, su carácter de western (post)moderno y urbano... convertían al film en ideal para entrar en el imaginario popular de la juventud de la época. Y, desde el punto de vista personal, habría que sumar la fascinación que siempre he tenido por los "héroes" solitarios incapaces de adaptarse a una sociedad que les ignora o, incluso, llega a odiarles.

Aproximadamente 25 años después, la película me la han robado. La película de entonces "ya no es la misma", podríamos decir homenajeando el poema (nº20) de Don Pablo. Creo que ha perdido parte de la frescura que representaba en aquella época, está llena de clichés y su calidad, en líneas generales, no es demasiado elevada. Sin embargo, y quizá sea el subconsciente que se resiste a abandonar al joven que una vez fui, no puedo tampoco decir que sea una mala película. Presenta suficientes alicientes como para pasar el rato y, quizá, para poder acercarse a esa cult-movie a la que hacíamos referencia... si no hubiera representado tanto para nosotros en su día.

La película fue dirigida por Walter Hill, quien en los 70 y principios de los 80 gozó de cierta popularidad con películas que representaron un cierto éxito de crítica o público (incluso ambos) como Hard times (El luchador, 1975), The Warriors (1979), The long Riders (Forajidos de leyenda, 1980) o 48 Hrs (Límite: 48 horas). Después cayó en las redes de producciones de escaso interés. Durante estos años, como productor apareció en Alien (R. Scott, 1979) y volvió a repetir en Aliens (J. Cameron, 1986), esta vez como productor ejecutivo. Además de tener el futuro asegurado con esto, también hay que valorar cómo pudo influir en la película que nos ocupa la estética del cómic pero también de la cinta de Scott.

El argumento de Streets of fire no tiene novedad alguna. Estrella emergente de rock (sigo queriéndote, Diane Lane) es secuestrada por una banda de indeseables y se recurre a un tipo duro y solitario que, además, es un antiguo novio; se enfrentará a ellos para rescatarla con la ayuda de una ex-soldado y la "des-ayuda" del actual mánager y pareja. Es decir, nada que no hayamos visto y mejor contado, sobre todo en las espectaculares Rio Bravo y El Dorado, ambas de H. Hawks. Y a eso le unimos así unos toques de Casablanca (Michael Curtiz, 1942) en el final y en la composición del personaje del protagonista, Tom Cody.

Lo que le da carácter a la película es lo que destacaba antes. Este argumento se lleva a una ciudad sórdida, y se desarrolla entre jóvenes. Por un lado los secuestradores, los moteros terroristas, liderados por el malo-malísimo (y pálido) Raven Shaddock, uno de los primeros papeles de Willem Dafoe y el primero de cierta importancia. Tienen su base en el barrio llamado Battery y, sobre todo, en un antro donde uno puede darse al baile, al juego, a la bebida y al sexo llamado Torchie's.

Frente a él Tom Cody (Michael Paré), el antiguo novio que parece que vuelve sólo por el dinero , pero todos sabemos que no  es así. También presumimos que porque sigue enamorado de Ellen Aim, como todos nosotros. Y es que Lane siempre ha sido guapísima y aquí no llegaba todavía a los 20. El papel del antiguo novio le corresponde al luego famoso (sobre todo en USA) cómico Rick Moranis. Hace de tipo insoportable y los dobladores de la época así lo recalcaron, poniéndole "una voz de pito" que poco tiene que ver con la original; pero como es bajito y poca cosa, pues se les ocurrió. O porque también andaban enamorados de Diane Lane y por eso lo odiaban.

Todo esto se desarrolla en una estética lúgubre, que bebe directamente del cómic (creo recordar que sólo una escena se rueda con sol) y aderezada por una buena BSO, con las canciones más populares por parte de Fire Inc. pero donde también aparece, por ejemplo, el gran Ry Cooder. La película cuenta con algunas destacadas escenas de acción, especialmente el duelo a mazazos entre Paré y Dafoe. Curioso lo de Michael Paré: se esperaba que tras esto fuera una estrella y quedó en nada, siendo relegado a telefilmes o películas de ínfima calidad y casi menor presupuesto. Pero para siempre quedará ese Tom Cody, mezcla de héroe de comic (aunque humano, muy humano) y Rick Blaine.

1 comentario:

  1. No hay más que añadir cuando todo está dicho y bien dicho.

    Siempre nos quedará Paris

    Un abrazo

    Santi

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