martes, 9 de octubre de 2012

¡Viajeros, al tren!

Cuando era niño, y me imagino que a otra mucha gente le ocurriría lo mismo, me sentía fascinado por los trenes: esas inimitables máquinas que surcaban el país a gran velocidad,  transportando pasajeros o mercancías. Esa admiración siguió creciendo a medida que películas y/o libros iban sumando ideas a mi, ya de por sí, alterada imaginación. En la introducción a Cuando era más joven para su doble disco en directo (que se decía en la época del LP), Sabina los definía como "animales mitológicos que simbolizaban la huida, la fuga, la vida, la libertad". Creo que define a la perfección lo que podían representar para nosotros, aunque no tuviéramos muy claros todavía algunos de estos conceptos. 

Pero cada vez que veíamos pasar alguno a una velocidad fulminante soñábamos con ir subidos en él, en un trayecto que no acabaría sino en Vladivostok (de haber sabido de su existencia) y, en el que, por supuesto, seríamos los protagonistas de un simpar número de aventuras con final feliz. Durante mi juventud, en el que viajar en ellos era algo frecuente, siempre deseé que ocurriera algo como lo que había leído o visto en pantalla, pero no, no tuve excesiva fortuna. Quizá alguna avería o parones por huelga, lo que nunca permitió sacar a relucir mi lado cercano a Hercules Poirot, el famoso personaje de Agatha Christie.

En la actualidad, ha aumentado la comodidad, la velocidad, las prestaciones en general, pero quizá se haya perdido buena parte del espíritu romántico que tenían los trenes, si exceptuamos algunas línesas que sobreviven como reclamo turístico. Sin embargo, los misterios siguen asociados al tren, aunque sean de otro tipo, tales como "¿qué particular se puede permitir viajar con cierta frecuencia en el AVE?",  "¿quién realiza los estudios de mercado que dan lugar a líneas que luego no tienen apenas pasajeros y constituyen negocios ruinosos?" o "¿a cuánto ascienden las comisiones que...", bueno, este ni Poirot. 

Así que llegó el momento de realizar un pequeñísimo homenaje al tren y lo haré a través de uno de mis medios preferidos: el cine. Muchas películas han incluido grandes escenas en un tren (daría para otra entrada), pero he buscado algo más concreto: que casi toda la película se desarrollara en él. Y a poder ser que, además, fuera interesante. Este es el resultado:

1.- The General (El maquinista de la General, Buster Keaton - Clyde Bruckman, 1926)
Para empezar una rotunda obra maestra que, sin embargo, no contó en un primer momento con el apoyo de la crítica. Todo lo contrario, quizá por que el héroe de la película era sudista. Así que fue un fracaso que tuvo como consecuencia que desde entonces se controlara más a Keaton para que no hiciera lo que le viniera en gana, aunque siguió teniendo cierto control.
El filme cuenta la historia real (aunque con licencias, lógicamente) de Johnny Gray, que durante la Guerra queda en la retaguardia, pierde la consideración de su prometida, y tiene que actuar cuando soldados de la Unión roban su locomotora en la que también va ella. Gray, por tanto, buscará recuperar a los dos amores de su vida. 
Buena parte de la película se desarrolla en la locomotora, con escenas circenses para la que Keaton nunca usaba extras: todo es real. Una absoluta maravilla de película que debería pasarse en todas las escuelas del mundo el primer día de clase de cada curso.


2.- Shanghai Express (El expreso de Shanghai, Josef Von Sternberg, 1932)
La Dietrich era un actriz de cine y cantante de cabaret con no demasiado éxito cuando la conoció Von Sternberg. El director moldeó su imagen y convirtió a una cantante de segunda entrada en kilos en el mito Dietrich: primero encarnando a Lola-Lola en la mítica El ángel azul y, después, en siete películas realizadas en Hollywood. Una de ellas es esta, que narra el convulso viaje de varias personas entre Pekín y Shanghai en medio de las amenazas de soldados rebeldes.
Casi toda la película se desarrolla a bordo del tren, aunque sin duda lo más destacado es la actriz. Sternberg se enamoró de ella y aquí, con un maravilloso blanco y negro, la fotografía de manera majestuosa constituyendo per se toda una declaración de amor. Para mí, posiblemente sea el culmen de la belleza de Marlene, con una majestuosa línea de ojos, cargada de misterio, como requiere el personaje célebre de Shanghai Lily. Y ya sabemos, "hizo falta más de un hombre para cambiar mi nombre por el de Shanghai Lily".



3.- The lady Vanishes (Alarma en el expreso, Alfred Hitchcock, 1938)
Un espacio limitado como lo es un tren era un lugar perfecto para que Hitchcock hiciera gala de su maestría. Esta película era la 22 de su filmografía, penúltima de su primera etapa inglesa y junto a Treinta y nueve escalones, la mejor de la misma. La trama, fundamentalmente, tiene lugar en un país europero ficticio, Brandika y es en realidad un aviso de los peligros nazis (estamos a un año del comienzo de la II Guerra Mundial).
Los viajeros de un tren deben hacer noche en un hotel por el mal tiempo. Cuando siguen su curso, dos de ellos (hombre y mujer que en un principio parecen odiarse) deben colaborar para resolver un enigma. Con gran dosis de comedia, se nota el pulso del gran director británico que anticipa sus grandes obras rodadas en USA, moviéndose como pez en el agua en un escenario como es el tren. Otras películas suyas tendrán grandes escenas en este medio, como Extraños en un tren o Con la muerte en los talones.
Este filme se sirve de unas buenas interpretaciones de Michael Redgrave y Margaret Lockwood, así como unos más que correctos secundarios.



4.- Terror by night (Terror en la noche, RoyWilliam Neill, 1946)
Entre 1939 y 1946 se rodaron 14 películas de bajo presupuesto sobre el personaje de Sherlock Holmes que fueron interpretadas por Basil Rathbone y Nigel Bruce, este en el papel de Watson. Las dos primeras se ambientaron en su época, aunque después ya se llevaron a la de producción e hicieron, en algún caso, luchar a Holmes con los nazis. Algunas, ni estuvieron basadas en novelas de Conan Doyle. 
Terror by night es la penúltima de la serie y narra como el gran detective es contratado para escoltar una joya, la Estrella de Rodesia, en el expreso que va de Londres a Edimburgo. Más cercano, casi, al espíritu de Christie que al de Doyle, es una buena muestra de serie B que va directa a los acontecimientos (menos de una hora de duración). Si nos fijamos un poco, nada se rueda en un tren, sino que todo es decorado en estudio e imágenes del exterior intercaladas. Serie B es serie B.
No es la más lograda de las películas del duo, pero sí más que interesante. Pendiente queda hablar algún día de uno de mis ídolos literarios en la pantalla, Holmes. Rathbone, perfecto toda la serie y posiblemente el actor que mejor encarnó al detective. Como curiosidad, era sudafricano, aunque de padres ingleses que fueron expulsados del país acusados de espionaje y volvieron a Inglaterra durante la guerra de los Bóers (aquella en la que Churchill fue hecho prisionero).


5.- The narrow margin (Testigo accidental, Richard Fleischer, 1952)
Otra película de bajo presupuesto que toma un tren como escenario, quizá porque es una buena forma de abaratar costes. Sin embargo, también es verdad que para conseguir un buen filme hay que tener cualidades y un buen y dinámico guión. Esta producción de la RKO (180.000 dólares aproximadamente) cuenta con él.
Dos policías deben escoltar a la mujer de un gángster fallecido desde Chicago hasta Los Ángeles, donde entregará una lista de delincuentes a las autoridades. Lógicamente, también hay interesados en que no lo haga. La mayoría de los 71 minutos de película tienen lugar en el tren, donde se usan magistralmente pasillos, compartimentos y restaurante para lograr mantener la emoción. Algo que consigue con mano firme un Fleischer en su etapa de formación y que luego nos daría obras que todos vimos los sábados por la tarde en más de una ocasión: 20.000 leguas de viaje submarino o Los Vikingos, ambas con Kirk Douglas.
El elenco protagonista, la verdad es que mejorable, aunque no se puede tener todo. Sí nos sirve de ejemplo para conocer las carencias y virtudes de todas estas películas destinadas a completar  los grandes estrenos y que en algunos casos los superaban en cuanto a calidad.


6.- The train (El tren, John Frankenheimer, 1964)
 El tren puede verse como un homenaje a los ferroviarios franceses que formaron parte de la Resistencia durante la ocupación alemana de Francia en la II Guerra Mundial. A los verdaderos, ya que en el país vecino, como en España, hubo quienes se inventaron un pasado; es decir, al igual que aquí todo el mundo corría delante de lo grises, allí todo el mundo había pertenecido a este movimiento (no confundir con nuestro Movimiento, por cierto) y nadie había sido colaboracionista. Por otra parte, también debe verse como un dilema moral: ¿se le podría poner precio, en vidas humanas, a la mejor colección de arte del mundo?
Cuando París está a punto de ser liberado del yugo alemán, el coronel Von Waldheim (gran Paul Scofield) concibe la idea de llevar a Berlín una impresionante colección de obras de arte (Picasso, Matisse, Cezanne, Gauguin...) consecuencia del expolio al que había sido sometido el país. Un inspector de trenes, activista de la Resistencia, recibe órdenes de evitarlo cueste lo que cueste, aunque se opone a que ese precio se cuantifique en la vida de patriotas.
Excepcional película que transcurre entre trenes, estación y aledaños de esta, pero siempre con ese tren como referencia. John Frankenheimer consigue una de sus mejores obras contando con una excepcional fotografía en blanco y negro, preciosa música de Maurice Jarre y un buen reparto donde destacan el citado Scofield, Michel Simon, Jeanne Moreau y, por encima de todos, el gran Burt Lancaster.
Siempre recuerdo la frase de un ferroviario:
- No he visto nunca ninguno de los cuadros que hay en ese tren. Quizá, cuando todo esto acabe, tengamos que echarle un vistazo a esas pinturas.


7.- Emperor of the North Pole (El emperador del Norte, Robert Aldrich, 1973)
Otra película que gira en torno a este medio de locomoción y que está basada en una historia de Jack London. El escenario es el estado de Oregón, a principios de los años 30, en plena Gran Depresión. En este ambiente de masas desempleadas vagando de un lado a otro del país, se producirá el más que curioso enfrentamiento entre un vagabundo llamado "Nº 1", conocido porque no hay tren en el que no pueda viajar como polizón, y un celoso y duro maquinista, al frente del 19, caracterizado por ser impecable con ellos.
Filme trepidante, de aventuras aunque da mucho que pensar: conseguir viajar en ese tren simboliza la posibilidad de que los que se encuentran al margen lleguen a cambiar el orden del mundo y triunfar sobre los que tienen el estatus (sí, siempre es lo mismo). Como principal baza, cuenta con la portentosa presencia de dos de los duros de la pantalla por excelencia, Lee Marvin (nº 1) y Ernest Borgnine (ferroviario) que eclipsan la más que correcta aparición de un joven Keith Carradine.
Dirige uno de los directores más infravalorados, Robert Aldrich, al que debemos grandes obras como Veracruz, ¿Qué fue de Baby Jane?, Apache, Doce del Patíbulo....


8.- Murder on the Orient Express (Asesinato en el Orient Express, Sidney Lumet, 1974)
La célebre Agatha Christie usó el escenario de un tren para conseguir una de sus obras más recordadas, concretamente el  Orient Express, uno de los más lujosos y famosos, que unía París con la actual Estambul (dejó de ofrecer servicio en 2009). Para la versión cinematográfica no se escatimaron recursos, comenzando por el director (Sidney Lumet) y acabando por un elenco coral con grandes nombres como Sean Connery, Richard Widmark, Jacqueline Bisset, Vanessa Redgrave, Anthony Perkins, Lauren Bacall o Ingrid Bergman, quien conseguiría el premio a la mejor actriz de reparto.
Al frente de todos ellos, y encarnando al genial detective belga Hercules Poirot, el inglés Albert Finney. Bastante adecuado, aunque soy más del Peter Ustinov que lo encarnó en Muerte en el Nilo. Producción muy cuidada, con excelentes fotografía y puesta en escena, cuyo éxito llevaría a nuevas adaptaciones de obras de la escritora inglesa. El reparto constituido por una suma de estrellas se usó mucho en un cine típicamente "setentero", como el de catástrofes.

9.- Silver Streak (El expreso de Chicago, Arthur Hiller, 1976)
Si en Testigo accidental los protagonistas viajaban desde Chicago a Los Ángeles, los de esta hacen el recorrido contrario: de la ciudad californiana a la del viento. Cerca de 3.500 kms que aquí dan lugar a una simpática película que mezcla la comedia con el suspense "hitchcockniano". Gene Wilder interpreta a un editor de libros que conoce a la secretaria de un profesor de arte que acaba siendo asesinado.
Primera aparición juntos de Gene Wilder y Richard Pryor, aquí afortunadamente al servicio del guión y no como elementos sustitutivos del mismo, como harán en otras películas (insoportables, la verdad). A destacar ese gag de cómo hacerse pasar por negro. Gran partitura, como siempre, del inimitable Henry Mancini.
Un buen ejemplo de lo que mi imaginario infantil creía que era habitual que ocurriera en un viaje en este medio, y que sirve para pasar un buen rato con las peripecias de Wilder para conseguir subir una y otra vez a un tren del que es expulsado.

10.- Runaway train (El tren del infierno, Andrei Konchalovsky, 1985)
Dos reclusos escapan de una prisión de alta seguridad en Alaska y suben a un tren que debe conducirlos a la libertad pero cuyo maquinista muere repentinamente. El director soviético Konchalovsky, autor de la extraordinaria Siberiada, se trasladó a Hollywood, donde ganaría un buen dinero pero perdería reconocimiento y facultades. Este, posiblemente, sea su mejor filme en USA, en el que el trayecto hacia la libertad acaba convirtiéndose en uno hacia la muerte.
El filme cuenta como principales bazas con el clima claustrofóbico que logra crear, uniendo al espacio reducido de un tren, la ambientación más que gélida de Alaska. Junto a ello, la gran actuación de John Voight (el papá de Angelina Jolie), que cubre las carencias de su compañero Eric Roberts. Acompaña una Rebecca De Mornay antes de meterse a baby-sitter para mecer cunas y alcanzar la fama,  y antes de que compartir pantalla con Don Johnson y Banderas (que no andan en Hollywood por su calidad, precisamente) en dos fracasos, la llevaran de cabeza a la TV.


Y como bonus, Brief Encounter (Breve encuentro, David Lean, 1945)
No se desarrolla enteramente en un tren, aunque buena parte sí lo haga en los andenes de la estación y su recuerdo esté asociado al mismo. Especialmente la brillante escena final, ejemplo de amor desaforado (a lo que ayuda el Concierto nº 2  de Rachmaninoff). Basada en un obra de Noel Coward es una de las grandes películas inglesas de todos los tiempos, dirigidas por un Lean que todavía no había iniciado la etapa de superproducciones que le han dado la fama (El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia...).
Absoluta obra maestra interpretada de forma sublime por Celia Johnson y Trevor Howard que, como anécdota, inspiró la no menos majestuosa El apartamento, de Wilder, al preguntarse el genio austríaco no por los protagonistas, sino por el amigo que le dejaba a él su casa para que mantuvieran relaciones sexuales.

 

Me uno a mi preocupación por el estado de la educación, aportando mi granito de arena en forma de links de esta película por si alguien todavía no la ha visto (actualmente en activo y en versión DUAL)

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