martes, 2 de octubre de 2012

Desde el otro lado del Vístula: Crónica del maratón de Varsovia

EL PLAN

El incansable Quique (Corraliego) durante nuestro viaje a Marrakech había hecho un mágico listado de lugares donde deberíamos correr un maratón, auténtico cajón-de-sastre donde se daban cita ciudades como Damasco o Podgorica. Entre ellas aparecía una que me extrañó que, un auténtico trotamundos como él,  no hubiera visitado aún: Varsovia. Unos 15 días después de volver de tierras marroquíes, Quique me anunciaba que había visto un vuelo directo a la capital polaca y por un precio irresistible. En marzo, y tras calibrar cada uno por su cuenta otras opciones, llegábamos a un acuerdo, quizá deberíamos hablar de pacto (de Varsovia, desde luego). Con 6 meses de antelación adquiríamos vuelo y hotel.

VARSOVIA

Me atraía visitar (y correr en) Polonia, un país de historia más que convulsa y con un agitadísimo siglo XX, donde fue presa de los intereses de dos crueles dictaduras. Por un lado la nazi, que con la entrada el 1 de septiembre de 1939 en el país "oficializa" el inicio de la 2ª Guerra Mundial y que acabaría arrasando casi toda Varsovia; y  por otro lado la soviética, que tuvo el control del país desde 1945 hasta la caída del Muro de Berlín, haciendo constantemente uso de la fuerza y represión para sofocar las posibles peticiones de apertura y libertad del pueblo polaco, mientras que gran parte de la intelectualidad (con pocas luces socio-políticas) europea jaleaba al régimen que las aplicaba. Por supuesto, tras la caída del Muro tocó cambiarse la chaqueta y colocarse una sin bolsillos ni florituras a la altura del pecho, dejando el suficiente espacio libre para colocarse las medallas que recibirían por algo que nunca ayudaron a conseguir.

La ciudad me ha sorprendido. Me había formado una idea diferente, quizá influida por lo leído, por el cine, por mi pasión por la Historia. Esperaba un mayor vestigio de la época soviética (han pasado poco más de 20 años tan sólo), una ciudad más fría, "más atrasada" al menos desde un punto de vista occidental. Y sí, esta influencia puede verse en sus anchas y largas avenidas con muchos espacios verdes (más verde = menos hormigón, que diría un buen "occidental"), en las zonas de extrarradio donde parece predominar la "tristeza" (y ausencia de material de ocio) o en algunos edificios entre los que sobresalen los más de 237 metros del imponente Palacio de la Cultura y la Ciencia, regalo de la URSS a Polonia (concluido en 1955).  Majestuoso, aunque quizá los polacos hubieran preferido algo más sencillo, como la libertad.

Pero aparte de esto, mi impresión es la de una ciudad muy modernizada, que continúa progresando y cambiando, terriblemente limpia, atrayente para el turista (otra cosa será cuando se encuentre cubierta por la nieve) y con un centro histórico que por todas las razones imaginables se torna en entrañable. La verdad es que el recuerdo que me llevo es inmejorable, sólo enturbiado por el corredor local al que en la salida le pedí un trago de agua y me lo negó. La gente, en líneas generales, amable; se debía tratar del  tonto de turno, que en Polonia también los hay y algunos, al menos uno, corre.

LA PREVIA

El viernes un poco después de las 16.00 salíamos de Madrid y en menos de 4 horas llegábamos al aeropuerto Frédéric Chopin (el compositor es uno de los grandes iconos polacos de todos los tiempos). De aquí, en 25 minutos, un autobús nos dejaba en la puerta del hotel, situado en pleno centro de la ciudad. Desde el 6º piso, el nuestro, impresionantes vistas, con el mencionado Palacio de la Cultura justo en frente. Una cenita en un restaurante italiano y un pequeño paseo por el barrio ponían el cierre al día. 

El sábado, tradición obliga, me levantaba pronto y me daba un trote de poco más de 6 kms por el casco antiguo. Tras desayunar, Quique y yo ibamos andando a recoger el dorsal, lo que se hacía en el estadio recién construido para la Eurocopa de este verano y que era donde el domingo se situaba la meta. Tras andar unos 4 kms, y atravesar el Vístula, nos quedamos asombrados con la instalación: es uno de los más modernos de Europa, techo retráctil, con todavía el aroma a nuevo, un suelo colocado sobre todo el césped que ocultaba éste... hasta la televisión polaca decidió entrevistarnos cuando respondía que éramos españoles y me dijeron que preguntarían en inglés y que yo podía responder en castellano, que luego un intérprete traduciría. Le dejé el honor a mi compañero, más potencial estrella de los mass media.

Regresamos al hotel a dejar las bolsas  y seguimos pateando la capital polaca. El casco antiguo fue totalmente reconstruido tras la guerra, intentando hacerse lo más fielmente posible y está declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Está formado por dos zonas hoy de reducidas dimensiones, Stare Miasto y Now Miasto, o Ciudad Antigua y Ciudad Nueva. Así que a fondo nos pusimos a disfrutar de la Plaza del Castillo con el Palacio Real y la columna de Segismundo III, la encantadora Plaza del Mercado (verdadero centro sentimental de la ciudad), la Archicatedral, la Barbacana y murallas que rodeaban la ciudad, incluso subimos hasta la fortificada Cytadela para retornar hasta "la otra" Plaza del Mercado, esta de la Ciudad Nueva, donde comimos. Una hora de respiro antes de emprender camino hasta lo que era el  Barrio judío cuando los sanguinarios nazis tomaron Polonia y donde pueden verse diferentes monumentos en honor a las víctimas y héroes del levantamiento contra el invasor.

Para rematar volvimos al centro, donde remontamos una de las principales calles de la ciudad en sentido contrario a una populosa manifestación que ya habíamos encontrado por la mañana. Al igual que en España, Portugal o Alemania, también en Varvosia se protestaban contra las medidas ante la situación actual, aunque aquí también se sumaban otras protestas dentro de la principal, como contra las centrales nucleares y "el espíritu anti-católico". Los convocantes eran el principal partido de la oposición y el sindicato Solidaridad, aquél al que perteneció el mítico Lech Walesa (¿usaría Rolex el gran sindicalista polaco?), premio Nobel de la Paz. El gran Quique se hizo una fotografía junto a una pancarta, por lo que puede decir que un día perteneció a Solidamosc. Aunque, como siempre ocurre, no se ponen de acuerdo Gobierno y convocantes en cuanto a cifras, se habla de 50.000 polacos y 2 españoles recorriendo el centro de Varsovia el sábado por la tarde.

Sobre las 19.00, casi de noche aquí, llegábamos al hotel tras caminar bastante más de 10 kms, a descansar un poco y quejarnos del dolor de piernas. Algo más tarde salíamos a comer algo de pasta y, temiendo lo peor por la lluvia que caía, regresábamos: la mañana del día siguiente continuaríamos la visita por la ciudad, aunque esta vez corriendo.

EL MARATÓN 

Si la ciudad me sorprendía, también lo iba a hacer la maratón, una carrera que no tiene nada que envidiar a otras más reconocidas: aquí coincidíamos también Quique y yo. Quizá no tenga un recorrido tan visualmente atractivo como lo pueda ser el de Roma o Florencia, pero como MARATÓN  es excelente. El recorrido es bastante llano y lo peor puede ser las zonas de adoquinado. Un par de ellas, de corta duración, al principio (en el paso por el casco antiguo de la ciudad) y otra, de casi 3 kms de duración, en el trayecto del RezerWat Natolin (parque y reserva natural), por el que se pasa entre el 24 y el 27 aproximadamente. 

La salida se produce en una zona amplia en las afueras del Estadio arriba mencionado y la llegada, realmente espectacular, en el interior del mismo, donde están los vestuarios, masajistas y guardarropa. Dicha salida es por cajones de tiempo a los que no hay problemas para acceder, aunque listos hay en todos los sitios y en el mío (el primero tras la élite) coincidí con varios corredores que debían estar mucho más atrás. Eso sí, no vi a nadie sin dorsal, algo de lo que deberían aprender muchos maratones, especialmente Madrid, que es una fiesta del atletismo "de gorra". Más de 8.500 inscritos y casi 6.800 llegados a meta, lo que indica que mucha gente se apuntaba aunque sólo hiciera unos kilómetros. El precio al cambio, unos increíbles 25 euros para todo lo que se ofrecía, incluída una camiseta, de algodón pero bonita. Por cierto, cómo fastidia eso de ir al límite de tus fuerzas y que te adelante alguien (con dorsal) a una velocidad muy superior.... con prenda no transpirable y sin sudar, lo que indica que ha elegido sólo hacer los kilómetros finales de la carrera.

Las calles por las que transcurre son anchas y los avituallamientos cuentan con agua desde el km 5. Desde el 7,5 también Powerade, aunque creo que desde el 30 habrá bebida energética cada 2,5 kms (con el orden, en cada avituallamiento de agua-power-agua para evitar el sabor dulce si se quiere beber H2O al final); también plátanos cortados y pelados ofrecidos en bandejas y en la parte final por los voluntarios con guantes de plástico. Por cierto, muchos voluntarios en cada puesto. 

Varsovia es una ciudad que camina hacia los 2 millones de habitantes; por lo tanto, muy grande. Nosotros habíamos conocido la parte central, pero corriendo íbamos a recorrerla de norte a sur. Así que, tras salir del Puente Poniatowski, los primeros 10 kms transcurren por la zona turística, dentro y en los alrededores del casco antiguo. En el 7 se pasa por el punto más al Norte de la Ciudad o, realmente, lo que yo entiendo como tal, que vete tú a saber dado mi pobre sentido de la orientación. Desde aquí se empieza "a descender" (sin ser un verdadero descenso, pero bueno), pasando nuevamente cerca de la zona de salida y continuando hasta el fin de la ciudad en el km 24. Del 7 al 11, con la atrayente referencia visual del río Vístula que cruza la urbe. Todo este trayecto es por avenidas grandes (3 carriles) que podrían absorber al doble de corredores.

Aquí nos adentramos en el parque mencionado y al salir del mismo comienza "la operación regreso", también por calles muy espaciosas, amplias. Con la aproximación al 35 se nota que llegamos al centro de la ciudad: zonas verdes que culminan corriendo junto al parque Lazienki (otro de los símbolos de la ciudad), mayor animación, paso por zonas diplomáticas y la embajada de EEUU, la residencia del primer ministro, la plaza de las Tres Cruces... para, en la Plaza Charle De Gaulle, sobre el km 39,5, girar hacia la derecha y enfilar nuevamente el Puente Poniatowski para volver al estadio. Una última, pequeña y ligera subida nos adentra en este y los últimos 195 metros son en su interior.

Como es característico de las maratones de este estilo, la animación es intermitente pero muy ruidosa en determinados puntos. También vi a bastantes a grupos o personas aisladas animando en las zonas más lejanas. Medalla para todos los finishers y plástico para protección, agua y bebida energética y un caldo (con arroz, creo, pues no lo probé) para recuperarse del esfuerzo. 

LA CARRERA

El domingo amanecía con cierto frescor, sol más que tranquilizador y un poco de aire. Desayunamos algo antes de las 7 y cogimos un autobús (transporte gratis, otro punto a favor de la organización) que nos llevó a la zona de la salida. En él conocíamos a Joaquín, un español que había venido con la mujer y que se enfrentaba con su particular estilo (andando/corriendo) a su segundo maratón. Cuando faltaba una media hora, me despedía de Quique, me quitaba la ropa de abrigo y buscaba un lugar donde diera el sol para calentar un poco. 

Menos de 5 minutos antes de las 9, me colocaba sin problema alguno en la línea de salida, tenía el incidente relatado con el corredor polaco al que espero que se le atragantara el agua (y le saliera una ampolla de por vida) y comprobaba que aun tarde, aparecía algún que otro amago de nervios. Los primeros kms comencé con cierta tranquilidad aunque a ritmo vivo, disfrutando del centro de la ciudad. Desde el 8 comencé a apretar y en el 10, junto al estadio y arrastrado por toda la animación que allí había, me junté con otro corredor para perseguir a un amplio grupo que iba por delante. Le pregunté y me dijo que era el de las 3 horas (no se veía globo), así que en el 14 conseguimos integrarnos en el mismo. En ese momento contaría con cerca de 50 corredores.

Nunca he sido de correr junto a un pace maker (que así se llaman)  pese a sus ventajas. Como hacía aire y no quería quedarme en tierra de nadie me animé a seguir en el interior del mismo. AGOBIANTE. En un solo kilómetro casi me tiran 3 veces, caos en los avituallamientos... qué horror. Eso sí, a salvo del aire y dejando que tirasen otros, aunque había que mover (y deprisa) las piernas. Al llegar el parque (km. 24) y el molesto adoquinado se estrechaba el camino, por lo que me adelanté un poco. 

- Ese de Campo de Criptana...

Pues sí, otro español. Me había reconocido por la parte de atrás de la camiseta. El amigo Jesús, de León y que trabaja en Berlín... en la misma empresa donde lo hace  el marido de una conocida, también de mi pueblo, con el que pasé el sábado previo a correr en la capital alemana hace 2 años (ella es hermana de un amigo de toda la vida). Esto me lo contaba Jesús mientras que, con cierta renovada confianza patriótica, nos distanciábamos del grupo al llegar a una dura cuesta de unos 300 metros en pleno parque (la parte más dura del recorrido). 

A la salida, nos tocaba sorpresa y desagradable: el viento en contra, a veces con fuerte racha. Aun así, no esperamos al grupo, que venía cerca pero ya totalmente desmembrado (poco más de 10 unidades). Y a la altura del 37... el cordón de mi zapatilla izquierda (era el primer maratón para ellas y, excepto en esto, se portaron de manera sobresaliente) que se desata. Intenté correr así, pero no había nada que hacer. Así que me tuve que apartar a la acera, agacharme, notar que a estas alturas de la carrera duele todo el cuerpo y un 90% del alma, con pulso poco firme y certero atar ese maldito cordón rebelde, pegar un grito de dolor al volver a izarme y seguir corriendo... pero a otro ritmo. 

Mientras tanto, Jesús y detrás de él el grupo de las 3 horas se alejaban sin piedad y cada vez más. Poco más de un km después, antes de llegar al avituallamiento decidí hacer algo así como magia y me tomé un gel que llevaba en el bolsillo del pantalón; esto y un trago de agua para quitar el sabor asqueroso y empalagoso del mismo parecieron reanimarme. O, al menos, me hizo quejarme de lo pegajoso que iba en vez de pensar en que cada vez había más distancia entre ellos y yo. Al girar para tomar el puente que llevaba al Estadio, sabía que el perfil era ahora algo favorable (con unos 150 mts de ligera subida) y que el viento ahora se tornaba a nuestro favor. Esto, junto al gel, la mente o el simple hecho de recuperar el ritmo me dio confianza y volvía a recuperar las buenas sensaciones.

Incluso veía que se iba recortando algo la distancia, aunque ya era imposible que les alcanzara. A pesar de mis renovadas fuerzas tampoco quise (me lo tengo prohibido, además) forzar en exceso y a lo loco, por lo que cuando encaraba la excitante recta final en el estadio lo hacía disfrutando, mirando a todos lados, saludando, haciendo algún que otro gesto... pero también viendo como el reloj se me iba por encima de las 3 horas. 3:00:15, netos, en una gran carrera para mis posibilidades. Más que contento, aunque lógicamente me hubiera gustado quitarle esos segundos. Por supuesto, sin haber dejado de andar ni un metro el día antes para haber tenido las piernas más descansadas. 

EPÍLOGO

Esperé a Quique ya con ropa de abrigo y animando a todos en el túnel del estadio, algo que nunca había hecho. Después regresamos al hotel, ducha, a comer y a seguir visitando lo que nos faltaba: fundamentalmente el prodigioso parque Lazienki, al que fuimos andando rememorando buena parte de los últimos kms de la carrera matinal. Aunque no pudimos ver la célebre estatua de Chopin (zona en obras) nos dimos un paseo por él y vimos el anfiteatro donde se ofrecen conciertos. Por desgracia (peor que la del cordón, maldito cordón) llegamos al final del concierto del domingo y no pudimos deleitarnos con la interpretación de la música del genio romántico.

Después paseo por el centro, cena y a la cama. El lunes despertaba temprano y corría 5 kms por los alrededores del hotel para despedirme de la ciudad y notar que las piernas estaban intactas. Creo que me sorprendía a mí mismo con esa sonrisa que raras veces luzco y que algún psicólogo no dudaría en calificar como de algo parecido a la felicidad. 






6 comentarios:

  1. La marca es mediocre pero la crónica es excelente ;))
    Otra a la buchaca. A ver si hay suerte y compartimos alguna.
    Te veo el domingo. Un abrazo
    Santi

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  2. Buena crónica, además de completa sirve para colocar el maratón en la lista de los deberes algún día, y de paso he recordado la ciudad, que visité hará unos 3-4 años.
    Un saludo y felicidades por el tiempazo, efectivamente lástima esos 15".

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  3. Preciosa crónica, Carlos.
    Enhorabuena por ese tiempazo, del cordón no te digo nada, que además creo que ya te lo he dicho...
    Un besote.

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  4. Enhorabuena. Gran maratón, gran putada esa zapatilla que te privó del sub 3. Para la próxima. Varsovia tiene buena pinta, ciudad y carrera.-

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  5. Creo que no hay crónica tuya que me deje indiferente...tendrías que dedicarte a escribir una guía de viajes maratonianos (añadiéndole anécdotas de Kike ya podría ser la repera)...
    Lástima no poder escuchar esa entrevista que os (le) hicieron!!!

    Uno que no te da agua, cordón que se desata, no conseguir lo que pretendías por 15 segundos...momentos que seguro quedaron totalmente olvidados gracias a esa sonrisa post día D (sácala a relucir más a menudo, Carlitos, que ella consigue cambiar hasta el color de los paisajes).

    Besitos y enhorabuena campeón.

    Pd: venía para leer tu crónica de Varsovia y he alucinado con tu post de pelis de los trenes. Tomo nota de varias que ni conocía.

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  6. Bonita crónica! (no estaríais en el Hotel Forum?)

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